
Los Tres y los 30 años de La Espada & la Pared en Movistar Arena: la clase en el cuerpo
Precisión y sobriedad, los habituales ejes de los shows del grupo penquista, marcaron la celebración de su disco clave de los 90'. Algunos temas menos habituales acusaron la falta de rodaje, pero el grupo resolvió con oficio. La invitación a Gepe, le sumó un color distinto, aunque se extrañó la no inclusión del cover de All tomorrow's parties.

El principio es al final. El regreso de Los Tres con su formación original coincidió con una época en que las efemérides e hitos en las carreras de la bandas, pueden volverse experiencias artísticas de pleno derecho. Y aunque su propuesta escénica es siempre sobria, la celebración de los 30 años de La espada & la pared, la noche del sábado 28 en el Movistar Arena, fue una noche cargada a la nostalgia.
Con unos 10 minutos de retraso en el arranque, a causa de la gente que llegó encima de la hora, el grupo ofreció un show dividido en dos partes. La primera, la celebración del afamado disco de 1995, interpretado al completo y en el mismo orden en que está dispuesto. Un desafío para la banda. Aunque hay ineludibles que siempre están en sus show, hay temas que no tocaban hace años y responden a una época en que los músicos tenían otros intereses.

En el arranque, dos de los temas más conocidos del catálogo de los penquistas, Déjate caer y Hojas de té, sonaron bien afiatadas, gracias al rodaje que les ha dado su presencia permanente en los sets de directo del conjunto. Pero aunque conocidas, la experiencia marcó el tono de la noche; el álbum de 1995 es de los favoritos del público, en su mayoría adulto y sub 40 que repletó el Movistar. El ambiente era de celebración y eso quedó claro desde el primer acorde.
Los Tres le pusieron música a la acartonada transición, y junto a La Ley (con quienes coincidían en sus respectivas salas de ensayo en Balmaceda 1215) colocaron en el centro de sus proyectos el profesionalismo y la competencia como artistas. El virtuosismo de Parra, Lindl y Molina estaba puesto al servicio del cancionero de vocación popular que firmó Henríquez. Ese es el habitual eje del directo del grupo.
Por ello, sus shows habitualmente se concentran en la experiencia musical. Pero este, al ser referido a un hito, permitió un despliegue algo más desarrollado; la imagen de la portada (el retrato de Nadia Repina de Ilya Yefimovich Repin, 1881) se proyectó al fondo del escenario, alternando con referencias al clip de La Espada.
Al tocar la canción que titula al álbum, Henríquez prescinde de la guitarra acústica (toca una eléctrica Gretsch G6120T-HR Brian Setzer Signature). Como lo han hecho desde los shows de la Revuelta, prefieren trabajar todos los arreglos entre los cuatro músicos originales. Comprensible, pero eso mueve a Ángel Parra hacia otra dirección en su trabajo de guitarras. Quizás como era un hito, no era mala idea haber sumado a Cuti Aste, su usual apoyo a comienzos de los 90′.

Luego llegan las canciones menos habituales. Pasa Dos en uno, una de las favoritas del respetable, en que Los Tres desarrollan una peculiar incursión por el funk, alternando segmentos más ruidosos. Es decir, esa canción, recogió la dinámica del rock alternativo de la época. Como es más acompasada, le viene muy bien a los músicos mayores que son hoy; Parra colabora en las voces y Titae sostiene el tema sobre un riff de bajo que suena contundente. Destacar el trabajo de sonido y de iluminación que le dio un marco especial a la noche.
Pasa Te desheredo, una de las mejores canciones de Henríquez. Melancólica y oscura, también desarrolla la idea de los segmentos más limpios contrastando con la oscuridad de la parte C. Es probablemente la composición más Jeff Buckley de Los Tres. Nuevamente, Henríquez (con una melena que recordó su look de la época) prescinde de la guitarra acústica, como lo hacía en los 90′.
En esa canción, Parra, repasa sus arreglos más atmosféricos y despliega todo su virtuosismo en la cascada de fraseos en la coda. Y mantiene su tradición de desarrollar un solo que suena casi como otra canción, dentro de la canción (el que tocó en el disco en vivo Freno de mano, es todavía insuperable) Y por su lado, Molina demuestra que su presencia en esas canciones le dan otra cosa al grupo; como en los viejos tiempos, toca con los mazos.
Luego llega otro momento funk, Partir de cero, una canción sostenida en un intrincado fraseo de guitarras y bajo. En su juventud en los 90′, el conjunto siempre le imprimía groove. Claramente ese es el foco en esta noche. Pero llega una sorpresa con la invitación a Gepe. No es el nombre más cercano al estilo de Los Tres, pero sí en cuanto a su vocación masiva. Y aunque olvidó algunas líneas de la letra, el sanmiguelino aportó con oficio y un color distinto en la voz.

Gepe se quedó en el escenario para cantar Moizéfala. Ahí sonó más cómodo; es una canción más cercana a su trabajo lo que le permitió imprimirle una mejor interpretación. Lo apoyó mucho el público. Es que es probablemente el mayor single que no fue, en la historia de Los Tres. De todas formas, ya habían presentado un ejercicio similar en su disco en vivo Rarezas (2023), cuando invitaron a la cantante Jazmín Gómez.
Siguieron con la bella instrumental V&V. Un tema que el grupo ensayó para los shows de Revuelta, pero no la incluyeron. Habitualmente, está rezagada tras las instrumentales más populares de la banda, como Follaje en el invernadero y Claus.
Los puristas quedarán tranquilos al notar que, tal como en esos días, Titae tocó su lucida línea de contrabajo. Parra debe hacer un trabajo intenso, alternando entre fraseos y las estiradas de inspiración hawaiana en el slide (la grabación original tiene al menos 3 guitarras), que le da un aire a la legendaria Playa solitaria de Los Rockets. Sonó muy similar a las versiones noventeras (por ejemplo, el registro del lanzamiento del álbum en una capilla de Colina en 1995).
Pasó el momento más acústico, al tocar Me rompió el corazón. Parra tocó la guitarra de 12 cuerdas, evocando los arreglos de mandolina (ahí se extrañó la posibilidad de invitar a Antonio Restucci), y Lindl se mantuvo en el contrabajo. Molina, por su lado, volvió a tocar con mazos, aprovechando el sonido de sus platillos brillantes. Y aunque la sacaron adelante, es claro que le faltaba algo de rodaje. Lo irá ganando si Los Tres la mantienen en su repertorio de directo.
Para el cierre del bloque aniversario, depacharon su clásica versión de Tu cariño se me va de Buddy Richard, a pulso más rápido que en el álbum. Ahora es más habitual, pero en esa época, revivir un tema antiguo, de un cantante de vocación pop, era toda una rareza. De allí que esa canción es asimismo un reafirmación del arrojo que tenía la banda en sus años de gloria.
Y así, en poco menos de una hora, Los Tres despacharon con cierta premura el repertorio de La espada & la pared. La mayor sorpresa fue que no incluyeron la canción que cierra el disco, el cover de All tomorrow’s parties, de Velvet Underground, el que sonó en la música envasada del intermedio, casi como una compensación. Aquel track era más crudo (de hecho, al final se puede escuchar comentarios del mismo Henríquez), probablemente, más cercano a lo que hicieron años después en Fome, con Parra y Henríquez sumando guitarras con phaser. Una decisión que generó preguntas entre el público.
Luego de un intermedio, Los Tres volvieron al escenario para tocar un set de 13 temas, en que repasaron su trayectoria. Arrancando con Gato x liebre, con su habitual segmento en que Henríquez y Parra despliegan sendos solos, como en un diálogo guitarrero.
En esta sección se vieron más cómodos. Es un material que ya vienen tocando en sus shows, y está mucho más aceitado. Pasaron temas como La torre de Babel, De hacerse se va a hacer, el habitual segmento de cuecas, y el cierre con su incursión grunge de No sabes que desperdicio tengo en el alma. El público aplaudió con la satisfacción de recordar un episodio clave en la música popular chilena. Y no son palabras al pasar.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.