Cuáles son las 5 fases por las que pasa nuestro cerebro desde que nacemos hasta la vejez
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Cambridge, la adolescencia del cerebro sería entre los 9 y 32 años.

El desarrollo del cerebro humano no es lineal: esa es la principal conclusión de una investigación de la Universidad de Cambridge publicada en Nature Communications y difundida en The Washington Post.
El trabajo analizó cerca de 4.000 escáneres cerebrales de personas sanas entre los 0 y los 90 años, identificando cuatro momentos clave de reorganización: a los 9, 32, 66 y 83 años, que dividen la vida en cinco fases distintas.
“Es fácil caer en la creencia de que existe una estructura cerebral ‘buena’ o ‘mala’”, afirmó Alexa Mousley, autora principal del estudio.

“Y en realidad no es así. Lo que este estudio enfatiza es que se espera que el cerebro actúe de forma diferente a distintas edades”, puntualizó.
Seth Grant, neurocientífico de la Universidad de Edimburgo y ajeno a la investigación, señaló al medio que “hay un cambio continuo desde el nacimiento hasta la vejez”.
“No es que de repente se desarrolle un cerebro, se mantenga igual y luego simplemente decaiga con la edad”, profundizó.
Estas son las cinco etapas descritas por los autores, según The Washington Post.
1. Infancia (0 a 9 años)
Durante la infancia el cerebro está en plena efervescencia. Se consolidan conexiones neuronales, se eliminan sinapsis sobrantes y aumenta rápidamente la materia gris y blanca.
Sin embargo, este período no es necesariamente sinónimo de mayor eficiencia.
“Sabemos que, en etapas muy tempranas de la vida, el cerebro crea más conexiones de las que necesita y luego las elimina”, explicó Mousley.
“Podría ser que esta disminución de la eficiencia esté potencialmente relacionada con este increíble momento de aprendizaje”, agregó.
Es en esta fase cuando se desarrollan habilidades fundamentales como el lenguaje, la motricidad y el habla.

2. Adolescencia (9 a 32 años)
El primer punto de inflexión aparece alrededor de los 9 años, coincidiendo con la pubertad. A partir de entonces, el cerebro empieza a reorganizarse para ganar eficiencia.
La adolescencia, según el estudio, es sorprendentemente larga: se extiende hasta los 30 años en promedio.
“Es fundamental considerar la adolescencia como una ventana de tiempo prolongada”, dijo Katie Insel, psicóloga de la Universidad Northwestern.
Añadió que esta investigación refuerza la idea de que el cerebro no está completamente desarrollado hasta finales de los 20 o incluso principios de los 30.
“Algo que nos distingue como humanos de otros animales es la lentitud con la que nos desarrollamos”, señaló Mousley. Ese ritmo podría permitirnos formar conexiones más complejas.

3. Edad adulta (32 a 66 años)
La adultez marca el período más largo y estable del cerebro. “Parece ser un período de relativa estabilidad”, afirmó Mousley. “Se mantiene constante durante un período muy largo”.
Esto no significa ausencia de cambios, pero sí menos transformaciones abruptas. La estabilidad cognitiva, emocional y conductual coincide con esta fase de más de tres décadas.
“Si comparamos a un adulto con un adolescente, se asume que existe cierta estabilidad en el comportamiento de las personas. Y esto coincide con este período de tres décadas”, agregó.

4. Envejecimiento precoz (66 a 83 años)
El tercer punto de inflexión ocurre cerca de los 66 años. Es una etapa donde el cerebro se vuelve más susceptible a enfermedades relacionadas con la edad, pero también aparecen cualidades positivas.
“Existe una forma esperada, saludable y típica en la que el cerebro cambia”, explicó Mousley.
Insel destacó que, pese a la posible pérdida de memoria, los adultos mayores suelen mostrar mejor regulación emocional y más sabiduría. “Cada etapa del desarrollo tiene sus pros y sus contras”, señaló.

5. Envejecimiento tardío (83 años en adelante)
A partir de los 83 años, los autores identificaron una fase de “envejecimiento tardío”, donde surge un fenómeno que llamaron “centralidad creciente”.
Algunas regiones del cerebro se vuelven más importantes que otras.
Hay menos conectividad general, pero un patrón reconocible, que sugiere que el cerebro prioriza ciertos circuitos cuando otros empiezan a fallar.

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