Columna Cristián Valenzuela: Volver al pasado, Pinochet y Bachelet



“¿Pinochet está vivo?”, me preguntó mi hijo camino al colegio al escuchar las noticias en la radio. Le respondí que no, a lo que inmediatamente acotó, “¿Y por qué hablan tanto de él?”. Hasta un niño de 12 años se da cuenta de la burda estrategia del gobierno para desviar la atención pública de la realidad que los chilenos viven día a día.

Con apenas un 31% de aprobación, Gabriel Boric entra de lleno en su segundo año de gobierno sin una hoja de ruta clara para hacerse cargo de los problemas más urgentes de los chilenos. Peor aún, en su reciente cuenta al país, ha vinculado el legado de su gobierno a la aprobación de una reforma tributaria imaginaria, cuya improbable aprobación, permitiría contar con recursos supuestamente ilimitados para financiar una interminable lista de compromisos utópicos.

En este contexto, el gobierno se ha visto tentado a recurrir a una táctica controvertida: la instrumentalización de dos figuras emblemáticas de la historia chilena, Augusto Pinochet y Michelle Bachelet. En un intento desesperado por cambiar la agenda y sostener su base de apoyo, el gobierno ha decidido traer el pasado al presente.

Augusto Pinochet entregó el poder en marzo de 1990 y falleció hace más de 17 años. Sin embargo, Boric ha encontrado en el “legado” de Pinochet, una oportunidad para aprovecharse de la memoria histórica y horrores del pasado, para intentar desviar la atención de los problemas actuales que enfrenta su fracasada gestión.

Pero ¿cómo es posible utilizar a una figura histórica para sustentar el presente? La respuesta radica en la política de símbolos, una estrategia que busca manipular los sentimientos y las emociones de la sociedad, con el objeto de alterar la difícil realidad política que le toca enfrentar. Con este fin, Boric recurre a la figura de Pinochet para generar miedo y polarización, sin importar que su muerte haya ocurrido hace tanto tiempo y que los alcances de su apuesta no sean tan evidentes como él cree, considerando la evolución de la opinión pública sobre ésta y otras materias.

La estrategia del gobierno de Boric no se limita a Pinochet. También ha encontrado conveniente apropiarse de la imagen y el legado de Michelle Bachelet, utilizando su trayectoria política y su experiencia como expresidenta, para alejarse de las posiciones más radicales del Frente Amplio y proyectarse, en cierta forma, como su continuidad. No solo consiguió su apoyo en la presidencial y ha transmitido su creciente cercanía con ella; ahora la involucra directamente en sus actos públicos y la sitúa como un actor principal en su último mensaje a la nación.

Resulta irónico que aquel que en su momento criticaba vehementemente a la ex Presidenta, ahora recurra a su imagen para aprovechar su respaldo político. Si en el pasado, para Boric, Bachelet representaba “un tapón de contención” a la construcción de una alternativa de izquierda; hoy parece representar un “tapón de contención” para evitar el desfonde completo de su alicaído gobierno.

A mi juicio, la verdadera supervivencia política de este gobierno, radica en la capacidad de sus líderes para enfrentar esos desafíos reales y generar soluciones efectivas, no en la instrumentalización de figuras históricas ni en la construcción de narrativas engañosas. Las cifras muestran una popularidad en declive, una confusión programática de su base de apoyo y una falta de credibilidad absoluta para gobernar. En última instancia, el Gobierno de Gabriel Boric deberá rendir cuentas por sus acciones y políticas, no por las herencias de otros.

No dejemos que los símbolos y las figuras históricas sean utilizados como herramientas de manipulación. Chile merece un futuro construido sobre la base de principios sólidos y liderazgo auténtico, donde el bienestar de la ciudadanía sea la verdadera prioridad. No permitamos que el juego político oscurezca nuestra visión y desvíe nuestra atención de los verdaderos desafíos que enfrentamos como sociedad y para eso es fundamental que cada ciudadano mantenerse informado, cuestione y exija transparencia.

Porque quien gobierna hoy no es ni Pinochet ni Bachelet, sino el Presidente Gabriel Boric quien tiene 1.000 días para enmendar el rumbo o ratificar perpetuamente su incompetencia.

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