La casona donde Bergoglio pasó sus años en Chile

Un edificio de tres pisos y 90 habitaciones, en la comuna de Padre Hurtado, alberga el centro de formación donde vivió durante casi tres años Jorge Mario Bergoglio, a fines de los 50. El rigor marcaba la vida comunitaria: se levantaban al alba y comían en silencio. Los partidos de fútbol y la piscina matizaban una dura rutina de estudios, que incluía el latín.




LA exigente rutina partía a las seis de la mañana, con una misa en latín, cantos gregorianos y breves espacios para el deporte al aire libre, conforme avanzaba la mañana. Así era el ambiente que se vivía a fines de los años 50 en la casona de la Compañía de Jesús, ubicada en la comuna rural de Padre Hurtado, cuando Jorge Mario Bergoglio cursó allí sus estudios de humanismo, mientras se preparaba para convertirse en sacerdote jesuita.

El presbítero Juan Valdés (70), vicario de la Parroquia San Ignacio de Loyola y actual colaborador de aquella casa de ejercicios espirituales, no esconde su entusiasmo al mostrar las dependencias del recinto que ocupó por cerca de tres años el actual Pontífice, entonces estudiante del ciclo juniorado (formación humanista de los jesuitas). El lugar se conoce hoy como Casa Loyola. Es un edificio semirrectangular, construido en 1938, que posee tres pisos y contiene alrededor de 90 habitaciones. Aunque la comuna ha experimentado un fuerte desarrollo inmobiliario, la casona, rodeada de árboles y parcelas, sigue proyectando un silencio más propio de una zona campestre.

"En ese momento (1960) yo era novicio. Los alumnos estaban separados por niveles, por lo que no se compartía mucho con cursos superiores. Recuerdo que lo escuché en una charla oratoria mientras comíamos", sostiene Valdés.

El inmueble fue remodelado hace algunos años para convertirlo netamente en una casa de ejercicios espirituales, por lo que ya no hay pupitres ni biblioteca. Sin embargo, tal como en la época en que allí vivió el actual Pontífice, el recinto está adornado por extensos prados y árboles, como manzanos, perales, ciruelos y nogales.

El vicario cuenta que Bergoglio habitó la casa en la época anterior al Concilio Vaticano II y que, en aquel período, las reglas eran muy estrictas en cuanto a la vida en comunidad, lo que incluía la separación física entre los novicios y quienes estaban en cursos superiores. No se compartían patios, aulas ni conversaciones. Actualmente, la frialdad de las habitaciones y de los pasillos contrasta con los patios exteriores del edificio, llenos de parrones y flores. Valdés dice que antiguamente ese era uno de los lugares favoritos de los alumnos para hacer deportes, leer o estudiar.

El día a día para Bergoglio y sus compañeros comenzaba a las seis de la madrugada. Sus actividades terminaban pasadas las seis de la tarde. "Nos debíamos bañar con agua fría, y puede que dos días a la semana con agua caliente", recuerda Valdés.

Hoy, al igual que en la época en que estudió Bergoglio, en el lugar predomina el silencio, amplificado por extensos pasillos de baldosas, escaleras de piedra y puertas de madera que apenas resuenan.

Valdés añade que, por norma, en esa época no se podía hablar, con la excepción de que sucediera algo puntual. "Si un alumno debía comunicarse con otro, lo hacía bajo el dintel de la puerta de su habitación y de manera muy acotada", dice.

El silencio se rompía sólo en los recreos, cuando se podía conversar entre compañeros: "La mayor parte del tiempo se vivía muy conventualmente. Se oraba mucho".

Aunque entre los novicios y los mayores había poco contacto, Valdés dice que podría definir a Bergoglio como "decidido, vivaz y algo introvertido".

El actual Papa ocupó los dormitorios del ala norte del edificio. Se trata de pequeñas habitaciones donde, además de las camas, había sencillos escritorios de madera. En cada dormitorio debían pernoctar entre dos y cuatro seminaristas. "Se rotaba a los alumnos para que no estuvieran siempre con las mismas personas", añade el religioso. El único objeto de entonces que se puede apreciar en las habitaciones es una pequeña cruz de madera.

"Que el rey de la eterna gloria nos haga partícipes de la mesa celestial". Esta frase está escrita en latín, en un mural que aún permanece en el comedor que alguna vez ocupó el actual Papa.

El vicario también aclara que los almuerzos o cenas no eran un momento de recreación para los jesuitas, sino que "se debía comer en silencio". En ese instante, un estudiante leía una escritura o alguna reflexión, mientras sus compañeros se alimentaban.

Valdés agrega que la Compañía trataba de inculcar el sentido del trabajo en sus alumnos y que, por eso, los estudiantes también debían servir la mesa o lavar los platos al finalizar las comidas, labor que también debió hacer el actual Pontífice.

Tras estas actividades, continuaba la rutina de estudiar idiomas y seguir con las lecturas. El padre Emilio Vergara, quien fue rector espiritual en ese centro de estudios, señala que la formación humanista del juniorado -que cursó Bergoglio- incluyó el estudio de latín, griego, literatura e historia del arte, entre otras asignaturas. Además de aprender esas lenguas, se analizaban diversas obras de autores como Cicerón o Jenofonte.

Valdés añade que "a quienes estaban en el noviciado se les prohibía leer el diario. Los del juniorado podían hacerlo un poco más, pero la idea es que se mantuvieran en un ambiente de estudio". Lo mismo sucedía con las entretenciones: sólo se podía escuchar música clásica. Quien recuerda esa época es el rector de la U. Alberto Hurtado, Fernando Montes, quien sostiene que "en la casa jesuita había un pasillo que todos utilizábamos para estudiar y conversar en latín. Era un tramo corto, donde siempre iban cinco o seis religiosos por un lado, y otros cinco o seis en dirección contraria".

Añade que "hoy recuerdo con mucha impresión que en esas caminatas me crucé con el actual Papa. Suena muy impresionante".

Montes asegura que en la época en que estuvo Bergoglio "había una pequeña pieza o cabaña, que le decíamos 'La Tom', por el libro La cabaña del tío Tom, donde muchas veces nos reuníamos a conversar y tomar té. Me parece que el actual Sumo Pontífice participaba de estas charlas". Dicho recinto ya no existe. Durante el día, los alumnos tenían una hora para la reflexión, momento en que oraban. Valdés cuenta que muchos se iban a la capilla principal que hay en la casa, donde aún hay figuras que se encontraban en la época de Bergoglio, como una de Jesucristo y otra de la Virgen María.

Una de las actividades que más esperaban los jóvenes (una o dos tardes a la semana) eran los deportes. La casa posee una piscina, que habitualmente era ocupada por los alumnos mayores. Montes dice que "una de las zonas donde es posible que él (Bergoglio) haya disfrutado mucho era la de deportes y una piscina, dada su cercanía con los deportes, aunque recuerdo que, en esa época, él tenía una pequeña dolencia que le impedía practicarlos". Valdés añade que, especialmente los argentinos que llegaban a estudiar, "daban su nombre y de inmediato mencionaban su club de fútbol. Les gustaba mucho y lo practicaban cuando había la posibilidad". En el caso de Bergoglio, su equipo era San Lorenzo. El religioso añade que los estudiantes argentinos también jugaban a las cartas, generalmente truco.

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