Columna de Sebastián Sichel: ¿Quién es el adversario de republicanos?



Poerksen en Palabras plásticas, la tiranía de un mensaje modular, clasificó como palabras de plástico aquellas que la política transforma en vacías de contenido y se les ha ultrajado su significado para usarlas como un molde que se inserta en cualquier discurso. Son un artificio utilizado para adaptar cualquier realidad a la interpretación del autor. Gramsci -el ideólogo marxista- las llamaba palabras talismán, palabras que podían manipular a las masas. En Chile, la más plástica y manida de todas es la palabra libertad. En nombre de la libertad el comunismo suele justificar el odio de clases o la falta de respeto a las instituciones. En nombre de la libertad, líderes republicanos acusan de cobardes a quienes en Chile Vamos destraban acuerdos para avanzar en seguridad. Para ellos defender la libertad es acallar o cancelar la diferencia.

Kast hace algunos días señaló que “su adversario está en la izquierda”, después de dedicarse años a desarrollar una carrera basada en la destrucción de la centroderecha. Hizo de la palabra adversario un plástico, que usa como escudo cada vez que alguien reacciona a sus ataques. En su praxis administra con sagacidad una política hambrienta de poder y traumada por la derrota, que otra vez está tentada de amasar el triunfo después del maltrato: sabe ejercer su rol de captor.

A la centroderecha le falta entender que también la extrema derecha es su adversaria: atenta contra su modernización, y es la condena que la llevará a su desaparición. Le regala el triunfo a una izquierda que sabe que la elección se juega en la moderación. Es la tragedia que vivió la Concertación con el Frente Amplio: no supo que en su obnibulación juvenil estaba su desaparición. Es lo que entendió bien en Francia Macron y nunca leyó Sarkozy. Es lo que hizo Merkel al acordar con la socialdemocracia. Es lo que alerta Anne Applebaum: la mejor forma de que gobiernen populismos de izquierda en países en desarrollo es votando por extremismos de derecha. Parafraseando a Carrere en El Adversario, hay veces que una lucidez dolorosa es mejor que una ilusión aplacadora.

Lo que se juega es la democracia o el populismo, es la libertad o el autoritarismo: no Allende o Pinochet. Y en la nueva Constitución, la posibilidad de destrabar un conflicto o hacerlo permanente. Los adversarios son quienes tratan de mantenernos en la ilusión de que gobernar es una competencia de quién es más de derecha o izquierda, y no de cómo administrar un país que se derrumba por la incapacidad de avanzar. Gobiernos aislados de izquierda no son tan distintos a gobiernos aislados de derecha: sólo empobrecen más a los países y los hacen más inseguros.

Hace unos días, un candidato Republicano decía que su “partido no quería una nueva Constitución”, pero ya estaba embarcado. Su pragmatismo es el símil del adagio de izquierda de “avanzar sin transar”: justo lo que lleva a suma cero. Defender la libertad es no votar por aquellos que nos quieren polarizar. Defender la libertad es huir del absurdo del Chile del 73, donde, como señaló Aylwin, la obsesión de cada uno por imponer su proyecto país condujo a la ingobernabilidad.

Por mi parte, tengo claro por dónde se puede avanzar y qué candidatos de centroderecha y centro quiero apoyar. Y sé qué los republicanos han definido que su enemigo y contradictor es la centroderecha y han sido consecuentes con ello: no han sumado ningún voto al que llaman su sector, al contrario, han espantado electores moderados, y su estrategia ha sido crecer a costa de quienes simulan tratar de aliados. No han sumado un voto más al mundo de centroderecha y la condenan a ser minoría. No importa qué palabras usen: en los hechos trabajan para sí mismos. Piénselo bien al votar: vote por quienes quieren ayudar a salir de la crisis, no los que la exacerban. Los que nos tratan como estúpidos creen que la próxima elección se trata de que su partido sea el más grande o más chico. Pero el sentido común nos dice que nos estamos jugando los próximos 30 años de Chile.

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