Columna de Carlos Meléndez: Identidades pospartidarias en Chile



Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES

Grandes momentos históricos pueden formar identidades políticas duraderas en las personas que los viven directamente. Normalmente, los partidos políticos funcionan como agencias traductoras de dichas coyunturas. Permiten digerir cambios históricos al común de las personas, poniendo sus identidades partidarias al servicio del ordenamiento político en tiempos de incertidumbre. Hoy, que solo el 15% de chilenos se identifica con partidos, la posibilidad de una refundación constituyente se vive incierta. Reaparecen personalidades (como Ricardo Lagos), se articulan movimientos ciudadanos de existencia efímera (amarillos de diversas tonalidades) y emprendimientos cívicos de pedagogía constitucional (colegas catedráticos llevando las aulas a la sociedad), entre otros, tratando de construir atajos cognitivos que conduzcan al electorado por las vías del Apruebo o del Rechazo, según sus propias apuestas. Pero estos esfuerzos son débiles -¿inútiles?- cuando el propio peso de una historia convulsa y traumática -como la que ha vivido Chile en el último lustro- está gestando, sin intermediarios, identidades políticas que perdurarán los próximos años y trascenderán a este 4 de septiembre.

Cuando en octubre de 2020, el 51% de chilenos optó mayoritariamente por el Apruebo (78%) y el Rechazo (22%) a una nueva Constitución que reemplazara la de 1980, se produjo una primera división. Por un lado, los defensores del statu quo, los pro establishment (claramente una minoría) y, por otro, aquellos que destituían por elección u omisión (vía el ausentismo) a la “Constitución de la dictadura”. La lectura idealista interpretó a esa gran mayoría destituyente como ávida de un nuevo pacto social, como si tuviesen muy claro el horizonte al cual arribar. Las elecciones posteriores -principalmente la de los convencionales- fueron derrumbando la hipótesis romántica, pues se fueron configurando con más notoriedad dos grupos adicionales a los defensores del establishment: los destituyentes y los constituyentes. Los primeros no logran ser convencidos ni por el proceso de la Convención ni por el borrador de Carta Fundamental y se van inclinando a votar Rechazo en septiembre, habiendo votado por Apruebo en el 2020. Los segundos, estaban convencidos de promover una nueva Constitución y aprobarla. Es decir, son los “Apruebo” sistemáticos, fundamentalistas, utópicos.

Así, en Chile, se van perfilando al menos tres identidades políticas sin la injerencia relevante de partidos políticos. Los pro establishment (Rechazo 2020, Rechazo 2022), los constituyentes (Apruebo 2020, Apruebo 2022) y los destituyentes (Apruebo 2020, Rechazo 2022). En el 2020, quedó claro que los constituyentes y los destituyentes sumaron preferencias (anti derecha los primeros, anti establishment los segundos). En el plebiscito venidero, queda la duda de hacia qué lado se inclinarán los destituyentes, quienes frente al juvenil gobierno constituyente, siguen siendo anti establishment. Aún ganando el Apruebo, queda claro que en un país acostumbrado a tornar las miradas en el sentido de derecha e izquierda, resulta necesario mirar hacia “abajo”. De ganar el Rechazo en las próximas semanas, no habrá ganado el establishment (aunque así lo quiera interpretar), sino precisamente su opuesto, esas masas destituyentes que no creen ni en la Constitución de 1980 ni en el borrador, ni las viejas coaliciones partidarias ni en Boric y su compañía.

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