Las tablas de maderas del sur de Chile que cruzan fronteras

La arquitecta Katherine Martínez -en la foto- junto al ingeniero Patricio Toledo dan vida a estas tablas que se ofrecen en EE.UU. a través de Amazon.

Patricio Toledo y Katherine Martínez crearon hace ya cinco años Woodnic, una marca que fabrica productos hogareños con despuntes y retazos de madera nativa descartadas. Su emprendimiento tomó tanto vuelo que llegó a Estados Unidos a través de Amazon, el gigante de las ventas con el que aprendieron los conceptos que les han permitido potenciar su marca.


Cada vez que Katherine Martínez (39) recorría las carreteras de La Araucanía junto a Patricio Toledo (49) le repetía: “¿Por qué tantos palos? Hay que hacer algo mejor”. En un momento, dejó de buscar respuestas y empezó a empujar a su marido para que encontraran soluciones. “¿Cómo darle valor a esta madera?”, fue la nueva interrogante. Así, él -ingeniero forestal- y ella -arquitecta- empezaron a resolver el acertijo sobre qué hacer con esos trozos de madera que no dan para hacer objetos de grandes dimensiones, pero que pueden tener una segunda oportunidad mucho más productiva que convertirse en descarte.

Lo primero que se les ocurrió fue explorar el área de la construcción; sin embargo, en la industria veían muchos sustitutos y competencias que hacían inviable el negocio.

Después de algunos viajes, la pareja vio en otros países el uso que le daban a la madera al interior del hogar, en especial de la cocina. Ambos coincidieron en la misma aprensión: hacer utensilios con ese material no solo requerían diseño, sino también una tecnología que los hiciera seguros para manipular alimentos y soportar el ajetreo diario. Tal fue su motivación que se acercaron a la Universidad de Concepción para pedir una investigación que les iluminara el camino.

“Agarramos un voucher de innovación de Corfo que financiaba una parte de la investigación; nosotros pusimos la otra, y en la universidad se hizo toda la revisión, los tratamientos disponibles, cómo aprovechar la resiliencia de la madera y los materiales que teníamos que usar para que pudieran estar en contacto con los alimentos”, detalla Patricio Toledo.

La tabla para amasar se convirtió en el producto más vendido de Woodnic. La pandemia generó el hábito de hacer pan en casa y gracias a su desarrollo de e-commerce pudieron vender rápidamente.

Tenían todo para empezar con Woodnic. Al menos en los papeles y en la cabeza.

El primer día, recuerda, partieron de una forma muy rudimentaria: en el patio de su casa en Pucón, con un poco de materia prima y unas herramientas caseras que apenas sabían ocupar. Entonces empezaron a diseñar los primeros prototipos de su primer producto: una tabla para picar de cocina. Comenzaron a cortar pequeños trozos de madera, a partir de despuntes seleccionados, y a unirlos con una orientación y disposición específica para que los cuchillos no perdieran el filo y para que no se generaran residuos al cortar.

Patricio Toledo conversó con una amiga que tenía una tienda en la localidad y le mandó diez unidades. Hicieron los empaques a mano, los enviaron y al día siguiente estaban todas las tablas vendidas. Todo eso ocurrió en 2017.

Pero para poder desarrollar Woodnic había que dar otros pasos. Uno de ellos fue buscar las mejores alternativas en herramientas, por lo que Katherine Martínez le insistió a su marido para que viajara a Alemania a especializarse, traer técnicas e implementos. “Allá conocí a los representantes de las marcas, las plantas; los técnicos me enseñaron a usar las herramientas y cómo aplicarlas a la madera chilena. Me recomendaron las mejores cosas, hicimos contactos e importamos las cosas”, puntualiza Patricio Toledo.

El paso siguiente era encontrar un taller para establecer como centro de operaciones; encontraron un lugar frente al lago Villarrica. Allí, en el ala de una casa antigua que les cedieron, frente al agua y con el volcán de fondo, instalaron todo. Gracias a los ahorros que tenían y a los fondos a los que fueron recurrieron con el tiempo, pudieron levantar la infraestructura.

Así, pasaron de hacer tablas de cocina (que van desde los $44 mil hasta los $100 mil) a diseñar tablas para ñoquis ($10 mil), usleros ($27.990), tablas para pastas ($49.500) para amasar y hasta artículos para el baño, como jaboneras ($13.750), tabla para tinas ($47.500) y salida de baños ($47.500). Todos estos productos se encuentran en la página web de Woodnic y en Kitchen Center, otro de los aliados que encontraron en el camino para comercializar.

Aunque la principal diseñadora de los implementos es Katherine Martínez, para una ocasión lograron hacer una colaboración con la reconocida arquitecta nacional Cazú Zegers. “Compartimos en un seminario y se lo propuse. Pasó un tiempo porque ella nunca había diseñado algo así hasta que encontró la idea. Por eso, uno de los productos lleva su nombre”, cuenta Patricio Toledo.

Las claves de Amazon y la digitalización

Establecer alianzas fue una de las claves que potenciaron Woodnic. Lo hicieron con la empresa alemana de herramientas, luego con el servicio de despacho que les permite llegar a todo Chile, y también con el “proveedor” de madera y del pegamento que utilizan, que está certificado para ocupar en utensilios para comida.

Pero, antes de todo eso, lo primero que hicieron fue acercarse a una empresa que procesaba madera y que dejaba muchos trozos sin utilizar que terminaban dentro de las calderas. Patricio Toledo resalta que la ventaja de tener esta alianza es que saben exactamente el origen la madera que ocupan, ya que cuenta con las certificaciones respectivas. “No es madera de demolición. Es madera limpia que sirve para estar en contacto con comida. Todos esos pedacitos los unimos y creamos cubiertas que pueden ser muy grandes”, dice.

Otra alianza esencial para estos socios ha sido Amazon. Corfo creó una iniciativa para impulsar a artesanos y emprendedores de la región de La Araucanía en 2019, lo que les permitió comenzar a vender por esa plataforma a Estados Unidos, aunque no es el grueso de sus ventas. Este programa no solo les permitió comercializar en el gigante norteamericano, sino empaparse del e-commerce y dar los primeros pasos en la transformación digital.

Durante ocho meses aprendieron de los conceptos del e-commerce, sobre cómo hacer descripciones de productos, cuáles especificaciones son relevantes para publicar y cómo tomar fotografías de sus tablas. Patricio Toledo recalca que las imágenes fue una de las cosas más importantes, pues allí entendió cómo poder hacerlas con calidad y qué tipo de fotos vienen mejor.

Por ejemplo, hay algunas que es mejor que vayan en fondo blanco y otras que estén en contexto cotidiano de su uso. “Aprendimos y las aplicamos”, dice orgulloso.

La tabla de cocina fue el primer objeto que hicieron. Lo crearon a partir de despuntes de madera y una técnica que permite ir uniéndolos entre sí, lo que le da firmeza y evita que se produzcan residuos.

Gracias a ello pudieron sacar ventaja cuando llegó la pandemia. Toledo aclara: “No estábamos totalmente desarrollados ahí, pero sí sabíamos muchas cosas ya. Teníamos automatizados algunos procesos, como el de despacho y nos dimos cuenta, gracias a Amazon, que era mucho más fácil vender por ahí que haber partido primero con una página propia. Nos enseñó a llegar al mercado”.

Uno de los fenómenos del que sacaron provecho fue el hábito de las personas durante la pandemia de amasar su propio pan. En pleno confinamiento, Katherine le pidió a Patricio una tabla para amasar, muy usada antiguamente en las casas chilenas. Toledo fue al taller, diseñó el modelo, tomó las herramientas, juntó los trozos de madera y, como ya estaba ahí, aprovechó de hacer cinco. Llegó a su hogar, las subió a la cuenta de Instagram y en 20 minutos las había vendido todas.

Sin querer, se convirtió en el artículo más vendido de esta marca.

Patricio Toledo dice que no hay ningún secreto detrás de Woodnic. Trabajo, buenas ideas, buena calidad y la sustentabilidad son las cosas que caracterizan a la marca. En su taller trabaja él a tiempo completo, pero recibe constantemente a practicantes y pasantes de la carrera de Diseño. A ellos y ellas se les enseña cómo hacerle el control de calidad a los despuntes, cómo medir la humedad de la madera –que debe ser de un 12% como máximo– y cómo confeccionar los implementos. Tal como aprendieron ellos y tal como lo llevan haciendo, con éxito, durante más de un lustro.

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