Venezuela en el corazón de Santiago

Imagen VENEZOLANOS EN CHILE036

La comunidad venezolana tiene una bandera común: no perder sus raíces. Es por esto que se han reunido y creado espacios donde mezclan sus profesiones y emprendimientos junto a la música y la comida. Incluso, tienen su propio diario llamado "El Vinotinto".


La llegada de ciudadanos venezolanos no ha traído sólo un aumento de personas en búsqueda de oportunidades, sino que también nuevos aromas, sabores, bailes y costumbres que se suman a la multiculturalidad existente en Chile.

Según el Departamento de Extranjería y Migración, los venezolanos se han consolidado en los últimos años como una de las comunidades que más crece en el país, aumentando de 22.921(2016) a 72.606 (2017) sus ciudadanos con permiso de residencia. Entre las problemáticas más comunes que viven los inmigrantes está extrañar sus costumbres y también la falta de redes de apoyo en el nuevo país.

Eso lo tiene claro María Laura Liscano, presidenta del movimiento Amigos de Venezuela y cientista política, que llegó a Chile en mayo del 2010 junto a su esposo e hijos. Ha trabajado haciendo asesorías en distintas empresas y cuenta que tuvo mucha suerte al momento de integrarse, aunque expresa que a pesar de eso, se dio cuenta de que "la precariedad real de un migrante es la inexistencia de redes de contacto", y señala que en un país ajeno "no está esa cantidad de gente que te rodea, que a la hora de que tú te quedas sin empleo, o no tienes comida en tu casa, siempre va a haber ese apoyo". Es por esto, y porque se dieron cuenta de que cada día hay más niños venezolanos que nacen en Chile, que comenzaron a realizar actividades para unirse como comunidad. Liscano cuenta que comenzaron a juntarse para generar espacios de cultura para que "los niños no pierdan sus raíces, porque si bien son chilenos, también tienen una cultura propia".

Luego de la llegada de más compatriotas, las reuniones fueron en un proceso de crecimiento que "se transformó en una gran bola de nieve, y de repente creció y se desbordó; ya no puedo reconocer a todos los que participan en la comunidad", dice Liscano.

Entre las actividades que organizan se encuentran las charlas para emprendedores, que son recurrentes, según Analuisa Véliz, dueña de la sucursal de la panadería Bienmesabe, ubicada en Santiago, cuenta que la última vez que asistió fue el martes pasado, en el que "vino un psicólogo venezolano a dar una charla del tema". Ella es ingeniera comercial, se vino sola al país con su hija en octubre del 2016 y cuenta que todo su proceso fue fácil, consiguió "departamento y colegio a mi hija superrápido y tuve la maravillosa suerte de conseguir -a los dos meses -empleo con un contrato indefinido". También relata que la panadería nació porque acompañó a sus mejores amigos en el proyecto y vio que cada día le gustaba más el tema; explica que "era muy satisfactorio el recibir a un venezolano en tu local y ver la cara de emoción de alegría de comerse un pan de su país".

En la vitrina de Bienmesabe hay un lote de diarios que llama la atención. Su nombre es El Vinotinto, un periódico mensual gratuito hecho por venezolanos que viven en Santiago y que se reparte en diversos lugares de la capital.

María Luisa Liscano explica que es realizado por periodistas venezolanos que se encuentran en el país y que buscan aportar ese punto de vista. En ese aspecto, el periódico se sustenta a través de el auspicio de las mismas empresas de sus compatriotas. Analuisa Véliz comenta que "normalmente menciona los locales donde distribuyen el diario" y que además "tiene información de interés -como ésta- que habla del rechazo de las visas: ahí nos mantuvimos informados".

Entre los lugares de encuentro más icónicos de la comunidad venezolana se encuentra el restaurante Cachapas Don 70, un lugar que abrió sólo hace 7 meses y que en sus principios se sustentaba en la venta de comida venezolana en la calle Serrano en la comuna de Santiago-en una moto eléctrica-. Este emprendimiento no siguió, cuenta Anduy Pacheco, por no poder conseguir los permisos municipales, pero de todas formas hizo muchos clientes. Él asegura que ha "agarrado bastante fama" y que ahí han comido muchos artistas chilenos y venezolanos. Cuenta también que cuando un artista viene a hacer una presentación por Chile "pasa por aquí, es como que si voy a Chile tengo que pasar por Cachapa Don 70".

Para recordar su cultura no sólo han recurrido a la comida, sino también al folklore. Joropo y la música llanera son sonidos tradicionales y que también han llegado a distintos locales ambientados en el país caribeño.

Enmanuel Rondón es diseñador gráfico de profesión y actual arpista de una de las pocas bandas dedicadas a tocar música llanera. Cuenta que se vino a "estudiar un diplomado" y luego le ofrecieron "empleo en una revista de deportes". También que cuando se integró a la comunidad venezolana formó una banda que se llama Arpa, Cuatro y Llano. Rondón explica que se adaptan "a muchos géneros, balada, pop y hasta cueca, pero sin perder nuestras raíces". Una de las anécdotas que ha vivido acá fue cuando quiso comprar un instrumento llamado el "cuatro", que es común en Venezuela, y aquí no. Y reflexiona: "la Violeta Parra fue la que introdujo este instrumento en Chile".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.