Woodstock: la historia de un amor 50 años después

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Esa mañana de 1969, la pareja jamás se enteró de que una cámara los había apuntado. Y tampoco intuyeron que seguirían juntos el resto de sus vidas.


Es la escena más icónica entre la multitud que asistió al festival de Woodstock entre el 15 y el 18 de agosto de 1969. Es una de las imágenes más reproducidas del siglo XX para ilustrar la fraternidad y el esplendor del movimiento hippie que cerró los 60. Es la postal que el mundo conoció un año después, cuando apareció en la portada de uno de los discos más legendarios del rock clásico, aquel que resumía los mejores shows del evento encabezado por Jimi Hendrix, Santana, The Who y Joe Cocker. Es la razón por la que sus protagonistas han recibido cientos de llamadas en las últimas semanas solicitándoles alguna entrevista para rememorar los 50 años del hito.

Pero cuando a Nick Ercoline -quien en la fotografía abraza con una frazada a su actual esposa, Bobbi Kelly, donde parece protegerla del frío y el caos de Woodstock- le preguntan qué recuerda de ese momento exacto, él simplemente responde a La Tercera desde Nueva York: "Nada. No recuerdo absolutamente nada. Ni yo ni ella. Fue simplemente abrazarla. Y esa pose la puedes presenciar todas las mañanas en mi cocina, en nuestro dormitorio, en las noches antes de irnos a la cama o cuando nos levantamos. Ahí nos damos un abrazo y un beso, igual que esa vez".

Esa mañana de 1969, la pareja jamás se enteró de que una cámara los había apuntado. Y tampoco intuyeron que seguirían juntos el resto de sus vidas.

Mi verano del amor

Nick y Bobbi se vieron por primera vez seis meses antes del festín musical, cuando apenas tenían 20 años. No eran hippies. No se ataban cintillos de flores ni vestían túnicas caleidoscópicas. Nunca habían consumido LSD ni guardaban relatos de hijos forajidos escapando de sus casas para zafar del yugo paterno. "Yo era un estudiante universitario y tenía dos trabajos para ganar algo de dinero: durante el día hacía una labor pequeña en la construcción y en la noche atendía la barra de un bar en Nueva York llamado Dino's. Ella trabajaba a tiempo completo en un banco y vivía en un departamento con su primo. Por mi parte, yo seguía viviendo en la casa de mis padres", relata Ercoline.

Por esos días, Bobbi iba habitualmente al local atendido por su futura pareja, ya que estaba de novia con uno de los garzones. Como una suerte de estrategia, el mozo le pedía que cada noche lo esperara sentada en la barra, así podía tenerla más cerca y le podía decir al barman, Nick, que la entretuviera. Pero en el amor, las estrategias casi siempre conducen a desenlaces insospechados: de tanto conversar todos los días, Bobbi y Nick se enamoraron perdidamente. Ella dejó a su novio y en mayo de 1969 comenzaron su relación. "Era una rubia hermosa y se me cayó la mandíbula la primera vez que la vi", recuerda Nick, hoy jubilado luego de trabajar como carpintero y conserje.

La tarde del viernes 15 de agosto de ese año, justo el día debut de Woodstock, ambos estaban sentados en el bar de siempre escuchando la radio, cuando el noticiario informó que aquel festival que se desarrollaba en una granja en la localidad de Bethel, a pocos kilómetros de distancia, ya era un absoluto hervidero, con una muchedumbre que se colaba por todos lados, una organización desbordada y, por sobre todo, un banquete colosal de drogas y alcohol.

"Lo que más decían en la radio era: 'si tienes pensado venir, mejor no vengas. Esto es una locura que se salió de control'. Pero teníamos 20 años y cuando alguien de esa edad escucha eso, ¿qué esperas que haga? Obviamente, fuimos. Pero no por ser hippies, sino porque sentimos que era algo que no viviríamos nunca más. Queríamos ser testigos de un hecho irrepetible", detalla. Un día después, partieron junto a otros tres amigos al lugar. Entre ellos estaba Jim Corcoran, quien recién había llegado de la guerra de Vietnam y que prestó la camioneta de su madre para la travesía. Como todos conocían el área, tomaron rutas alternativas para esquivar al gentío.

Llegaron y pasaron la noche entre carpas, casas rodantes, guitarreos, excesos y algunos shows que se podían ver muy desde lejos ("el de Sly and the Family Stone fue grandioso", precisa). En el amanecer, cuando tocaba Jefferson Airplane, una de las bandas emblemáticas de la era de las flores, Bobbi y Nick despertaron, se levantaron, sintieron frío, recogieron una manta polvorienta arrojada entre la muchedumbre y alguien cerca de ellos hizo clic: fue el minuto de la fotografía con que ingresarían a la historia.

Ese tercer eslabón del acto fue Burk Uzzle, fotógrafo de la agencia Magnum que asistió como freelance tras rechazar un encargo de la revista Newsweek, ya que deseaba ir con su familia, sumergirse en el frenesí como uno más y capturar instantáneas de la gente antes que de los músicos. "Siempre elegí fotografiar eventos importantes, como Woodstock o el funeral de Martin Luther King, estrictamente por mi cuenta, sin aceptar las asignaciones de la revista. Ello, porque los editores siempre insisten con decirme qué debo hacer y cómo lo debo hacer. Eso sofoca la creatividad. Y por eso mis fotos de Woodstock son tan únicas. La verdadera historia de ese festival estuvo en la gente y no en la música", asegura también a este diario desde su casa en Carolina del Norte.

Luego sigue: "A esta pareja la vi a cierta distancia, muy temprano en la mañana, mientras la mayoría de la gente dormía. Lo que me atrajo fue esa imagen tan hermosa y poética que se aprecia cuando se abrazan. Me gustaba la filosofía de los hippies de sentirse libres, pero nunca fui parte de ellos. Nunca en mi vida he consumido alguna droga". De alguna manera, uno de los retratos definitivos del hippismo y de la contracultura de los 60 entrelazó a tres personas que nunca habían fumado marihuana y que nunca cultivaron un interés profundo por su credo idealista y libertario.

Cuando el evento concluyó, Uzzle vendió la fotografía para la carátula del disco bautizado como Woodstock: music from the original soundtrack and more (1970). "Nunca esperé que esa escena fuera a tener tal alcance. Nunca juzgo el futuro de una fotografía hasta que la veo procesada e impresa", define el profesional.

Bobbi y Nick también se habían olvidado de Woodstock. Hasta que un año después, su amigo Corcoran llegó con el álbum y, cuando lo escuchaban y uno de ellos estaba mirando la portada, advirtieron lo increíble: la pareja era la imagen central del registro. ¿Y cómo lo comprobaron sin tener dudas? Simple: la fotografía muestra al costado una mariposa amarilla de plástico que es la misma que el grupo de amigos trasladó en todo el evento. Pero en el caso de Nick, la preocupación era otra. Como un joven de bien, jamás le había contado a sus padres que se había escapado a Woodstock con su patota. Ante la fama fortuita, al parecer había llegado el instante de confesar el pecado.

"Al observar el disco, tardamos unos minutos en corroborar que éramos nosotros. Luego salimos a contárselo a todos nuestros cercanos. Pero no hicimos más, qué carajo íbamos a saber de los pasos a seguir, éramos unos veinteañeros", completa Ercoline. En efecto, la historia del matrimonio y su vínculo con la imagen recién fue conocida públicamente en 1989, cuando la revista Life hizo un especial por los 20 años del festival.

En estas últimas cinco décadas, jamás han ganado dinero ni han cobrado derechos de imagen. "No hemos recibido ni cinco centavos. Cuando la revista Life descubrió nuestra historia, nos contactaron muchos abogados de derechos de autor que querían representarnos. Y como estábamos criando una familia, no teníamos el tiempo para meternos en eso. Queríamos estar en sincronía con el espíritu de Woodstock, así que jamás exigimos dinero por la foto".

Para Nick, la ganancia fue por otro lado: "Todavía duermo cada noche con mi esposa abrazados como esa vez en Woodstock. Es mi chica. ¿Qué más podría pedir?".

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