La vida con otro nombre

Los años en la clandestinidad de los líderes socialistas chilenos durante la dictadura constituyen el foco de atención del nuevo libro de la colección “Tal Cual” de la Escuela de Periodismo de la UDP y editorial Catalonia. Cristián Pérez, integrante del Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos de la UDP, indaga -entre otros aspectos- sobre la desaparición a manos de los servicios de inteligencia de una generación de dirigentes políticos. Aquí un adelanto...


Desde el 11 de septiembre los hombres y mujeres de la primera dirección desarrollan sus actividades partidarias en completa ilegalidad. Preservar la vida se ha vuelto muy difícil, las condiciones de trabajo son precarias y los recursos muy escasos. Por motivos de seguridad y compartimentación, rara vez se encuentran, más bien intercambian informaciones a través de sus enlaces.

Del Pleno de La Habana, Pablo retorna a Chile vía Lima-Buenos Aires-Santiago, portando una identidad argentina. A su llegada, aparentemente tiene un percance con la Interpol y lo detienen, pero, gracias a su cubierta de próspero empresario argentino y a la entrega de 16.000 dólares que llevaba, logra que lo deporten y nuevamente llega a Lima. Allí le relata el episodio a Luis Lorca, encargado de la base en ese país, tildándolo de “nada grave”.

A los pocos días, sin informar a la dirección en Chile, desde Lima se dirige a la RDA, dice que para “sopesar lo ocurrido”.

También se reúne con integrantes del Secretariado Exterior y con los alemanes que apoyan las actividades del PS. Además, aprovecha de ver a su polola, Michelle Bachelet, quien ha viajado desde Australia para encontrarse con él. Están tres semanas juntos, declararía años después Bachelet en el proceso, y vuelve a Chile a fines de mayo o principios de junio, haciendo un circuito por varias capitales europeas.

Es curiosa la confianza que tiene en Jaime López la seguridad chilena, para dejarlo partir a Europa corriendo el riesgo de que pida asilo.

En su periplo, no realiza denuncia alguna de la situación en que se encuentra. ¿Intenta ganarse la confianza de los agentes haciéndoles creer que colabora con ellos? ¿Actúa de ese modo para proteger a compañeros que están en manos de la agencia? No hay certeza, y no la habrá nunca porque López se esfuma para siempre en 1976. Quizás al no cumplir con los objetivos que le habían impuesto lo asesinaron y ocultaron su destino.

Pero también es posible que, al menos hasta 1980, estuviera vivo y vinculado a la Dina-CNI. Así lo cree Ricardo García, principal dirigente de la Comisión Nacional Juvenil, capturado el año 1980. Él dice que, por la precisión de las preguntas con que lo interrogaban, su origen solo podía ser López.

Para el ministro Miguel Vásquez, el juez que llevó la causa, Jaime López fue detenido por la Dina, pero no precisa ni cuándo ni dónde. La fecha aproximada es el 28 de diciembre de 1975. Hay personas que lo ven en el centro de detención de Villa Grimaldi, en mejores condiciones que los otros detenidos. También lo ven en la calle hasta marzo de 1976, y sus familiares recibieron cartas suyas hasta mayo de ese año. Luego se pierde su rastro.

De lo que sí hay seguridad es de que López Arellano fue el principal responsable de la caída de las dos primeras direcciones clandestinas socialistas, desde la segunda mitad de 1975 en adelante. (…)

El 27 de julio, agentes de la Dina detienen y llevan a Villa Grimaldi a Joel Huaico Huaiquiñir, miembro del Comité Central de la Juventud y colaborador de la dirección del partido. Tres días después, apresan al estudiante de Veterinaria Alejandro Parada, quien trabaja en el equipo de Carlos Lorca. A ambos los hacen desaparecer.

La Dina se va acercando a la cúpula del PS. Su captura es cosa de meses. (…)

En octubre o noviembre de 1974, Ariel Mancilla ve por última vez a su esposa y a su hija recién nacida. Ella viaja a la RDA a resguardarse, él se queda a continuar la resistencia del partido. (…)

Meses después de la salida de su esposa, el 6 o 7 de marzo de 1975, en la pensión de la calle Cumming donde viven, Mancilla y Sara Montes, del equipo de apoyo a la dirección, son detenidos por efectivos de la Dina. En el proceso judicial, “María Sara Montes Oyarzún (…) relata que (…) escuchó una conversación entre los agentes de la Dina y Mancilla, en cuanto a que él no era el principal [dirigente] y que llegaron a un acuerdo que consistía en que Mancilla los llevaría a un punto de encuentro con un dirigente del Comité Político Central del Partido Socialista y, a cambio, los agentes se comprometieron a sacarlo del país…” (…)

Jaime López (Pablo) retorna de Alemania en el segundo semestre de 1975 y continúa realizando sus actividades de conducción, vigilado por la Dina. Concurre a puntos y tiene reuniones con sus enlaces, también a través de funcionarios alemanes de organismos internacionales se comunica con Luis Lorca en Lima y le informa que está protagonizando un doble juego con la Dina, y para eso, para hacerlo creíble, necesita que le dé información sobre algunos contactos. Hay hechos y actitudes que no calzan y que hacen sospechar a otros miembros sobre sus lealtades. Además, compañeros detenidos como Juan Carvajal (Manuel) lo han visto en un recinto de la Dina y sostienen que allí dispone de algunos privilegios, como poder usar sus anteojos.

La Dina estrecha el cerco sobre Exequiel Ponce y la primera dirección.

Desde mediados de 1974, la Dina y la Fach han capturado al menos a siete miembros o cercanos de la primera dirección del PS (Luz Arce, Gustavo Ruz, Fidelia Herrera, Víctor Zérega, Alejandro Parada, Joel Huaiquiñir y Ariel Mancilla), que saben cómo ubicar a los otros integrantes.

Aunque son torturados, y Zérega asesinado, los agentes no logran dar con Exequiel Ponce, Ricardo Lagos Salinas y Carlos Lorca. La hipótesis más probable es que es la colaboración de López la que luego permite a la Dina dar con ellos, porque pocos sabían cómo ubicarlos y porque él fue el único sobreviviente del grupo.

El 20 de junio de 1975, aparentemente, Lagos Salinas (Renato) es capturado y trasladado a Villa Grimaldi. Junto a él apresan a Michelle Peña Herreros, de veintisiete años, estudiante universitaria, embarazada de ocho meses, quien vive con él y desempeña tareas de apoyo. En Villa Grimaldi se la ve en el sector de La Torre, donde llevan a aquellos detenidos que se niegan a colaborar. Desde allí, igual que Lagos, desaparece.

Cuatro días después de la caída de Renato y su ayudista, en la madrugada del 25 de junio, un numeroso grupo de agentes de la Dina llega hasta la casa pensión n° 557 de la calle Tocornal en Santiago. Allí, en una pieza del fondo, viven Exequiel Ponce (Mario) y su ayudista, la secretaria Mireya Rodríguez (Lela). La sorpresa es total, no hay intercambio de disparos ni mayor resistencia. La Dina ha capturado a su mayor presa.

Solo les falta Lorca para acabar con la primera dirección clandestina del Partido Socialista.

Carlos Lorca (Sebastián) es médico, tiene 31 años, en 1973 era diputado por Valdivia. En los días álgidos de la Unidad Popular tuvo una posición de pleno apoyo al gobierno, discrepando no pocas veces con la dirección de Altamirano. Integra la dirección del PS desde el 17 de septiembre de 1973 y ha fusionado la Juventud Socialista con el Partido. Ahora, fumador obsesivo, enfermo de úlcera, muy flaco, en la pobreza absoluta y cubierto por un viejo abrigo, era “la personificación de una lucha sin retorno dada al límite de sus fuerzas por aquellos chilenos temerarios. Se fundían en él la convicción definitiva de una decisión irrevocable y la certeza del hombre que sabe que enfrenta un destino inesquivable”, recuerda el socialista Camilo Escalona.

El mismo 25 de junio agentes de la Dina se trasladan hasta Maule n° 130, en el centro de Santiago, donde funciona una lavandería que la dirección del PS usa para realizar contactos y conseguir dinero. Allí detienen a Carlos Lorca y a Modesta Carolina Wiff, de 34 años y asistente social, quien antes del golpe había trabajado en el equipo de inteligencia del partido que dirigía Ricardo Pincheira (Máximo). Desde ese día, “desapareció Carlos Lorca con su viejo abrigo y una llama libertaria inagotable en el corazón”.

El juez Miguel Vásquez, quien investigó la desaparición de la primera dirección socialista, no explica cuál fue el destino de sus integrantes, aunque hay luces en el proceso de que pudieron ser trasladados a Colonia Dignidad (Villa Baviera), donde habrían sido asesinados y sus cuerpos sepultados clandestinamente en la montaña. Sin embargo, un informe de las Fuerzas Armadas a la Mesa de Diálogo convocada por el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle afirma que Ponce, Lorca y Lagos fueron lanzados al mar frente a las costas de San Antonio. ¿Verdad o mentira? (…)

Sin embargo, otros hombres y mujeres toman el relevo y siguen manteniendo la estructura de la organización en el interior. Es la llamada “patrulla juvenil” o dirección “de pantalones cortos”, porque entre sus miembros hay varios veinteañeros. En septiembre de 1975, tres meses después de la caída de la primera dirección, se realiza una reunión en la calle Amapolas en Ñuñoa. Es la casa de la socialista Pilar Romaguera, según Ricardo Solari. Eduardo Gutiérrez detalla: “Allí nos reunimos cerca de una veintena de dirigentes cuya comunidad era provenir de los antiguos frentes universitarios y secundarios de la capital. Como resultado de ese encuentro se formó una nueva dirección de reemplazo (…) Esta a su vez cooptó (…) en el transcurso de los meses que siguieron, a otros tantos compañeros provenientes de los frentes sindical y campesino”.

El nuevo núcleo de dirección queda conformado, entre otros, por Iván Párvex, Gregorio Navarrete, Óscar de la Fuente, Juan Carvajal, Eduardo Negro Reyes, Carlos González Anjarí, Vicente García y Jaime López, que es el único sobreviviente de la antigua dirección y quien tiene mayor jerarquía, aunque no se halla presente en la reunión.

Prosigue así la acción de las estructuras partidarias en la clandestinidad, las que a fines de año están relativamente en actividad. (…)

El peligro, sin embargo, no ha disminuido. En cualquier momento un error o el azar son la diferencia entre la vida y la muerte. Por eso la tranquilidad, la naturalidad para engañar a las fuerzas de seguridad eran atributos importantes si querían sobrevivir y mantener la organización.

Dice Óscar de la Fuente: “En una oportunidad Luis Jiménez [Pescado, Chico] va a la reparadora de zapatos que teníamos instalada para hacer contactos y obtener algo de dinero. Los tiras andan buscando a una persona, entran y se encuentran con el Chico trabajando. Le preguntan por un joven: ‘No lo conozco’, dice Jiménez. Le muestran una foto. ‘Es que lo conozco por Ramón’, dice. ‘¿Y tú cómo encontraste esta pega?’ [interroga el detective]. ‘Es que un día pasé y decía se necesita zapatero’. Al Chico no lo tenían registrado como persona buscada y ahí lo tuvieron un rato mientras averiguaban los antecedentes, y después lo soltaron. Y otra vez cuando me andaban buscando a mí pasó algo parecido”.

Aparte del peligro y las inmensas dificultades, estaba el tema del financiamiento, que era uno de permanente controversia entre el interior y Altamirano. “Nosotros nos financiábamos, hacíamos diferentes cosas, teníamos un dinero que nos permitió financiarnos un buen tiempo, una parte fue para los comunistas y otra parte para nosotros. Pusimos una reparadora de calzado y ahí algo nos caía. Yo vendía loza, vendía vasos, vendía platos casa por casa, y después el partido nos daba una cuota para vivir. Me acuerdo que el exterior nos apoyaba económicamente. El dicho que se usaba era ‘lo que hacen los del exterior es que le ponen la pata a la manguera’. Entonces, no fluye el líquido, en este caso el apoyo económico, ese era el tema”, relata de la Fuente.

Eduardo Gutiérrez escribe que en “los meses de septiembre y octubre [de 1975] nos informan que López ha vuelto de un viaje al exterior.

El hombre pide reunirse con todos los frentes. Se acepta. Las normas de seguridad no son estrictas. “Luego estas nos pasarán la cuenta”.

Al mediodía del sábado 27 de diciembre, suena el teléfono en la casa de don Albino Barra Villalobos. Al parecer llaman de Carabineros.

La comunicación es extraña, preguntan por alguien, ¿por su hijo Patricio?, pero no está claro. Don Albino cuelga, llama a Patricio (Aníbal), saca plata de la billetera, se la entrega y le dice que debe irse. Patricio sale apresuradamente, busca un teléfono público y llama a Raúl Díaz. Fijan un punto en Macul con Irarrázaval para esa misma tarde. Díaz recuerda: “Creo que tengo precisión absoluta de que el día 27 de diciembre del año 75 recibo en mi casa, que es la de mis viejos, una llamada de Patricio Barra en que me dice ‘estamos jodidos, hay más detenidos, hay otra gente, ándate de tu casa inmediatamente’. También fijamos un punto en Macul con Irarrázaval para vernos esa tarde. ¿Y por qué recuerdo que ese día era 27 de diciembre? Te puedo decir hasta la hora, deben haber sido las tres de la tarde. Porque era el cumpleaños de una prima, un sábado, y me aprestaba a ir a su cumpleaños en Vitacura. No concurro a la celebración, les avisé a mis viejos y comienzo a llamar por teléfono a compañeros que conocía que estaban vinculados al partido. Me junto con Patricio como a las cuatro de la tarde en Macul con Irarrázaval. Hacemos un primer arqueo y nos damos cuenta de que estábamos con problemas, aunque no habían sido detenidos Ricardo Solari, Eduardo Gutiérrez, Ricardo García, Patricio Barra y yo, y otras estructuras estaban a salvo. Lo sabíamos porque cada uno de nosotros tenía vínculos con distintas estructuras del PS. Entonces,

Patricio empieza a ser articulador junto a Solari, conmigo. Y decidimos hacer una reunión, que es esa reunión en secreto a principios de enero del 76 [más adelante se hablará de esa reunión en ‘la lomita’]. Hicimos el arqueo de los que quedábamos e hicimos un diagnóstico, porque ya el desplome de la [segunda] dirección era total”.

Luego del punto con Patricio Barra, Raúl Díaz vuelve apresuradamente a su casa, saca un bolso con ropa, algo de dinero, pide a sus padres que se vayan por unos días donde un tío porque la situación es grave, y sale él también. Esa noche, según vecinos que posteriormente se lo comentan a la madre de Díaz, personas extrañas rondan la casa de la familia Díaz Navarro en la Villa Frei, sin entrar. Raúl se dirige a la casa de su compañero de universidad Jorge Salamanca, en la Villa Macul. Más adelante busca refugio en casa de Eugenio Szigethi en la calle Vivaceta, y a veces también se traslada a casa de Jaime Pérez Rodríguez en avenida 10 de Julio. Ellos se convertirán en sus mejores colaboradores en la clandestinidad. Pasarán varios años antes de que Díaz vuelva a su hogar.

Esa tarde o en los días siguientes, a la casa de don Albino Barra arriba Ricardo Solari, quien ha ido a un punto con un compañero que no ha llegado. Va a informarle a Patricio Barra que está cayendo más gente.

Pero la Dina tiene instalada una ratonera en la vivienda para cazar a quien llegue a establecer contactos. Toca el timbre, don Albino se asoma aceleradamente y le dice: “Ándate de aquí, cabro de mierda, que están los tiras”. Solari tiene apenas veintiún años y no parece un dirigente clandestino.

Abandona el lugar sin ser seguido: para su fortuna los autos de la Dina están algo alejados en el estrecho pasaje. “No me detuvieron porque la casa era muy angostita y no tenían los vehículos para afuera. Tenían los autos girados”, dice Solari. Gracias a la celeridad de ese antiguo dirigente los agentes de la policía secreta han dejado escapar a quien, dentro de pocas semanas y durante toda la clandestinidad, con la chapa de Javier, será uno de los dirigentes más importantes del partido. Jaime López no ha caído, se ha “salvado”. Es él quien ha delatado a sus compañeros.

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