Chile se salvó de Le Corbusier

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Foto: AGENCIA UNO

"Fernando Pérez Oyarzún cuenta que 'Le Corbusier podría haber visitado Chile en 1939. Sin embargo, la visita rodeada de una serie de circunstancias equívocas e incluso surrealistas nunca tuvo lugar'".


Hay muchas cosas que uno no sabe de Chillán. Que tiene más de 700 construcciones de arquitectura moderna levantadas en menos de cinco años, luego del terremoto de 1939. Que es la única ciudad de Chile con un mural de David Alfaro Siqueiros. Que tiene impactantes edificios patrimoniales, como el Copelec y la Catedral. Y que estuvo cerca de ser refundada por Le Corbusier, el arquitecto más influyente del siglo XX.

Todo esto y mucho más aparece en la publicación Chillán, paisaje moderno. territorios en transformación, financiada por el Centro Cultural de España y que es la prolongación de un seminario hecho en esa ciudad en 2018. ¿La razón de este esfuerzo? Chillán, como nueva capital de una región, enfrenta grandes desafíos, desde oportunidades económicas hasta serios riesgos patrimoniales.

Pero volvamos a Le Corbusier, pues la capital de la Región de Ñuble nos da la excusa perfecta para una gran anécdota de la arquitectura en Chile. En Polarizaciones del terremoto y la resiliencia sobre la planificación moderna de Chile -texto que es parte del libro sobre Chillán-, Fernando Pérez Oyarzún cuenta que "Le Corbusier podría haber visitado Chile en 1939. Sin embargo, la visita rodeada de una serie de circunstancias equívocas e incluso surrealistas nunca tuvo lugar".

El autor, arquitecto que hoy dirige el Museo de Bellas Artes, explica que "dos meses antes del terremoto de Chillán, dos chilenos, Roberto Dávila y José García Tello, contactaron a Le Corbusier de forma independiente. Lo invitaron a visitar el país y eventualmente a crear un plan urbanístico para Santiago… Ellos sabían que ofrecerle una comisión era el único modo de convencerle para venir. Por lo tanto, lograron el apoyo de la Municipalidad de Santiago para ofrecerle la creación de un plan urbanístico para la ciudad". Era la época en que Le Corbusier trabajaba en un plan para Buenos Aires y hacía bocetos para Río de Janeiro.

Tenía serias ganas de planificar urbanísticamente una ciudad del mundo subdesarrollado, donde las oportunidades de hacer y deshacer serían muy distintas a las limitaciones de Europa. Tantas ganas, que "se apresuró a ofrecer un plan de reconstrucción para Chillán, Concepción y Talcahuano, gratis, si era contratado para el plan de Santiago", relata Pérez Oyarzún. De ahí en adelante, todo fue descoordinación entre el municipio, la intendencia, el consulado chileno en París y el Ministerio de Asuntos Públicos de Francia.

"En la mitad de esta caótica serie de contactos cruzados, ni el gobierno ni la municipalidad se comprometieron realmente a contratar a Le Corbusier... Escribiendo a sus amigos chilenos, lamentaba amargamente la informalidad de las autoridades chilenas, las cuales, habiendo enviado invitaciones oficiales, no eran capaces de hacerlas efectivas", agrega el autor. Claro que no se trataba de Le Corbusier o nada. Karl Brunner, un planificador austríaco que el gobierno chileno trajo de Europa, ya trabajaba en un plan para Santiago. Sus seguidores, urbanistas con conexiones en el aparato estatal, lograron que el plan de Brunner se aprobara en marzo de 1939, lo que terminó por hacer inviable la venida de Le Corbusier. Chillán, Concepción y las áreas cercanas fueron reconstruidas con cambios más conservadores que la renovación que quería el francés. Es más, ninguno de sus proyectos se llevó a cabo en Latinoamérica. Salvo el que sus seguidores Lucio Costa y Óscar Niemeyer desarrollaron en Brasilia, hoy considerada la ciudad deshumanizada por excelencia, la megalópolis fría e impersonal.

"Si se quiere pedir a un grupo de profesionales que cree una ciudad que a la gente no le guste, habría que pedírsela a los modernistas. Ellos no sabían nada sobre la gente". Son las palabras de Jan Gehl, famoso por desarrollar ciudades a escala humana, como su Copenhague natal, para referirse indirectamente a Le Corbusier y sus secuaces. ¿Nos perdimos a Le Corbusier? Parece que, más bien, nos salvamos.

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