Cristián Bellei: “La lección no es que se puede reemplazar el aula por el Zoom. Es al revés”

Este año aprendimos cuán importantes son las escuelas, dice el investigador del CIAE, quien duda que esta vaya a ser una generación en desventaja. Al contrario, cree que está conectada al siglo XXI.


Este no es el momento de los conocimientos cognitivos. Es el tiempo del aprendizaje socioemocional, de las habilidades del siglo XXI. Así lo define Cristián Bellei, sociólogo, investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile y doctor en Educación de Harvard, autor de la encuesta que reveló que un cuarto de los escolares destinó este año menos de una hora diaria a estudiar. El problema es que el panorama podría repetirse en 2021. ¿Qué aprendizaje pueden sacar los colegios de todo esto? En esta entrevista, cuestiona algunas decisiones que tomaron las autoridades y descarta que esta vaya a ser una generación perdida. “El futuro puede ser mejor de lo que podemos predecir”, dice.

-Los colegios tuvieron que adaptarse rápidamente a las clases a distancia. ¿Cree que lo lograron?

-Las situaciones son muy contrastantes. En los sectores donde había una mejor situación de conectividad, más recursos, se pudo emular una dinámica educativa persistente, con grados de intensidad incluso exagerados según algunas madres. Nuestra encuesta mostró que en esos sectores la respuesta de los colegios fue rápida; en abril, el 80% de las escuelas había tomado contacto con las familias. Pero en otros sectores, había falta de conectividad y de recursos. Y la cadena requiere que los eslabones funcionen, pero siempre va a ser tan fuerte como el eslabón más débil. Las escuelas hicieron esfuerzos, pero los hogares eran muy frágiles, había computadores, pero una conexión mala, o poco espacio para estudiar, o tenían todo, pero los niños estaban angustiados y desmotivados... era muy fácil que esto no fluyera. En esos casos, vemos una participación marginal y una especie de deserción en la práctica.

-¿Fue un año escolar peor de lo que pensaba que sería en marzo?

-Es difícil apreciar eso, porque la situación fue muy extraordinaria, sin parangones. El mundo ha tenido pocas situaciones calamitosas que interrumpan el servicio tan masivamente. Diría que la reacción de las autoridades fue sinuosa, con idas y vueltas, lo que contribuyó a perder tiempo y energías. No quiero decir que todos teníamos claro en marzo cómo iba a ser este año, pero en abril y mayo era evidente que había que prepararse para la educación a distancia a largo plazo, que el énfasis tenía que estar en los aspectos socioemocionales y en el apoyo a las familias, y estresarse menos por la pérdida de los aprendizajes. El Mineduc equivocó en esos meses la orientación, adelantaron las vacaciones y armaron un plan de retorno a clases para mayo, que ahora parece casi una broma. Eso desconcertó al sistema y no nos organizamos. En el segundo semestre, el ministerio presionó a las comunidades para volver a clases, sin generar condiciones de participación, legitimidad y confianza, terminando en una guerrilla con el Colegio de Profesores.

-A su juicio, ¿Al ministerio le faltó una mirada de largo plazo?

-Subestimó la importancia de hacer bien lo posible dentro de estas condiciones, y eso significaba apoyar a las familias para una prolongada ausencia. Las señales fueron equívocas, querían hacer el Simce, mantuvieron una priorización curricular de recuperación de contenidos y la idea de la repetición de curso, publicaron estudios sobre el aprendizaje que se iba a perder, cosas que estresan al sistema en medio de una tragedia. Les faltó más sensibilidad y conexión con las comunidades, se vio el problema de la vuelta a clases como si fuera de flojera, de gente que se acomodó en la casa. Como si los profesores estuvieran con pijama en sus casas, una cosa absurda e insultante. Es ofensivo para una familia que ve a su niño desmotivado, que le cuesta conectarse. Lo que hará que la gente vuelva al colegio es la confianza con las comunidades, no las órdenes.

-¿Qué lecciones sacan los colegios de esta nueva forma que tuvieron de enseñar?

-Tenemos una educación desbalanceada en el énfasis de contenidos académicos más cognitivos. Nuestra adoración por las pruebas estandarizadas y el ranking nos ha jugado una mala pasada y eso quedó claro en la pandemia. Las habilidades para la vida incluyen habilidades interpersonales, el conocimiento de sí mismo, la capacidad de autoevaluarse, de tener un proyecto de vida, de darle sentido a las cosas, y la dimensión social, como la capacidad de comunicación y empatía. La confianza en otros. La subvaloración de todo eso nos pasó la cuenta, porque con la pandemia la tendencia fue rescatar las prioridades que teníamos antes. Esas dimensiones eran las más importantes este año, que son las habilidades para el siglo XXI. La gran lección es no tener nunca más una educación solamente de contenidos. Y lo segundo importante es la relevancia del vínculo. La escuela es un espacio de socialización, porque está hecha para abrir los horizontes de los niños más allá de los sesgos de sus familias. A los niños, las familias les transmitimos amor, pero también nuestras limitaciones, y la escuela equilibra eso, porque los abre a la sociedad. Este año, aprendimos cuán importante era eso al no tener la escuela. Esa es la segunda lección: nunca más solos.

-¿Hay metodologías de enseñanza novedosas que haya visto este año?

-Algunos colegios recuperaron su noción de centro comunitario, porque sus equipos hicieron catastros de las familias. Se reconectaron, lo que supuso organizar la convivencia de pequeños grupos, como entre las familias que vivían cerca, para que se preocupen entre ellos. Es clave sostener eso para evitar la deserción. En términos de enseñanza, lo que destacan los profesores es la importancia de la integración curricular, una idea que circula hace décadas, en la que distintas asignaturas convergen. Eso genera habilidades múltiples y es entretenido para los estudiantes, porque la realidad no está separada en asignaturas, sino que es integral.

-Si el próximo año seguiremos en pandemia, ¿cómo se pueden reabrir las escuelas?

-Será importante organizar la modalidad híbrida, lo que supone recursos para equiparse y para tener una nueva organización. También es relevante ver qué es prioritario en el retorno. Por ejemplo, lo que menos me preocupa es enfatizarles a los colegios que tienen que diagnosticar y reforzar, porque eso es lo que más saben hacer. Lo complicado es que eso depende de una disposición anímica y psicológica que está dañada. Ahí el trabajo de los equipos psicosociales será clave. Puede haber un estrés muy fuerte si nos preocupamos solo en recuperar contenidos y no en la salud socioemocional, que es el prerrequisito para el aprendizaje.

-¿Cree que las clases híbridas y online se quedarán en los colegios cuando pase la pandemia?

-Los colegios están usando materiales didácticos, y la pandemia acelerará eso, pero la lección que se saque no es que se puede reemplazar el aula con el Zoom, y que podemos tener menos clases presenciales. Es al revés. Se revaloraron las relaciones sociales como contexto donde se produce el aprendizaje y el desarrollo. Esto no es un chip que se conecta en la cabeza, son las conversaciones y las interacciones, y eso es torpemente emulado en las plataformas online. De esta saldremos valorando más la formación de los niños y niñas en comunidades.

-Considerando todo lo que han vivido estos estudiantes, ¿cree que esta generación será menos aventajada respecto al resto de la población?

-Te comenté que no concuerdo con los informes del Banco Mundial que proyectan la pérdida de aprendizaje basado en la realidad anterior, multiplicando datos del Simce para ver cuál será la pérdida, con lo cual sabremos que ganarán tanto menos cuando trabajen y serán tanto menos felices. Eso tiene un error básico, que es que supone que el futuro es igual que el pasado. La gracia de las personas es que aprendemos y podemos hacer que el futuro sea mejor que el pasado. Toda la humanidad está en una crisis, y cuando volvamos, tendremos una nueva actitud y estaremos afectados, por lo que la predicción basada en el pasado no es válida para este futuro. Si generamos un entorno amable, respetuoso y solidario, el futuro puede ser mejor de lo que podemos predecir. Sobre los aprendizajes, diría que si se organiza la recuperación, la generación no debiera tener una pérdida de aprendizajes. Al revés, en esta experiencia se han producido muchos otros aprendizajes, como la disciplina, el valor de estar con otros y se han explorado otros intereses. No hay que menospreciar eso, esta generación puede ser más tolerante y sensible.

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