
Columna de César Barros: La estatua de sal

Este gobierno está perdiendo el poder en forma exponencial. Ya no es “un pato cojo”, sino un pato sin patas. Y debe ser doloroso perder el poder.
Más aún, dejando como “legado” a las AFP con esteroides, la Constitución del 80 enterita, sin reforma tributaria y con las Isapres dañadas, pero no muertas. O sea, sin patas y sin legado, o más bien dejando un legado muy lejano al que soñaron. Más bien “un contralegado”. Y eso además de temas más prosaicos, como el bajo crecimiento y la alta inseguridad.
Se me imagina la pérdida del poder político, como el perder a alguien muy querido. Porque el poder parece que es tan ansioso como el amor. Y el poder -como la vida- no se va perdiendo “de una”; es más bien como una larga enfermedad, que evoluciona como un serrucho hacia abajo: días mejores, y días peores, pero siempre declinando. No es una tragedia -que no tiene vuelta-, pero es una crisis que hay que saber conducir: las crisis, a diferencia de las tragedias, pueden tener salidas dignas. Y en las crisis, el liderazgo no puede perderse: su trabajo es contener y liderar la salida del problema. Si se quedan solo con el dolor de la pérdida, o interpretándola como una tragedia, no solo no verán la luz al final del túnel, sino que serán otros -probablemente sus adversarios- quienes muestren el camino de salida. En la medida que se queden en la actitud de “viudos” del poder que tuvieron y que lentamente van perdiendo, simplemente van como el pollo ignorante, que camina hacia el zorro, y el final es demasiado predecible.
Chile necesita una centroizquierda competitiva y moderna. Sería trágico que se quedaran en ese pasado que soñaron antes del 4/9/22. Tienen que seguir adelante, con un nuevo proyecto y un nuevo sueño. Y eso es perfectamente posible. Una centroizquierda capaz de conversar con una centroderecha, ya sea en la oposición o en el gobierno. Y que sirva de “cinturón” que proteja a Chile de sus extremos políticos de lado y lado. En resumen, que ayude a hacer al país gobernable: que nos aleje de la actual fragmentación y voluntarismo que nos aqueja. No es fácil, pero tampoco imposible.
Igual, las pérdidas del poder -como las de los seres queridos- son dolorosas: hay que hacer el duelo, perdonarse, y retomar la senda (arrieros somos, y en el camino vamos). La vida y el mundo -y esto también corre en política- es muy dinámico y cambiante. Los que se quedan pegados en el pasado, en la pena de la pérdida, y mirando al pasado, les pasa lo qué a la mujer de Lot, que por mirar la desaparición de Sodoma y Gomorra -y pese a las advertencias divinas- se convirtió en estatua de sal.
Muchos querrían que este gobierno se convierta en estatua de sal y pato sin patas. Pero eso no es bueno para el país. La izquierda está en medio de una crisis, que les llega por todos lados -sobre todo por Whatsapp-, pero su deber es seguir flotando y mirando hacia adelante, en vez de atacarse y echarse culpas unos a otros. De lo contrario, serán para siempre viudos inconsolables de la gloria que tuvieron hasta agosto del 2022, y no van a recuperarse más, como le ocurrió a la mujer de Lot.
Por César Barros, economista
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