Claudio Rolle, historiador: "Esto no es solo el abuso; la Iglesia chilena descuidó a las víctimas"

Iglesia
Referencial.

Doctor en historia y coautor de Historia del Siglo XX chileno, el académico de la UC analiza el encuentro del Papa con los obispos chilenos. Afirma que tras defender los DD.HH. en los 70 y 80, la Iglesia local no supo escuchar a la sociedad y se volvió agorera de males. Acusa falta de caridad a los cardenales Errázuriz y Ezzati.


Nació 20 días antes de que el Papa Juan XXIII convocara el Concilio Vaticano II, el encuentro religioso más importante del siglo XX. La apertura que significó el concilio, con su propuesta de una Iglesia servidora, misionera y que hace una opción preferencial por los pobres, le resuena especialmente a Claudio Rolle (1959). Esa actitud, observa el historiador de la UC, fue evidente en la Iglesia chilena que defendió los derechos humanos durante el régimen de Pinochet, en los años del cardenal Raúl Silva Henríquez; pero comenzó a desaparecer a partir de los 90 hasta convertirse en una institución en conflicto con su tiempo.

Entre los libros que se reproducen como enredaderas en la oficina de Rolle en el Instituto de Historia, en el Campus San Joaquín, están las palabras de Juan XXIII que hablan de "la medicina de la misericordia". Doctorado en la Universidad degli Studi di Pisa, coautor de 1973, la vida cotidiana de un año crucial e Historia del siglo XX chileno, el académico observa con interés la crisis de la Iglesia chilena.

¿Qué relevancia histórica tiene la cita del Papa y los obispos?

Hay mucha atención y tensión en torno a esto porque la Iglesia chilena atraviesa una situación de crisis que tiene que ver en parte con los abusos, como el caso Karadima y todo lo que sucedió durante la visita del Papa a Chile, el caso Barros; pero también con que la jerarquía chilena no ha tenido una posición clara en torno a este tema. En algunos aspectos aparece más bien como una Iglesia que reacciona, que se defiende frente a la evolución de la sociedad, resignando en parte la tarea que había llevado durante tanto tiempo, de proponer, de tener mirada constructiva. El Papa Francisco ha hecho un gesto noble y significativo, que es pedir perdón y escuchar a las víctimas. Uno puede tener expectativas de que la visita de los obispos tenga consecuencias, que haya orientaciones más claras y que las personas se hagan cargo de sus responsabilidades. Lo propio de un pastor que no ha sido buen pastor es que sea relevado de sus funciones. El gesto del Papa está poniendo los valores del Evangelio por sobre la imagen de los obispos de Chile.

Se especula que puede ser una resolución ejemplificadora...

Hay algo de cierto. Cuando fue elegido, él hizo hincapié en que es el obispo de Roma, que tiene carácter universal. Si él invita al episcopado de un país que ha estado convulsionado y donde él acaba de estar, no es una acción de rutina, tiene un carácter excepcional. Entonces lo que vaya a hacer con la Iglesia chilena tiene repercusiones que van más allá. Y en esto han tenido un papel significativo los laicos, así como la prensa, en la creación de opinión pública. Durante largo tiempo la actitud de algunos personeros de la Iglesia fue "no, deja que los perros ladren", cuando es parte de la función de un obispo atender lo que piensa la gente... Ahora yo no sé cuán libre pueda sentirse Francisco para pedirle la renuncia a los nueve obispos, incluyendo Felipe Bacarreza, que también está vinculado a Karadima. Es un obispo que ha tenido una conducta emblemática del cambio a partir de los 90, cuando la Iglesia pareció sentir que ya había cumplido la misión de defender los derechos humanos.

¿Por qué se produce el cambio?

La Iglesia se pone a la defensiva frente a un mundo que se abre. Está la famosa carta de monseñor Oviedo sobre la crisis moral. La falencia mayor de esa carta es que tiene carácter de queja o de amenaza, pero no de propuesta. Ahí hay un problema severo y que se comienza a manifestar en las dos décadas que siguen en una Iglesia que no está adecuada a los desafíos que plantea la sociedad; se comienza a hablar de los temas valóricos como si estos tuvieran que ver solo con el inicio o el fin de la vida, o la sexualidad, como si las condiciones de trabajo no fueran valóricas, el respeto a las personas, el amor a la verdad, la justicia. Y en ese momento monseñor Bacarreza asume, lo recuerdo porque me tocó conocer a un padre barnabita, Achile Erba, que trabajaba aquí y tuvo una polémica con él precisamente por esto: Bacarreza tenía una posición conservadora y el padre era misionero y decía que la preocupación de la Iglesia tiene que ser por la justicia, por los pobres y los que sufren. Hubo momentos excepcionales, cuando Alejandro Goic presidía la Conferencia Episcopal y habló del sueldo ético, pero en general ha sido una Iglesia que ha visto en el mundo contemporáneo una amenaza.

¿Eso se acentuó con los cardenales Errázuriz y Ezzati?

Yo tengo la impresión que sí. Monseñor Errázuriz y su forma de acusar el golpe sobre la Ley de Matrimonio Civil, llamándola ley de divorcio. Recuerdo el maltrato que sufrieron Mariana Aylwin e Ignacio Walker, que eran diputados y pensaron en la posibilidad de discutir esto. Uno de los grandes méritos de Francisco, y se debe quizá a su formación jesuita, es la atención que él pone al discernimiento: los católicos deben ser personas que disciernen; un católico debe ser libre. La Iglesia en tiempos de Errázuriz y Ezzati no te invita a discernir, sino a adherir a una posición que han tomado otros, y eso no solo es poco respetuoso de la libertad de las personas; es poco cristiano. La Iglesia perdió la dimensión profética y se transformó en una Iglesia agorera de males.

¿La Iglesia ocultó o no quiso ver los crímenes?

Más que ocultar hay una soberbia y una falta de caridad muy grande, se perdieron los valores del Evangelio. En el caso de Errázuriz y Ezzati no solo es la falta sino la contumacia: el perseverar en ella, la cerrazón a aceptar la posibilidad de que quienes denuncian tienen razón. Errázuriz no va a ir a Roma, un abogado diría "a confesión de partes, relevo de prueba"; es un acto de gran soberbia.

¿La Iglesia chilena podrá recuperarse de esta crisis?

Una crisis siempre es signo de vida. Es mejor saber, confrontarse, pedir perdón y construir un orden nuevo que quedarse en el paraíso de los tontos. Esto es muc ho más grave que el caso aislado, esto no es solo el abuso, la Iglesia descuidó a las víctimas. Tengo esperanzas de que de esto salga algo positivo.

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