Casta diva

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Es reconfortante el efecto que produce el documental María por Callas: En sus propias palabras, recientemente en cartelera. Acostumbrados a que a personajes históricos se les crucifique y desprecie -además muertos, no protestan-, sorprende que el director Tom Volf opte por una versión favorable a la extraordinaria mujer y cantante que fue.

La Callas presenta un blanco perfecto -"la traviata", mujer perdida-, ideal para un periodismo tipo magazine folletinesco de altas calorías. Basta normalmente con repetir lo de siempre: sus ataques temperamentales; el morbo truculento con que la despedazan (la madre que poco menos la prostituyera durante la guerra, el hijo nacido muerto que habría tenido con Onassis); el infaltable "dicen que" de mala leche que le cuelgan ("les liaisons dangereuses" a bordo del yate Christina); el ninguneo docto (su pérdida de peso y cómo debilitó su voz a fines de los años 50); o convertida en ícono ambiguo, tratándose de una "mujer ardiente con voluntad masculina fría" gusto gay (Camille Paglia), hoy también "tendencia" (que horrible y sesgado concepto, éste).

Volf pareciera dar por hecho que el público maneja esta información de segundas fuentes, cansado de que se le tenga por cómplice del trabajo sucio de paparazi sin siquiera un aria de la soprano que acompañe el cuento. Prefiere, en cambio, devolvernos la magnífica intérprete con toda su potencia, exponiendo su versión de sí misma, cantando pasajes musicales sin interrupciones. Una "Master Class", la suya.

Es decir, esquiva la tentación fácil, escandalosa, como también el mero espectáculo. A la Callas se la ha tratado de rescatar por esa vía; sin ir más lejos, el "Hologram Tour" en que aparece en YouTube cual fantoche virtual en el papel de Carmen acompañada por una orquesta real, arrojando una baraja al aire en que las cartas se suspenden y descienden en cámara lenta. No aquí. A lo sumo, se han remasterizado registros conocidos solo en blanco y negro, devolviéndoles su color y sonoridad espectacular, y han recobrado carretes de film que no se sabía que existían. El documental se contenta más bien con que al espectador le basten los prodigios técnicos de la Callas por sí misma.

No es este un documental, además, gusto de todo el mundo, para nada un mal signo. La censura gringa aconseja Parental Guidance (PG): menores de edad solo pueden acceder a la sala acompañados por un adulto habiendo "elementos temáticos para audiencias con criterio formado, gente fumando, lenguaje soez y chocante". Y las feministas no le perdonan que dijera en cámara que hubiese preferido haber tenido familia y niños, no una carrera -el pecado capital máximo, versión puritana mundo actual. En fin, qué más se puede pedir: una mujer inteligente, bellísima, dueña de escena, quien le canta a la Luna y a nosotros.

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