
Anastasia Berg, filósofa: “La gente se exige mucho para decidir tener un hijo”
La autora de “Para qué sirven los hijos: sobre ambivalencia y elección”, plantea en esta entrevista con La Tercera aborda los dilemas de la natalidad. También asegura que “un indicador feminista de éxito sería cuando los hombres comiencen a sentirse tan ansiosos acerca de tener hijos como las mujeres”.

Filósofas e intelectuales destacadas, Anastasia Berg y Rachel Wiseman se encontraron, sin embargo, bastante perdidas y sin mucha lucidez respecto de la maternidad de cada una. Decidieron entonces reflexionar sobre esto en su libro What are chiledren for? On Ambivalence and choice, que apareció el año pasado, en que buscan hacer de esta una pregunta filosófica y espiritual profunda. Profesora de filosofía de la University of California, Irvine, y formada en Harvard y Chicago, Anastasia Berg es además editora de la Revista The Point y cofundadora del Point Program for Public Thinking, una colaboración de la revista con la Universidad de Chicago para promover un discurso público más reflexivo.
Desde su oficina en California, a través de Zoom, conversa con La Tercera, sorprendida por las bajas cifras de natalidad de Chile.
“Déjame partir diciendo que nuestro tema era en realidad otro fenómeno, estrechamente relacionado (con la baja tasa de natalidad), la creciente ambivalencia sobre tener hijos. La pregunta es por qué se está volviendo tan difícil para un número creciente de personas, y creo que a nivel mundial, abordar esta cuestión. Y eso es un poco diferente a preguntar por qué la gente decide firmemente no tener hijos, o tener tres en lugar de cuatro. La pregunta es, en realidad, por qué les cuesta tanto tomar una decisión; por qué les resulta tan difícil. Y analizamos, claro, las causas materiales para quienes, a primera vista, dirían algo como: es demasiado caro”, dice.
El tema de la ansiedad financiera…
Claro, la ansiedad financiera y la ansiedad por el logro y la estabilidad, que no son lo mismo. El deseo de que las cosas sean realmente estables antes de tener un hijo, pero también tienen la voluntad de alcanzar ciertos logros antes. Pero luego está la preocupación romántica: lo que generalmente se habla es de la dificultad de encontrar una pareja dispuesta y adecuada para tener hijos. Y la tercera causa es un encabezado general de preocupaciones éticas. Una es el tipo de marco feminista para pensar en los niños. Entonces, ¿cómo puedo yo, como feminista o cómo puedo, como hombre que apoya la igualdad de las mujeres, tener hijos dado que las responsabilidades del cuidado aún están distribuidas de manera desigual? Y en segundo lugar, el tipo de preocupaciones éticas universales globales que son el cambio climático.

¿Qué fue lo que más le sorprendió como causa?
Algo que surgió fue lo siguiente: sabíamos que existía el problema romántico. Sabíamos que existía también este tema material, pero no vimos que en realidad tuvieran una estructura muy similar. Además de la dimensión de la relación de pareja y la dimensión profesional, las personas se exigen estándares de éxito muy altos y a menudo confusos en ambos ámbitos. Por eso, tienen la idea de que tener hijos es algo que se logra cuando se han alcanzado todos los demás objetivos, no solo las tareas, sino también algún tipo de punto de benchmark. Y antes de alcanzarlo, ni siquiera se puede plantear esa pregunta. Por eso, al analizar las causas materiales, pensamos: mira, las cosas son un poco más complicadas que simplemente no pueden permitirse tener hijos. Observamos países donde parece que pueden permitirse tener hijos y aun así no los tienen.

¿Por qué?
Porque la gente se exige mucho para decidir tener un hijo. Les preguntábamos: “¿Cuánto es suficiente dinero?”. Y la gente respondía: “Un millón de dólares en el banco”. Y cuando les preguntábamos: “¿Cuál es la relación de pareja que te haría sentir que puedes tener un hijo?”, y hablaban de lograr compatibilidad total, seguridad absoluta, garantías reales de que la relación nunca se verá en riesgo. De nuevo, cosas que están casi fuera de lo posible. Y lo mismo ocurre con el deseo de pasar los 20 y los 30 años explorando nuestra identidad y acudiendo a terapia. Creo que eso también ayuda a establecer el tipo de discurso que vemos en torno a la preocupación por no estar nunca listo para tener un hijo.
De ahí la idea de postergar la decisión, ¿no?
Sí, eso lo sabíamos. Pero descubrimos otra cosa, en este estudio realizado por el sociólogo que habló con las mujeres que estaban pensando en congelar sus óvulos o que ya los habían congelado o que de alguna manera estaban en el proceso para. Y les preguntaron: “¿Por qué lo hacían? ¿Qué esperaban lograr?”. Ellos esperaban oír algo sobre una carrera profesional o que no quieren tener hijos demasiado pronto. Pero lo que escucharon de las mujeres era que querían separar dos cosas, pero no era la carrera profesional y la familia. Era el romance y la familia. Y eso fue una sorpresa. Es como una tragedia griega. Una vez que la escuchas, piensas: “Ah, eso tiene sentido”. Fue sorprendente por lo radicalmente diferente que es de lo que pensábamos hasta hace poco: que al menos mucha gente consideraba las relaciones de pareja como un medio para formar una familia. Y ahora, realmente ven la posibilidad de que una familia amenace la perspectiva romántica. Y por eso dicen cosas como: si salgo con alguien para encontrar un posible compañero de crianza, estoy traicionando los propósitos del romance o instrumentalizando el amor romántico.
Feminismo y natalidad
Usted también escribió que este tema debería ser de interés para el feminismo.
Es interesante analizar la historia de los debates sobre la maternidad dentro de la tradición feminista. Son muy importantes, porque durante mucho tiempo fue el único lugar donde se llevaba a cabo cualquier tipo de exploración filosófica y ética sobre el papel de la maternidad y paternidad. Y es interesante que ese tipo de debates llegan luego a una especie de punto muerto, y es la realidad en la que vivimos hoy en día; donde, en general, la posición feminista, creo, es una posición generalmente recelosa hacia la maternidad o peor aún. Por un lado, es estupendo que reconozcamos que no queremos obligar a las mujeres a tomar decisiones que no son adecuadas para ellas. Y si el feminismo consiste en empoderar a las mujeres y el conocimiento es poder, creo que estamos perjudicando a las mujeres cuando no les damos los recursos para pensar, y eso significa también pensar de forma crítica, pero para reflexionar sobre esta decisión. Por ejemplo, cuando decimos que cualquier tipo de exploración pública de esta cuestión es una imposición y que eso es opresivo y supone una presión indebida sobre las mujeres. También creo que es condescendiente pensar que no podemos discutir algo sin que eso suponga una presión para las personas. El libro también incluye hablar abiertamente sobre la fertilidad y la biología de las mujeres: parte de las conversaciones sobre reproducción, en círculos liberales y progresistas, también incluye un tabú muy acentuado contra las discusiones sobre los hechos biológicos de la reproducción, de maneras que creo que rayan en la misógina.

¿Por qué?
Porque se priva a las mujeres del conocimiento necesario para planificar sus vidas; no para tener hijos, para planificar sus vidas. Creo que (eso) es irresponsable. Por supuesto, entiendo de dónde viene. Por supuesto, existe un alarmismo entre los conservadores que intentan usar esta información para presionar a las mujeres a tener hijos. Todo eso es cierto, pero eso obsta que, una y otra vez, hayamos hablado con mujeres que congelaron sus óvulos solo para descubrir lo poco fiable que es la tecnología de congelación de óvulos. Hoy en día, hay médicos y ginecólogos que no tienen una visión correcta de la reproducción. Hay un optimismo infundado sobre la capacidad de la tecnología para permitir que las mujeres tengan hijos en el momento de sus vidas que lo deseen. Una fantasía de libertad no sustituye la libertad real, que es la capacidad de tomar decisiones según la propia comprensión de la realidad. Por eso creo que este tema es feminista. No decimos que tener hijos sea feminista, ni que hay que tener muchos hijos para ser una buena feminista. Pero que, si eres feminista, debes estar abierta a la posibilidad de brindar a las mujeres las herramientas, tanto factuales como éticas, para reflexionar sobre esta cuestión. Este no es un libro para mujeres, es para todos. Por lo tanto, uno de los movimientos feministas también importantes en el discurso en torno a esto es reconocer que, si bien los niños tienen implicaciones específicas y políticas para las mujeres, -ya que aún no distribuimos esas responsabilidades equitativamente-, este no es solo un problema de mujeres. Esto no significa restarle importancia (a lo que pasa con las mujeres), sino decir que es un problema humano universal.
¿Qué pasa si no se ve como un problema humano?
Si no lo vemos así, ocurren dos cosas peligrosas, tanto en privado como en público: que estamos excluyendo o eximiendo a los hombres. En privado, lo que vemos, y supongo que también es cierto en Chile, es que las personas entablan relaciones con hombres que dejan que las mujeres tomen esas decisiones por sí solas. Dicen: “Es tu decisión” o “Estoy aquí para apoyarte”. Esto puede aislar a esa persona con una decisión así, el tomar palco. Es una de las decisiones humanas más importantes, tanto para sus propias vidas como para las personas con las que mantienen una relación. Como seres humanos que nos enfrentamos a tener hijos o no, nos enfrentamos a una enorme cuestión ética y filosófica: ¿cuál es el valor de la vida humana? No solo en el presente, sino también en el futuro. ¿Y qué haré yo, como individuo, para asegurar la posibilidad de que ese futuro humano sea sólido? Lo que está en juego es la posibilidad de un futuro humano robusto. Y si lo piensas con perspectiva, es probablemente el tipo de cosa en la que muchos oponentes políticos, independientemente de sus desacuerdos, deberían poder estar de acuerdo: queremos un futuro humano. Desde el progresismo a veces olvidamos que eso está en juego.
Hablando de ambivalencia, no solo es individual. La sociedad también lo es: por un lado, dice: es muy importante tener niños. Pero por otro lado, se las deben arreglar solas.
Cuando hablamos de ambivalencia social, creo que debemos separar dos cosas: el elemento del apoyo material, por un lado, y algo mucho más difícil de precisar, una actitud de apoyo. Y luego quiero introducir otra distinción, que para mí es muy importante. Aunque creo que hay muchas maneras de facilitar la crianza de los hijos, también creo que es muy importante recordar que hay cosas que difícilmente se pueden eliminar mientras se está criando a los hijos. Así que estoy descubriendo, y ahora tengo dos hijos, que tener hijos es muy, muy difícil, incluso cuando las cosas se gestionan mejor.
¿Cuál es la parte más difícil?
Es la vulnerabilidad emocional, el tipo de tarea emocional que asumes. Espero que sea solo con niños pequeños, pero todos me dicen que, de alguna manera, se vuelve más difícil… Por eso, y creo que eso es muy importante ver lo ineliminable (de la dificultad). Cuando la gente piensa en qué tipo de incentivos materiales y qué tipo de programa de bienestar social podemos tener, con la esperanza de que tengan un impacto significativo en cuanto a las opciones reproductivas, soy muy escéptica. Porque creo que, en última instancia, es difícil (tomar esa decisión de tener hijos) sin lo que yo llamaría recursos espirituales —y no me refiero a recursos religiosos, sino espirituales—, éticos y espirituales. Esto implica afirmar, como sociedad, el valor de una elección que impacta a la humanidad: cumplir con nuestra pequeña parte en una tarea muy, muy, muy difícil, como es dar a luz y criar a la próxima generación de hijos. Sin esos elementos éticos y espirituales, no creo que veamos las diferencias que algunos esperan ver, específicamente en la tasa de natalidad.
¿Y los hombres?
Hablando de progreso, los hombres hoy se dedican más a las tareas domésticas y al cuidado de los niños, pero, ¿por qué no se acercan a las madres con hijos y les preguntan cómo lo hacen? Todavía experimentan esa ansiedad como si fuera de otra persona. Así que, para mí, un gran indicador feminista de éxito sería cuando los hombres comiencen a sentirse tan ansiosos acerca de tener hijos como las mujeres. Y luego, cuando nos demos cuenta de que lo que está en juego es un verdadero desafío de responsabilidad colectiva, donde todos nos demos cuenta de que estamos asumiendo una responsabilidad de dificultad ineludible. Creo que la realidad a la que se enfrentan las personas hoy en día es una en la que, y este es el punto clave, no hay un marco ético que les explique el valor, la importancia de este tremendo sacrificio y riesgo y desafío que se les pide que asuman… La ambivalencia global sobre los niños refleja una ambivalencia sobre la forma de vida humana. Creo que un juicio sobre los niños y sobre el futuro siempre implica un juicio sobre el presente. Por lo tanto, lo que estamos viendo globalmente es una creciente desconfianza en el proyecto de la vida humana.
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