Donatella Versace: la historia de la heredera adicta a la cocaína y las cirugías

Donatella Versace: la historia de la heredera adicta a la cocaína y las cirugías

La cómplice eterna de Gianni Versace, desde pequeña siguió a su hermano en sus grandes proyectos. Pero, tras su muerte, Donatella dejó de lado la firma para dedicarse a las drogas y a las cirugías plásticas.


Tiene los ojos verdes -siempre delineados de negro- el pelo rubio, la piel bronceada y las arrugas luchando por relucir entre el bótox. Sus labios lucen muy inflamados y suele ser el ejemplo de muchos cuando dicen que un exceso de cirugías plásticas para verse mejor, en realidad podría salir mal.

Pero detrás de la voz cargada de tabaco y otros excesos, está Donatella Versace, la única heredera del legado de Gianni Versace, su hermano, que fundó la distintiva marca de moda que, hasta hoy, perdura, pero que detrás tiene una complicada historia que envuelven las drogas, fiesta, complicidad y amor de hermanos.

Donatella Versace: la historia de la heredera adicta a la cocaína y las cirugías

Gianni y Donatella Versace

Crecieron en Reggio Calabria, al sur de Italia, cerca de unas ruinas helénicas. Desde pequeños estaban rodeados de la cultura, mitos y costumbres griegas. Gianni tenía casi 10 años cuando su hermana, Donatella, nació el 2 de mayo de 1955, y pronto se convirtió en su compañera de aventuras.

Iban juntos para todo lado, y aún cuando Gianni ya tenía 20 y Donatella solo 10, comenzó a salir con él a las fiestas. Incluso, el joven la convenció de que se tiñera el pelo de rubio para parecerse a su ídola, la cantante italiana Patty Pravo y, la niña, obediente se cambió de look a ese color que, hasta ahora, no ha cambiado.

Donatella Versace, antes de las cirugías.

Su madre era modista en una marca de indumentaria y después abrió su propia boutique. Y sus hijos decidieron seguir sus pasos, aunque Donatella tuvo una pequeña pausa para estudiar literatura en Florencia. Pero aún ahí, se escapaba para visitar a su querido hermano en Milán y ayudarlo con sus creaciones para Callaghan, donde Gianni dio sus primeros pasos en la moda como carrera profesional.

Sin embargo, su madre no quería que su hija tuviera una carrera que no fuera “respetable”. Ya se había resignado con Gianni, y pronto tuvo que hacerlo también con Donatella, porque no le interesaba otra cosa que no fuese la moda.

Pronto, ambos hermanos fundaron Versace y Donatella fue la vicepresidenta. Incluso, en 1982, fue ella quien levantó la mano en la subasta para adueñarse del Palazzo de Via Gesu 12, que se convertiría en la casa emblema de la marca.

El secreto del éxito de Versace

La cocaína en los cocktails, el atelier y el backstage de los desfiles era el secreto a voces. Si bien Gianni optaba por una vida sana, Donatella se entregó a la fiesta y las drogas. “A Gianni no le gustaba, yo salía toda la noche. Una vez, en un bar de Nueva York, había una mesa llena de cocaína y todo el mundo esnifaba abiertamente en la pista de baile”, le contó a Vogue.

Gianni y Donatella Versace.

Iba a fiestas donde frecuentaban Madonna y Elton John. En una de esas, conoció a Paul Beck, un modelo americano al que los hermanos Versace integraron a su marca. Él y Donatella se casaron en 1983, aunque los rumores decían que el modelo en realidad estaba enamorado de Gianni y que incluso había sido su novio antes de estar con Donatella.

El perfume Blonde, en 1989, fue inspirado por su hermana, pero en la gala del Met de 1993, Donatella se consumó como musa de su hermano, cuando llegó de su brazo y luciendo el icónico vestido bondage que diseñó para aquella temporada de otoño/invierno. Pronto lo llamaron el “vestido de la esclavitud” y ha sido reinterpretado muchas veces desde esa vez, pues fue considerado uno de los looks más provocativos de todos los tiempos.

Donatella y Gianni Versace en la Met Gala, 1993.

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Pero toda esa complicidad desde la infancia hasta ya mayores se destrozó el 15 de julio de 1997, cuando asesinaron a Gianni Versace en su casa de Miami Beach, donde se recuperaba de un cáncer de oído, mientras que Donatella se hacía cargo del negocio.

Muerte, cocaína y cirugías plásticas

Gianni tenía el presentimiento de que iba a morir joven. Por eso, en su testamento había dejado explícito que la mitad de su empresa se la dejaría a Allegra, la hija de Donatella, el 30% a Santo (su hermano) y el 20% a Donatella. A Daniel, su otro sobrino, no le interesaba la moda, por lo que le legó una colección de arte valorada en 37 millones de dólares.

Sin embargo, la muerte de Gianni afectó en desmedida a Donatella y comenzó a estar inestable. Su mundo de fantasía y drogas se desvaneció, “nada volvió a ser divertido, solo había dolor, inseguridad y pérdida. Empezaron los problemas con mi familia, el final de mi matrimonio con Paul, el tener que dirigir una compañía a pesar de no estar preparada. Todo el mundo tenía los ojos en mí”, le aseguró a Vogue.

Donatella Versace, junto a su exesposo Paul Beck y sus hijos Daniel y Allegra.

Su obsesión por las cirugías escaló y los medios comenzaron a ser crueles con ella, le decían “la representación del fracaso y la decadencia de una época”. Comenzó a hacerse liftings regulares en las piernas y abdomen, ponerse implantes de busto y fue por su cara, donde la transformó por completo con los múltiples shots de botox, colágeno, retoques a su nariz, ojos, mentón y estiramientos de piel.

Se hundió en la cocaína y en 2004 se internó en una clínica de rehabilitación, aunque se rumoreaba que era por estrés. Se volvió a casar con el empresario Manuel Dallori, pero duraron solo un año. Versace se iba de picada y descuidó la marca que con tanto cariño había fundado con su hermano.

Pero regresó triunfal a levantar la marca, incluso más allá de donde Gianni pudo e incluso confesó que, después de aquella internación, no volvería a consumir, pues estaba haciéndolo para lidiar con el dolor de la muerte de Gianni. Donatella después ganó una serie de premios, como el FGI Superstar Award, fue nombrada Diseñadora del Año e ícono de moda.

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