El eclipse de Claudio Naranjo

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La introspección es el primer paso hacia la transformación, y yo entiendo que, tras conocerse a sí mismo, nadie puede seguir siendo el mismo (Thomas Mann, sobre sí mismo)


Días atrás el mundo se concentró por unos segundos en Chile debido al eclipse.

En cuestión de días, el norte de nuestro país se sobrepobló de turistas que venían a ver un fenómeno único y a lo largo de nuestro territorio miles de personas detuvieron sus rutinas al mismo tiempo para mirar el cielo, fenómeno que visto desde la luna, puede ser interpretado como un acto poético o una demencia colectiva.

Hoy el epicentro de la aventura lunar deja nuestro territorio nacional y la prensa nos lleva 50 años atrás, cuando los primeros astronautas pisaron ese misterioso satélite blanco.

Las noticias reflotan nombres de naves, misiones y de sujetos cuyas vidas cambiaron para siempre.

Por instantes, volvemos a la Guerra Fría, a la carrera espacial y escuchamos historias de sujetos que partieron como ateos a la luna y volvieron como devotos cristianos. Y es que las consecuencias de estos viajes no solo fueron acelerados desarrollos científicos y tecnológicos, sino la transformación personal de sujetos que antes de estos viajes espaciales, no creían en nada más que en la ciencia.

Y en ese contexto mundial, hubo un chileno, que sin viajar a la luna ni llevar misiones al espacio, consiguió transformar a miles de personas a lo largo de todo el mundo. Frank Barron (1922-2002), un destacado psicólogo y uno de los más influyentes pioneros en el estudio de la creatividad, describe así a este misterioso sujeto:

"Claudio Naranjo ha estado siempre asociado en mi mente con la sorpresa y cierto toque de misterio. Al principio sólo sabía que allá lejos, en Chile, existía alguien que era el gestor de una serie de visitas que recibía periódicamente en el Institute of Personality Assesment and Research, en Berkeley. Invariablemente los visitantes eran personas ajenas a la psicología y chilenos; llamaban a la puerta principal del Instituto y solicitaban verme, diciendo que así les había sugerido el Dr. Claudio Naranjo (…) Algunos eran artistas, algunos arquitectos, ninguno de ellos era psicólogo ni psiquiatra. Llegaban uno a uno, con tal regularidad, que los recepcionistas se limitaban a llamarme por el interfono y decirme en un tono habitual: es otro arquitecto de Chile".

Así parte el Prefacio de Carácter y Neurosis, para mí, uno de los mejores libros escritos sobre el estudio de la personalidad y ya en esas pocas líneas vemos la profunda huella que dejó este psiquiatra chileno que combinó, con mucho virtuosismo, la psiquiatría y la psicología, con serios estudios científicos, filosóficos, religiosos y espirituales.

Y es que Claudio Naranjo, acostumbrado desde su infancia a convivir con la música y la poesía, era incapaz de encasillarse en un solo ámbito y es por eso que hoy, movido por lo que he leído en la prensa, he sentido la necesidad de escribir sobre él, pues Claudio Naranjo es más que prestigiosas universidades y LSD.

Escuchemos sus palabras:

"Desde el comienzo de mis estudios de psicología, me sentí poderosamente interesado en los tipos humanos. Aunque los intereses que primariamente me movieron a convertirme en un estudiante de medicina eran puramente científicos y fue el descubrimiento de Jung lo que me mantuvo ahí después de haberme desencantado de buscar la sabiduría en el cultivo de la neurofisiología, mi zambullida real en las esferas de la psicoterapia y la psicología sólo tuvo lugar un año más tarde, tras apuntarme a un curso de psiquiatría con Ignacio Matte-Blanco. Fundador del Instituto Psicoanalítico de Santiago y director de la Clínica Psiquiátrica, de orientación psicoanalítica, de la Universidad de Chile, Matte-Blanco fue un hombre de amplios intereses a quien debo agradecimiento no sólo por una sugestiva educación psicoanalítica sino también por haberme puesto en contacto con la psiquiatría existencial".

La figura de Claudio Naranjo es compleja, pues como muchos de sus antecesores, el estudio de la medicina tradicional no alcanzó para saciar sus intereses espirituales. En Freud y el psicoanálisis vio un camino, después en Carl Gustav Jung… y así sucesivamente… pues una de las palabras que mejor define a Claudio Naranjo es la de buscador. Si, este doctor chileno era un insaciable buscador, un sujeto capaz de alcanzar las más altas cumbres intelectuales y académicas… solo para seguir buscando.

Escuchemos nuevamente a su amigo Frank Barron:

"Un día Claudio se presentó en mi despacho anunciándome que iba a dejar Berkeley un poco antes de lo proyectado, porque había sentido un llamado… algo así como una demanda espiritual… de ir a estudiar con un maestro sufí que había aparecido en Chile y que estaba reuniendo gente interesada en recibir sus enseñanzas en la ciudad de Arica, situada junto al desierto de Atacama".

De aquí en adelante vendrá, tal vez, el legado más palpable de la obra de Claudio Naranjo, pues aparte de sus aportes a la creación de la Gestalt, en este misterioso viaje al norte de nuestro país, Naranjo condujo a un grupo de personas a un viaje de autoconocimiento. De esta aventura saldrán los eneagramas y una serie de ejercicios que más adelante en su vida sistematizará en cursos, talleres y libros que dictará a nivel mundial.

Pero Claudio Naranjo no se detuvo ahí, sus búsquedas espirituales lo llevaron a recorrer el mundo, a seguir y estudiar a los principales gurús del mundo oriental y de nuestros pueblos originarios. Gracias a su controvertida autobiografía, uno puede comprobar que así como sus credenciales académicas lo vinculan a las principales universidades y figuras de los Estados Unidos, su búsqueda espiritual lo lleva a recorrer las catedrales del mundo oriental y a formarse con sus principales líderes.

Para muchos, me imagino yo, estos viajes fuera de lo conocido tienen algo de delirantes y porqué no decirlo, de lunáticos. Probablemente este psiquiatra chileno, de no haber dedicado gran parte de su vida a la búsqueda, pudo haber sido una de las eminencias del mundo psi tradicional y haber sido considerado, uno de sus más selectos miembros.

Pero no, a este insaciable buscador le preocupaban los problemas del alma y tras una compleja infancia, decide también incursionar en el mundo de la educación, pues aquí decide dar una larga batalla para que los niños de hoy y el futuro no tengan que vivir el internado que él vivió.

Y es que el pequeño Claudio Naranjo no solo estudió lejos de la casa de sus padres en su época escolar, sino que sufrió en carne propia como un sistema educativo podía destruir el espíritu de un niño al no considerar sus emociones, su cuerpo y sus genuinos intereses personales.

Hoy, este defensor de lo que está más allá de la razón, ya no está entre nosotros y será difícil que otro sujeto con su reputación y trayectoria nos pueda defender frente a la barbarie del mundo, pues pese a lo descontectado que decía ser, a Claudio Naranjo le preocupaban los malestares del mundo y el sufrimiento que estos ocasionaban en los seres humanos.

Claudio Naranjo fue un chileno de talla mundial, uno de esos seres que no solo fue capaz de atreverse a ir más allá de lo terrenal y racional, sino capaz de volver a dar la pelea y de no callar. Y aunque no lo conocí personalmente ni asistí a ninguno de sus talleres, sí tuve el privilegio de conocerlo a través del trabajo de personas muy cercanas a su obra y persona, personas como Marta Huepe, que me enseñaron a confiar en mi búsqueda y en la de los demás.

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