Columna de Jorge Heine: Dependencia y autonomía en América Latina



Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Boston

Entre diplomáticos es sabido que las visitas de Estado bilaterales son el equivalente a una ejecución: concentran la mente. Algo comparable ocurre con las cumbres diplomáticas multilaterales. Suelen revelar las sinuosidades de toda una región.

Es el caso de la IX Cumbre de las Américas realizada en Los Ángeles, California. En semanas previas, la atención estuvo centrada en la lista de invitados, y el por qué Estados Unidos daba a entender, vía trascendidos, que Cuba, Nicaragua y Venezuela no estarían en la lista. Ello no cayó bien, y llevó al equivalente de un boicot a la Cumbre de varios países. Según el Departamento de Estado, solo 23 jefes de Estado y de gobierno de los 35 países del hemisferio asistieron al encuentro, un pobre resultado para eventos cuyo éxito se mide sobre todo por su convocatoria.

Lo más revelador, sin embargo, es el origen geográfico de los países cuyos líderes no asistieron. Es un lugar común entre los analistas de la región distinguir entre Sudamérica y los países de la Cuenca del Caribe. Señalan que los segundos están mucho más integrados a la economía y la sociedad estadounidense, y serían por ende mucho más dependientes de Washington que sus pares sudamericanos. Sin ir más lejos, Jorge Castañeda ha argumentado que el No Alineamiento Activo (NAA) como doctrina de política exterior sería mucho más difícil de implementar en México, Centroamérica y el Caribe que en Sudamérica, por esa razón.

Al menos un comentarista ha señalado que el NAA entrega claves para entender la resistencia que una cumbre con exclusiones gatilló. Lo notable, sin embargo, es que la abrumadora mayoría de los jefes de Estado y de gobierno que no fueron a Los Ángeles son de la Cuenca del Caribe. De Sudamérica, los únicos dos invitados que faltaron fueron los presidentes de Bolivia y Uruguay, el segundo por estar con Covid. Los “no shows”, sin embargo, encabezados por México, pero incluyendo también a Honduras, Guatemala, El Salvador, Granada, Antigua y San Vicente y las Granadinas, son todos de la Cuenca. Un 80% de las exportaciones de México van a Estados Unidos, al que el país de Benito Juárez está asociado por el T-MEC. Los países del Triángulo del Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) dependen fuertemente de las remesas de sus nacionales en Estados Unidos. Granada, Antigua y San Vicente lo hacen del turismo de EE.UU. Nada de eso fue óbice para que, “a la hora de los quiubos”, se dejaran mangonear.

Si ha habido una ocasión que ha puesto a prueba la capacidad de los países de la región de trazar un curso propio en materia de política exterior, ha sido esta IX Cumbre, que en adición a sus exclusiones, tuvo una agenda anodina y poco relevante para los desafíos de la América morena. Las -contraintuitivas- respuestas a este nuevo esfuerzo por divide et impera parecieran indicar un espacio de acción mucho más amplio en la región para el No Alineamiento Activo que el vaticinado hasta ahora.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.