Impuesto a los súper ricos

SII El Servicio de Impuestos Internos. Foto: Andrés Pérez


Por Paola Assael, economista

El impuesto al patrimonio de los súper ricos parece un asunto de lucha de clases, en que sus defensores y detractores se oponen como si se tratara de la revolución bolchevique.

Y en realidad es un impuesto más.

Estamos todos de acuerdo que el Estado debe existir, ahora más que nunca, que desde grandes a chicos piden su socorro. Estamos también todos de acuerdo que el sistema impositivo tiene que ser redistributivo, desde los más ricos a los más pobres.

Lo que hay que diseñar es un sistema impositivo lo más eficiente posible, que capture los recursos necesarios para cubrir los gastos e inversiones del Estado. Cualquier impuesto crea distorsiones, porque al tratar de evadirlo se llega a una solución subóptima de los recursos. Excepto el poll tax, que no se puede evitar.

A nadie le gusta pagar impuestos, pero no queda otra. Si se trata de aportes a la sociedad en general, se prefiere donar que pagar en forma obligatoria. Pero donamos poco. En la práctica, ocurre la mano invisible de Smith, en que cada uno persigue su propio beneficio, y el aporte tiene que ser obligatorio.

¿Cómo lo hacemos entonces?

En primer lugar, evitar la evasión, que se refleja en que tenemos una carga tributaria de solo el 20% del PIB, en circunstancias que las tasas de impuestos son altas. Y la solución debiera ser la transparencia. Que el pago de impuestos sea público, transparente y disponible para el que quiera. La mejor regulación a la trampa es el miedo a que te pillen.

En segundo lugar, no malgastar la plata para que el monto de impuestos que se requiera sea el menor posible. Es necesario que cada peso gastado por el Estado tenga una valoración social mayor que ese peso.

Respecto a la estructura de impuestos, aún existen muchas distorsiones por mejorar, tales como las instituciones sin fines de lucro, la exención de impuestos a las ganancias de capital, los paraísos fiscales, la renta presunta, el “lavado de utilidades” en sociedades que incorporan a parientes y amigos con bajo global complementario, la eliminación de gastos que no corresponden al giro y el bajo impuesto al diésel.

El impuesto al patrimonio de los súper ricos es un buen complemento a la estructura de impuestos, puesto que corrige las deficiencias del sistema en lograr que efectivamente el sistema como un todo sea progresivo.

Se dice que es difícil de recaudar, lo que es cierto, pero cualquier impuesto a los súper ricos es difícil de recaudar, en circunstancias que a los asalariados se les descuenta por planilla.

Ya existen impuestos al patrimonio, como las contribuciones y el impuesto a la herencia. El impuesto al patrimonio sería un impuesto más de stock, pero más focalizado en los que tienen mayor capacidad de aportar a las urgentes necesidades del Estado.

Este impuesto podría aplicarse en forma transitoria, mientras nos recuperamos de la pandemia y ajustamos las debilidades de la actual estructura de impuestos.

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