Citroën C4: lo más difícil sería pasar desapercibido…

Nos pusimos al volante de la versión Shine del nuevo Citroën C4, para comprobar qué tanto cuajaba esta vuelta de tuerca inaugurada por la marca del doble chevrón. Antes hatchback, ahora crossover, así cambió la renovada apuesta gala.




Caracterizada históricamente como una marca a la vanguardia en diseño, Citroën apostó fuerte a mediados del año pasado cuando presentó en Europa la tercera generación del Citroën C4, que pasó básicamente de ser un tradicional hatchback del segmento C, a un crossover de líneas atrevidas, siguiendo en buena medida las tendencias del mercado, que hoy privilegian el espacio y el look de un auto más despegado del piso. Y en Francia parecen haberse admirado de lo creado, porque este 2021 -como envalentonados- revivieron el Citroën C5, muerto en 2017 con traje de sedán, que ahora también adopta formas de osado crossover (y fue rebautizado como C5 X)… pero eso es harina de otro costal. De vuelta en la realidad local y en la del Citroën C4, mentiría si digo que no me alegré cuando esta prueba de manejo cayó en mis manos.

Por lo ya dicho, sería imposible obviar que la estética es uno de los puntos centrales del nuevo Citroën C4. Quedaba entonces despejar si terminaría siendo eso lo más relevante del conjunto, o si habría algo más para fijar como dato clave, el gran dato clave. Pero a todo hay que marcarle un inicio, y ese era el look.

A primera vista, el Citroën C4 da cuenta de una impronta muy europea. De costado su silueta se completa casi en dos trazos, con un capó en forma de concha -con hendiduras longitudinales a ambos costados, que aportan deportividad- y una línea de techo con forma de caparazón, fusionada armónicamente con la vista trasera.

Habrá que decir que por delante se ven muy elegantes las doble luces LED diagonales de encendido diurno, que asoman como extensiones del doble chevrón cromado que está en el centro. Por detrás, la mezcla entre la caída de la carrocería al estilo de coupé, los faros ahumados -unidos por un bisel dark- y el alerón que divide la luneta, crean un conjunto muy llamativo, propio otra vez de las marcas que se atreven en temas de diseño.

Al interior, las sensaciones son en general buenas. En eso contribuye un techo panorámico ahumado que aporta mucha claridad al habitáculo. Para el conductor resulta fácil encontrar el punto más confortable de manejo, gracias que el asiento -si bien de ajuste manual- ofrece regulación de altura y de distancia respecto del tablero, lo mismo que el volante, que también de forma manual sube, baja, entra o sale a libre arbitrio.

Sin embargo, hay pequeños detalles: primero, por alguna extraña razón el apoyapiés -muy usado en autos de transmisión automática como este- resulta ser más delgado de lo común, de forma que es incómodo y en la práctica el pie no descansa por completo, lo que tiende a traducirse en fatiga, especialmente en viajes largos. Otro punto que se pudo resolver de mejor manera es el modo de ajuste en la reclinación de los respaldos de las butacas de conductor y acompañante. ¿Qué sucede? Para mover el ángulo de apoyo de la espalda hay que girar una rueda ubicada en el lado externo de ambas butacas, en un pequeño espacio que dificulta la ejecución al estar sentado. La rueda pudo ir por el lado interno de los asientos y el problema no hubiera sido tal.

Fuera de ello, el acolchado de los asientos brinda mucha comodidad en todas las plazas. Respecto del apartado infoentretenimiento, me quedaron sensaciones disímiles: por un lado, la pantalla central de 10″ es compatible con Apple CarPlay (mediante cable) y funciona de manera intuitiva para setear parámetros importantes del vehículo -como la función start and stop, las de ayudas a la conducción o el cambio automático a luces altas- y por el otro, el cluster entrega poca información y lo hace en un formato muy pequeño, al punto que podría complicar a algunos usuarios. Sí se agradecen un head-up display, que incluso muestra las señales de tránsito, una superficie engomada para cargar dispositivos móviles de forma inductiva y una bandeja retráctil por sobre la guantera, diseñada para fijar tablets de forma segura. Así, el acompañante puede perfectamente viajar viendo una película por streaming.

En cuanto a materialidad, no hay sorpresas. El volante es forrado en cuero y brinda buen agarre en todo momento. Los paneles de las puertas, por su parte, están forrados en materiales blandos al tacto, de modo que el confort es algo que se palpa. El túnel central, que cuenta con un apoyabrazo de cuero deslizable hacia adelante, ideal para conducción relajada en ciudad, tiene también un apliqué en piano black que conecta con el tablero y que es un verdadero imán de polvo. Hay que andar con un pañito.

Long, long ride...

Me pareció que el Citroën C4 era un auto para vivirlo por muchos kilómetros, así es que le fijé tarea de entrada: 900 kilómetros (en ida y vuelta) a una playa de la Región del Maule, donde me habían dicho se veía muy bien el sunset. Había que descubrir el auto y comprobar también el rumor.

En el entendido de que este Citroën de prueba llevaba el motor bencinero PureTech 1.2 litros turbo de 130 caballos -que sigue la lógica de los motores franceses ultrarrendidores- y una caja automática de ocho velocidades, la verdad es que tenía expectativas altas respecto del consumo, especialmente en carretera.

Con aquel viaje de cerca de 10 horas sentí que saqué varias cosas en limpio. La primera, que efectivamente -pese a que era un motor en rodaje (tenía solo 254 km en el odómetro)- el Citroën C4 sí lograba un consumo medianamente destacado. Fijado en modo crucero a los 120 km/h -y en el modo de conducción Eco, con las rpm clavadas en 1.900-, el rendimiento fue de 16,8 km/l. Como referencia, en los modos Normal y Sport -con la ‘aguja’ (es tacómetro digital) en las 2.000 y 2.400 rpm, respectivamente, el consumo tampoco cae por debajo de los 14,5 km/l.

Las sensaciones de manejo son satisfactorias. La dirección, que en ciudad y recién arrancando es blandísima, gana la dureza justa a medida que se incrementa la velocidad, de modo que el conductor se siente en pleno control de las trayectorias, porque el sistema además es preciso. Los 156 mm de despeje al suelo se notan, porque no está bien hacer homologable la frase ‘buen despeje’ con un alto despeje del piso, en el entendido que todo dependerá del uso que quiera darse al vehículo. En este caso, digo que se notan porque el Citroën C4 -más en línea del desapego terrenal de un sedán, que el de un SUV- muestra un aplomo justamente más propio de un tres cuerpos bien hecho, que el de un familiar saltarín que se recuesta ante exigencias laterales. Y en los caminos de costa hay de ese tipo de demandas…

La insonorización de la cabina también es muy solvente, tanto con el ruido del motor como con el viento que impacta la carrocería, al punto que da esa sensación que solo se experimenta en vehículos bien hechos: de ir a 100 km/h cuando pareciera que se va a 70 km/h, o de ir a 120 km/h que se sienten como 90 km/h. Otro punto a favor, esta vez solo visible de noche, es la iluminación delantera 100% LED que clarifica mucho el panorama. Literal.

Es importante hacer el punto en que el Citroën C4 en su acabado Shine dispone de batería completa en términos de asistencias a la conducción, de forma que se cuenta con un manejo semiautónomo de nivel 2, lo que, dicho en otras palabras, permite que en un viaje largo uno solo deba aplicar los frenos para parar en un peaje o detenerse en una estación de servicio. El resto, salvo los adelantamientos previo encendido de intermitente, lo hace el vehículo por sí mismo.

Hay algo negativo: así como el alerón aporta a un look muy bien logrado, también hay que mencionar que este artefacto divisor de la luneta en forma transversal, empeora la visión a través del retrovisor central. El problema no es tanto para estacionar, puesto que hay cámara trasera y de 360º, sino que se percibe al ir en carretera y querer echar un necesario vistazo.

En el modo Sport, que se ajusta fácilmente desde un switch en la consola, el Citroën C4 se vuelve muy entretenido, con un motor que se pone en guardia subiendo inmediatamente las revoluciones y una caja más despierta para encontrar el punto exacto de respuestas. Por la señalada ganancia de revoluciones, todo se da en un clima de aceleraciones lineales, algo característico de los motores que ya superaron el umbral natural de turbolag.

En síntesis, porque uno nota que no pasa desapercibido en la calle, y sobre todo por las buenas sensaciones que deja al volante, me parece que el Citroën C4 es una gran alternativa para la mayoría de las familias jóvenes que buscan espacio y que aquí además tienen la seguridad propia de un auto, conjugada con una amplia artillería de seguridad activa y pasiva. Al final es un buen mix entre ese look osado y un comportamiento que está en todos los sentidos muy a la altura.

Ficha técnicaCitroën C4 PureTech 1.2 130 EAT8 Shine
Motor1.2 PureTech de tres cilindros (Euro 6d)
Potencia130 Hp
Torque230 Nm a 1.750 rpm
CajaAT8
Traccióndelantera
Largo4.360 mm
Ancho1.800 mm
Alto1.525 mm
Distancia entre ejes2.670 mm
Peso en vacío1.353 kilos
Maletero380 litros
Estanque50 litros
Llantasaleación de 17″
Neumáticos215/60 R17
Pantallatáctil de 10″ (con dos botones y una perilla)
Airbags6
OrigenEspaña
Precio versión testeada$ 20.990.000

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