Culto

El día en que Gustavo Cerati quiso cantar en Vichuquén

En 1998 el argentino -que ha vuelto a ser noticia con el show Ecos que viene al Movistar Arena- llamó al municipio de la zona maulina con la intención de ser parte de la “Fiesta de la Bruja del Lago”. Una joven secretaria se vio entre un ex Soda Stereo decidido a cantar y un alcalde impávido ante la situación. Vecinos de la localidad recuerdan sus encuentros con el músico, en un lazo mucho más profundo que sólo un lugar de veraneo.

El día en que Gustavo Cerati quiso cantar en Vichuquén

Diez de la mañana, Vichuquén, Región del Maule. “Buenos días, ¿qué tal? Soy Gustavo Cerati y me gustaría tener una audiencia con el alcalde”. Del otro lado de la línea, la joven secretaria Eugenia Rivera, de la municipalidad de la zona, responde con nerviosismo y asombro: “Don Lautaro está ocupado”, pero dice que lo puede llamar en media hora. Cerati responde: “Okey, saludos, te telefoneo luego”. Eugenia sabe quién es Cerati: en el aire queda suspenso y nerviosismo. Es pleno verano de 1998.

“Me impactó su vozarrón; nunca más he oído a alguien hablar así y con tanta seguridad”, recuerda hoy Rivera, quien agrega que luego de esa primera llamada quedó en shock.

“Claro que fui a hablar con el alcalde de ese momento, Lautaro Calquín, para explicarle que Gustavo Cerati quería conversar con él. Lamentablemente, el edil no sabía quién era Cerati, pero pensé que con el pasar de las horas iba a reaccionar. Además, Gustavo había quedado de llamar de nuevo”, agrega Rivera, quien había mantenido esta historia sólo entre su círculo más cercano por miedo a que no le dieran crédito al relato.

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Un lago en el cielo

La historia de Gustavo llamando a la Municipalidad de Vichuquén data de 1998, cuando ya había dejado atrás su pasado junto a Soda Stereo con el famoso “gracias totales” y se embarcaba en su carrera solista. Luego de casarse con la audiovisualista y modelo chilena Cecilia Amenábar Granella en 1993, el músico comenzó a frecuentar la casa de los Granella a orillas del Lago Vichuquén, en el sector de La Quesería. Cerati se fue enamorando de la zona por la sencillez de su gente, los maravillosos paisajes, la paz que irradiaba su naturaleza y la libertad de poder pasear por el pueblo sin ser abordado por periodistas ni fans desesperados.

Cerati venia de “En remolinos” existenciales desde 1992. El cantante en plena gira del experimental Dynamo (1992), optó por no seguir el último tramo de la presentación del disco, dejando varias fechas pendientes en España y Estados Unidos.

“Gus” transitaba por un amargo duelo ante la muerte de su padre Juan Cerati. Al mismo tiempo, el músico estaba agotado de las extensas giras, diferencias con su discográfica, rutinas y tensiones con sus compañeros de Soda, Zeta Bosio y Charly Alberti. Cerati buscaba un respiro y lo encontró junto a Cecilia Amenábar —antes fan, ahora pareja—, quien a su vez esperaba al primogénito Benito.

Cerati se alejó del círculo de Soda Stereo y Buenos Aires para iniciar una “nueva vida” en Santiago por casi dos años. Se casó con Amenábar en la iglesia de Pedro de Valdivia Norte. Antes de la ceremonia sonaba un disco de la banda de Peter Kember, Spectrum (Soul Kiss). La celebración fue en el Club de Polo de Vitacura, lugar que nunca más haría este tipo de fiestas producto de los disturbios entre chilenos y argentinos que se armó en la madrugada.

Si Buenos Aires era La ciudad de la furia, en el Santiago de 1993, Cerati halló tranquilidad: otro aire, otra música, otra bohemia. Recorrió barrios de Providencia, montó un estudio en su departamento y frecuentó la naciente escena electrónica… Pero más al sur descubrió un rincón mítico: el Lago Vichuquén.

El avión se va

Cerati y Amenábar viajaban en un pequeño avión desde Tobalaba al aeródromo Torca, el que queda muy cerca de la casa de los Granella en Vichuquén. A veces lo hacían por tierra considerando algunas paradas como la de detenerse a comprar sandias en Paine. El músico era reconocido, algo que Cerati se tomaba con cariño y buena disposición. La casa de los Granella fue refugio habitual para Gustavo desde 1993.

Allí, algunos primos de Amenábar lo molestaban por sus collares. “¡Cuídate, que este tiene poderes!”, respondía bromeando. “El chileno es más respetuoso, te abordan de otra forma, en Buenos Aires son más invasivos”, declaraba Cerati por esos años ante su amor por Chile.

“A Gustavo le gustaba el campo, las gallinas, todo lo que fuera del pueblo lo fascinaba”, explica Cecilia Amenábar escuetamente. La familia de Cecilia también cuidaba mucho a Gustavo, en torno al personaje que encarnaba en sí mismo. “Me gustó que acá se sumara como uno más del grupo, eso lo hizo bajar un cambio”, añade Amenábar.

Constelación

El amor entre Cerati y Vichuquén es más profundo de lo que aparentaban sólo ser unas vacaciones. Hoy los habitantes de la zona Maulina recuerdan a un Gustavo cercano, respetuoso, muy buen conversador de cualquier tema, siempre con mate en mano, caminando relajado y descalzo por la orilla del lago. Otros recuerdan sus paseos en bicicleta o trotando hacia la costa de Llico.

“Una prima santiaguina me tomó del brazo y me dijo exaltada que ahí estaba Cerati. ‘¿Quién es Cerati?’, le respondí. Con el tiempo entendí su dimensión, pero siempre lo vimos cercano, un padre cariñoso, un tipo muy amable”, explica el encargado de Turismo de la Municipalidad de Vichuquén, Gonzalo Leiva, quien vivía cerca de la casa de los Granella y desde pequeño se topaba a menudo con el ex Soda.

El autor de Amor amarillo se enamoró de Vichuquén: de su aire, su aroma, su calma, su gente. Era un fan obsesivo del pastel de choclo que cocinaba la señora Elsa Cáceres, conocida vecina del sector. “Le encantaba el pastel de choclo, sobre todo la crema, las empanadas, los pasteles. Me decía ‘Elsita por favor hacéme unas masas de esas divinas que sólo vos sabes hacer”, comenta la comerciante, quien recuerda con cariño a la familia Cerati Amenábar. “Todos eran hermosos, Cecilia, sus hijos, yo era feliz de recibirlos, él era muy especial”, añade Elsa Cáceres.

El nieto de Cáceres, el hoy transportista Cristian López, profundiza el vínculo: “Salíamos a jugar o pasear en bicicleta con Benito y Lisa. Recuerdo a Gustavo trayéndonos ropa de regalo, siempre muy amable y cercano. Cuando me fui a estudiar a Curicó, mis amigos no me creían cuando les decía que Cerati era mi vecino”, acota López, sonriendo.

Eduardo Vélez, también habitante de Vichuquén, es otro vecino muy querido por la familia Cerati Amenábar. Vélez realiza hoy constantes trabajos de mantención en la casa de los Granella. “Lo vi muchas veces componiendo junto al lago con una guitarra de madera, a veces muy temprano. Era famoso su piquero en el lago y luego ponerse a guitarrear. Compartía mucho con sus hijos, tocando en la terraza. Yo sacaba a pasear a caballo a Benito y Lisa. Creo que una vez trajo algo como un piano con otros músicos y hacían música que parecía de otro planeta. Era curioso, siempre preguntaba de todo. Una persona inquieta en el buen sentido”, agrega “Caco”.

Crema de Estrellas

Uno de los acompañantes frecuentes del argentino en Vichuquén era el arquitecto, músico y amigo Christian Powditch, quien recuerda los viajes al lugar como el gran refugio de Cerati en Chile: “Gustavo se sentía como en el patio de su casa en Buenos Aires; nadie lo molestaba ni había un acoso a su persona. Allí salía el Gustavo cotidiano con quien podías ir al pueblo a comprar bebidas, pintura o alambre púa para hacer algún arreglo en la casa. Gus era cero divo y en Vichuquén eso se acentuó más, aunque nunca dejaba de hacer música”, dice el músico chileno, con quien formó la hoy banda de culto Plan V, discos que serán reeditados el próximo año según comenta Powditch.

“En Vichuquén los primos de Cecilia tenían instrumentos: un bajo, una batería, guitarras, algún teclado. Lo vi llevar hasta su famosa MPC con la que Gustavo sampleaba y grababa fragmentos que aparecían en las sesiones. Entre tanto descanso, obviamente terminábamos tocando cualquier cosa, y Gus, cuando alguna idea le parecía interesante, la registraba. Anda tú a saber a dónde fueron a parar esos fragmentos, pero sin duda en Bocanada o Siempre es hoy hay algo de esas sesiones jam en la casa de Vichuquén”, agrega el ex Plan V.

Además de Powditch, también llegaban músicos de la banda de Cerati como Flavio Etcheto, Leandro Fresco, Fernando Nalé o Pedro Moscuzza, quienes compartían amistad con Cecilia Amenábar; por lo tanto, las sesiones improvisadas estaban a la orden del día. “Evidentemente Gustavo tomaba la guitarra; era difícil que alguien más se atreviera a ocupar ese lugar, aunque también lo podías ver con un bongó, desde allí surgían ideas de diversos estilos”, añade Powditch.

“Ahí en el lago escuchábamos mucha música con Gustavo y Cecilia: Spacemen 3 y su disco Recurring, Flyer Saucer Attack, Spiritualized, Ultramarine, Aphex Twin, The Orb Juaneco, Andrés Landero, entre otros artistas. Gustavo me pedía música nueva, así que yo llevaba CDs para allá. Aparte, había unos vinilos antiguos de la familia de Cecilia, por lo tanto, la melomanía era alta en Vichuquén”, rememora Powditch.

Algunas ideas de Amor Amarillo (1993) y Sueño Stereo (1995) también nacieron en Vichuquén. Canciones como Lisa o Crema de estrellas parecen pintadas para ese paisaje. Años después, Lago en el cielo (Ahí vamos, 2005) se interpretó como un guiño directo al lugar. “Lago en el cielo es un lugar donde siempre quiero estar, con esa calma”, afirmó a los medios durante esa gira. El lazo maulino vuelve a aparecer en Raíz (Bocanada, 1999), canción que contiene un sampler de Del aire al aire de Los Jaivas, inspirada en Neruda, nacido en Parral.

El autor del libro Te Conozco de Otra Vida: Cerati en Chile”, Nelson González, da fe del gran refugio de calma que fue Vichuquén para Gustavo. “En Crema de estrellas habla de una noche especial que sobre el lago resplandece. Además de la quietud, ese ‘cuerpo lunar’ es por los lunares de Cecilia, que a Gustavo le encantaban”. “Era un lugar especial para Gustavo, una suerte de paraíso, también lo fue Santiago. Cerati buscaba paz luego de años junto a la histeria de Soda Stereo, además que se enamoró profundamente de Cecilia Amenábar, era como el paisaje ideal”, añade el periodista.

Son las 12, te llamé

1998 Media mañana en Vichuquén. Gustavo vuelve a llamar por segunda vez a la municipalidad. Eugenia Rivera vuelve a contestar. Esta vez, Cerati fue más directo: “Para la segunda llamada me explicó que quería colaborar en la Fiesta de la Bruja del Lago de Vichuquén tocando —obviamente gratis—, pero que antes debía conversar con el alcalde para ver los pormenores de su participación”, narra Rivera.

La Fiesta de la Bruja del Lago de Vichuquén era un festival que se realizaba en el gimnasio de la localidad y que animaba César Antonio Santis. Allí participaban bandas y solistas nacionales. Cerati quería dar una sorpresa y subir en formato medio acústico para interpretar algunas canciones.

“Le expliqué al alcalde quién era Gustavo, le canté De música ligera, me quedó mirando y no me dio una respuesta clara. Le comenté que Cerati volvería a llamar y que era muy conocido en toda Latinoamérica, pero el alcalde se mostró incrédulo. Yo no supe mucho qué hacer, aparte sabía que Gustavo llamaría de nuevo”, comenta Rivera.

“No me cabe duda de que así fue, porque Gustavo, cuando se le cruzaba una idea, se movía por cielo, mar y tierra. Él amaba Vichuquén, por ende, seguro quería cantar junto a Cecilia o quizás con Flavio. Algo tendría en mente, no lo dudo”, asegura Powditch.

El periodista Iván Valenzuela también fue testigo del amor de Cerati por Vichuquen. “Realmente le gustaba estar allí, nos topamos un par de veces, era un excelente vecino, gran conversador”, acota el profesional.

“Al tercer llamado, dentro de su cordialidad, subió un poco más el tono, quizás cansado de que, siendo una figura del rock latino, no recibiera el trato que merecía”, comenta Eugenia, quien dice que luego el músico no insistió más y que aún se pregunta qué debería haber hecho ante la indiferencia del edil. “Mi hermano dice que no supe gestionarlo, pero en esa época era mucho más joven y convencer a un alcalde no es tan simple. Aparte yo sabía que era realmente Cerati, lo había visto en lancha junto a Cecilia o una vez caminando abrazados por Vichuquén muy piolas”, recuerda Eugenia Rivera.

La familia del edil da sus excusas: hoy don Lautaro tiene avanzada edad y dudan que recuerde el episodio, por lo cual prefieren no exponerlo a la consulta sobre la petición de Cerati. “Yo creo que no supo quién era. Como muchos acá en Vichuquén, se lo topaban y no sabían quién era”, reflexiona Eugenia.

Una revancha

Olvidado el concierto frustrado, Cerati se tomó una especie de revancha en Vichuquén. En el verano de 2002, a uno de los niños del sector le habían regalado una guitarra Stratocaster de la marca Santana, además de un pequeño amplificador. Sabiendo que tenían a Cerati de vecino, lo fueron a encarar para un mini recital. Todo en pro de celebrar la nueva guitarra eléctrica.

Cerati, ante el entusiasmo de los niños, cedió a tocar: ¡Canciones a pedido! El público se inclinó por los clásicos de Soda, así sonaron De música ligera en una versión más lenta, Té para tres, Entre caníbales y Juego de seducción con un toque más dream pop. Un Benito de 9 años observaba atento el concierto.

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Ecos

Tras la separación de Cerati y Amenábar, el músico volvió a visitar el lago en un par de oportunidades, sobre todo por sus hijos. En 2010 estuvo muy preocupado por Chile y Vichuquén tras el terremoto del 27 de febrero de ese año.

Cerati fue uno de los organizadores del festival Argentina abraza a Chile y el primer artista en enviar un saludo a nuestro país, poniéndose a disposición para ayudar. “Gustavo fue el primero en llamarme para el terremoto, hasta terminé hablando con Don Francisco porque quería hacer un concierto en Chile para ayudar. Estaba muy preocupado por Vichuquén, Llico y ayudó de manera privada a la localidad”, recuerda Powditch.

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“No es decirlo por decir: Cerati es querido por Vichuquén y su familia lo sabe. Creemos que aquí Gustavo se mostró en su lado más íntimo y amable, lejos de la fama. Además, hizo canciones aquí, realmente creo que Cerati conectó no sólo con el paisaje, si no con la gente de Vichuquén”, concluye Leiva.

Con su muerte, el 4 de septiembre de 2014, el Lago Vichuquén quedó como un testigo natural de las canciones que allí nacieron y de los paseos de Gustavo Cerati mirando el cielo. Quizás por eso, cada vez que suenan Crema de estrellas o Lago en el cielo, uno lo imagina allí: descalzo, en silencio, dejándose llevar por la música.

El propio artista “revivirá” en los próximos días: su figura será parte del show Ecos -junto a los otros sobrevivientes- que ya cuenta tres shows en el Movistar Arena para el 26, 27 y 28 de marzo (Puntoticket).

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