Educación de calidad



Economistas como Sebastián Edwards y el exrector de mi universidad, Víctor Pérez, me han hecho volver a reflexionar sobre el tema sempiterno de nuestra educación. Edwards afirmaba que los estudiantes provenientes de escuelas particulares de gran prestigio en nuestro medio (digamos, Grange, Verbo Divino) les va peor en pruebas internacionales estandarizadas que a los de colegios públicos de Finlandia. Por su parte, Pérez se queja, como lo ha venido haciendo muy consistentemente en los últimos años, que nada se ha hecho por cambiarle el destino a los niños pobres de nuestro país.

¿Qué implicancias tienen estas observaciones para el probable impacto de las reformas del pasado gobierno? Estas reformas se pueden resumir en: (1) gratuidad en la educación superior; (2) el fin del lucro en la educación a todos los niveles de la educación); (3) el fin del copago y de la selección en las escuelas particulares subvencionadas y (4) la desmunicipalización de la educación pública.

¿Mejorarán estas reformas la calidad de la educación que reciben los niños pobres y de clase media? Poco probable. Sin mejoras en la calidad, la desmunicipalización no será sino un cambio de nombre que no garantiza que las escuelas que sirven a los niños pobres mejoren.

El fin del copago y de la selección tienen el objetivo de evitar la segregación entre los menos ricos y los más pobres. Indudablemente un objetivo loable, ¿pero es central al problema de la calidad de la educación escolar chilena? Lo dudo. Más aún, es difícil terminar con la segregación socio económica por decreto. Lo más probable es que aquellos padres que puedan financiarlos escojan los colegios privados no subvencionados y, desde luego, que muchos colegios particulares subvencionados se conviertan en privados derechamente.

La gratuidad en la educación superior no garantiza la igualdad de oportunidades para todos los niños de Chile. Observamos que a los mejores planteles ingresan, por obtener mejor rendimiento en la PSU, los jóvenes provenientes de familias de altos ingresos. La gratuidad no va a cambiar esta realidad hasta que mejore sustancialmente la educación escolar y preescolar que reciben los niños pobres.

Asimismo, la gratuidad, como se la ha ido implementando, está atentando en contra de la salud financiera de los planteles adheridos. Sería una paradoja que los jóvenes de las familias más ricas terminaran en establecimientos privados no adheridos a la gratuidad, los cuales también podrán llevarse a los mejores profesores, quedándose las universidades adheridas con los alumnos más pobres y sin poder entregarles la calidad de la enseñanza que era el objetivo de las reformas.

Necesitamos hacer un esfuerzo sostenido por mejorar programas y formar mejores profesores, lo que a su vez requiere invertir en facultades de educación. Y revisar la implementación de la gratuidad para no perjudicar a las instituciones adheridas.

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