Desconectados: la élite económica y el resto de la ciudadanía

Para quienes dirigen las grandes empresas del país, el libre mercado funciona a la perfección, el conflicto con los trabajadores es menor y la desigualdad de trato no es tan grave, según los resultados que arroja un estudio sobre las élites desarrollado por el COES.


Fue una de las imágenes del verano de 2019. En bermudas, torso al descubierto y protegido solo por una gorra y anteojos oscuros, el presidente de Gasco, Matías Pérez Cruz, invita a tres mujeres a retirarse del borde de su jardín que colinda con el lago Ranco. “Ustedes se me van, y si no se van, voy a venir a echarlas yo, y de manera no tan pacífica”, dice en el video. “¿Qué, esto es un fundo, caballero, donde usted llega, manda y ordena?”, pregunta una de ellas, mientras el ejecutivo hace esfuerzos por evitar que siga grabando. “Me duele mucho que me trate así”, dice otra. “Me da lo mismo, me pide permiso”, insiste Pérez Cruz. “No sabía que tenía que pedir permiso para venir al lago Ranco”, contesta la mujer. “Esto es propiedad privada, yo soy abogado, no me va a discutir a mí, señora”, cierra Pérez Cruz en un nuevo intento por bloquear el celular.

El episodio lo recuerda el sociólogo Cristóbal Rovira y le sirve para graficar la diferencia de sensibilidades entre la élite económica y el resto de la ciudadanía: mientras el video se viralizaba y el medio social condenaba la actitud del presidente de Gasco, este se sentía víctima de ataques arteros.

“La particularidad de la élite económica en Chile es que vive muy encapsulada en sí misma, se juntan entre sí, tienen a sus hijos en los mismos colegios privados; es como un club donde todos sienten que las cosas están bien y no hay nadie que les diga oye, no, las cosas no están tan bien”, observa Rovira, responsable junto con Jorge Atria (ambos académicos UDP) del Estudio COES de la Élite Cultural, Política y Económica de Chile.

Organismo multidisciplinario, el Centro de Estudios de Conflictos y Cohesión Social (COES) convoca a investigadores de las universidades de Chile y Católica, UDP y Adolfo Ibáñez. Luego de año y medio de trabajo, publica un estudio sobre la percepción de las élites en torno a temas políticos, económicos y sociales. A su vez, ofrece cuadros comparativos que permiten observar las diferencias entre ellas y la ciudadanía (en base a consultas anteriores).

El estudio, que será presentado el miércoles 24 a las 12.00 horas por Zoom, define a los miembros de la élite como aquellos que ocupan puestos de poder en la sociedad y ejercen influencia en las decisiones que la afectan. En el caso de la élite económica, consideró a 137 entrevistados, miembros de directorios, gerentes generales y de operaciones de las empresas más grandes del país.

La muestra del segmento político abarcó a 139 miembros del Poder Legislativo, Ejecutivo, gobiernos regionales y Poder Judicial. Y desde el mundo cultural, incorporó la opinión de 141 personas vinculadas a universidades, centros de investigación y medios de comunicación.

“El estudio tiene un valor singular por su rigurosa metodología (todas las entrevistas son cara a cara, presenciales o por Zoom) y nos permite aportar evidencia empírica concreta respecto a no solo cuán conectadas/desconectadas están las élites de la ciudadanía, sino también respecto a cuáles son las áreas de acuerdo y conflicto al interior de la élite”, subraya Rovira.

“Esta evidencia es particularmente relevante hoy en día, ya que Chile (al igual que muchos países del mundo) está experimentando un momento de fragilidad democrática, y la experiencia comparada demuestra que justamente en estas situaciones es clave el actuar de las élites”, agrega, citando el caso de Estados Unidos, donde las élites políticas y económicas favorecieron el triunfo de Donald Trump, con graves consecuencias para la democracia. “En resumen, el estudio permite formarnos una impresión clara respecto de cuáles son los valores y las preferencias de las élites, es decir, los actores que están tomando las decisiones en este momento actual de fragilidad democrática”.

Más libre mercado

Si bien los tres grupos estudiados exhiben distancias con la opinión de la ciudadanía en numerosos temas, la brecha es mayor con la élite económica, sobre todo en temas sociales y en la evaluación de las tensiones al interior de la sociedad.

De este modo, el rol social del Estado no resulta relevante para la élite económica. Solo el 28% de ella se muestra favorable a aumentar la responsabilidad estatal para garantizar el sustento de todos, frente al 53% de la élite política y el 72% de la élite cultural. A su vez, esta idea cuenta con el respaldo del 54% de la ciudadanía.

Concordante con su filosofía de la iniciativa individual, el 40% de la élite económica piensa que los individuos deben hacerse responsables de su sustento.

En términos de propiedad, este grupo es vigorosamente partidario de aumentar el número de empresas e industrias en manos privadas (62%), a mucha distancia de lo que piensa la ciudadanía (19%).

“La élite económica tiende a mostrar posiciones en divergencia de lo que quiere la mayoría de la población”, comenta Rovira. “Chile es un país muy libremercadista y la elite económica piensa que se necesita aún más libre mercado, cosa que nadie más quiere. Ello demuestra su desconexión con el resto del país”.

Si las movilizaciones de los últimos años han relevado el malestar de los chilenos con el sistema económico, quienes ocupan posiciones de poder en las empresas parecen ajenos a ese disgusto: el 70% de la élite económica opina que el mercado funciona muy bien en el país. Los sectores político y cultural acusan menos entusiasmo (29% y 44%, respectivamente).

Por cierto, la idea de una mayor igualdad salarial no encuentra adhesión en la élite económica (28%), que más bien prefiere aumentar la diferencia de ingresos como incentivo al esfuerzo individual (42%). Por el contrario, la ciudadanía, la élite política y cultural respaldan ampliamente una mayor igualdad en los salarios (entre el 56% y el 72%).

La diferencia entre los grupos de la élite se reduce al momento de evaluar quién debe hacerse cargo de la administración de la salud, la educación y las pensiones. En cada uno de ellos, apoyan mayoritariamente sistemas mixtos, a diferencia de la ciudadanía, que prefiere el control estatal. “Muchos de los miembros de la élite tienen isapre, sus hijos estudian en colegios privados, encuentran que las AFP no funcionan tan mal, de modo que apoyan el modelo mixto. Pero al resto del país, que no tiene acceso a esos servicios, les hace más sentido que el Estado se haga responsable”, dice el investigador.

Al considerar los conflictos sociales, las divergencias al interior de la élite vuelven a manifestarse con nitidez.

Desiguales

El problema de la desigualdad y sus repercusiones ocupa un lugar central en el debate público desde 2018. Tanto por sus efectos abrumadores en la calidad de vida de las personas, como por el daño que provoca a la cohesión social. Ciertamente, el estallido dejó en evidencia la insatisfacción de una parte importante de la ciudadanía ante el modelo económico que ha promovido la concentración de la riqueza, como demuestran numerosos estudios.

Así, mientras la mayoría de los encuestados de la élite política y cultural creen que en Chile hay un gran conflicto entre ricos y pobres (47% y 57%, respectivamente), el 61% de la élite económica considera que es un problema menor. Del mismo modo responde cuando se le consulta por las tensiones entre trabajadores y empresarios: un conflicto menor contesta el 71%, en tanto el 8% lo considera grave. Para gran parte del país, en cambio, se trata de un problema que reviste gravedad (48%), mientras la élite política y cultural modera su dramatismo (23% y 33%, respectivamente).

En el estudios Desiguales del PNUD de 2017, uno de los aspectos que más molestan a la población es la desigualdad en el trato. En este punto, el 83% de la ciudadanía estima que Chile es un país muy desigual, impresión que comparte el 72% de la élite cultural y el 63% de la política. En el sector empresarial, solo el 42% reconoce esa desigualdad. “Estos datos reflejan cómo la élite económica es ciega a parte importante de los problemas de la población. Para una parte del país la desigualdad es un tema súper serio, es decir, hay niveles de desigualdad que dejaron de ser tolerables, pero para esa élite no lo es”, observa Cristóbal Rovira

En este sentido, los resultados concuerdan con el informe sobre Percepciones de la Desigualdad en la Élite Económica, encargado por el Círculo de Directores en 2019. Aquella muestra concluyó que “la élite parece subestimar la brecha que existe entre su propia realidad y la de las personas que viven en comunas de nivel socioeconómico medio y bajo”.

El estudio del COES grafica que la élite económica es más conservadora en términos morales que los otros grupos, contraria a la legalización de la marihuana, a la adopción por parte de parejas homosexuales y al aborto. Es también el segmento menos disconforme con el funcionamiento de la democracia: un 31% se muestra insatisfecho, versus un 39% que se expresa conforme. A nivel país, por el contrario, los niveles de insatisfacción son del 53%.

Aun con todas las diferencias, hay un punto en el que todos se encuentran: el valor de los plebiscitos para resolver los problemas políticos. Con índices de adhesión que van del 58% al 70%, las élites y la ciudadanía confían en la consulta directa. “Si uno piensa cómo tiene que ser el Chile posestallido social, la introducción de mecanismos de democracia directa es algo que genera bastante apoyo”, comenta el sociólogo del COES.

Y más allá de profundizar en la dificultad de la élite económica para mirar fuera de su entorno, el estudio quiere ser una invitación al diálogo con el resto del país. “Este debería ser un llamado de atención de que Chile en el siglo XXI necesita una élite económica más en sintonía con la ciudadanía, para que nuestra convivencia funcione de manera más armónica”, dice Cristóbal Rovira. “Sin un nuevo pacto social, el empresariado no podrá tener las certezas necesarias como para poder invertir a largo plazo, de modo que ha llegado el momento en que la élite económica se dé cuenta de que realizar reformas es necesario para garantizar el funcionamiento tanto de la democracia como de un sistema económico que sea considerado como legítimo”, concluye.

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