
Izquierda de pantalones cortos
El gaffe que le arruinó la semana a Jeannette Jara es harto más que un error.
Equivocaciones habrá muchas, de todos los candidatos, en esta maratón electoral. Algunos no serán más que reflejo de la confusión, el cansancio o la extrema presión bajo la cual se juega una campaña. Otras, en cambio, revelarán las fisuras más profundas de las plataformas que los sustentan.
Este es el caso.
En un foro sobre minería, José Antonio Kast dijo que en “la discusión de las primarias, se hablaba de la nacionalización del cobre”. Jeannette Jara, sentada a su lado, creyó que se le abría una oportunidad. Tomó nota, esperó su turno y atacó: “aquí hay gente que dijo que en la primaria se habló de nacionalizar el cobre y eso jamás se tocó. Yo lamento cuando el debate obliga a desmentir cosas que se tiran al aire, a la pasada”.
El problema es que el programa de las primarias de Jara sí prometía precisamente eso. Al día siguiente, la candidata reconoció su error.
No es solo que Jara no había leído, entendido o recordado su propio programa. Es que este es una muestra de extrema chapucería. Una letanía de generalidades que más que una plataforma política se lee como un trabajo encargado a último minuto a Chat GPT (“redacta un programa de siete páginas para una candidata de izquierda”, parece haber sido la instrucción).
Uno de los “tres ejes fundamentales” de este programa de siete páginas es el “modelo de desarrollo guiado por la demanda interna”. Pese a lo fundamental de su presencia, aparece como un enunciado sin una sola cifra que lo explique o justifique. Se pretende dar un giro a la política más crucial y consensual de nuestro desarrollo económico en el último medio siglo sin la más mínima explicación sobre el qué, el cómo o el cuánto.
Lo de la demanda interna fue despachado sin más ceremonia. “Había una frase en el programa -una, en esas siete páginas– que hablaba de demanda interna. Y me parece desafortunada. Por eso, quien la formuló ya no forma parte de este comando”, dijo Jara, refiriéndose a Fernando Carmona.
Pero no era una simple frase. Era, recordemos, uno de los “tres ejes fundamentales” de su programa. “Estos ejes representan una apuesta por reorganizar las prioridades del modelo de desarrollo chileno”, decía la plataforma programática que, se supone, fue liderada y aprobada por Jara.
La mención a nacionalizar el cobre sí es una frase al pasar, francamente banal. En el punto 5, se enuncia que “fortaleceremos el rol estratégico del Estado en sectores clave como el cobre, el litio y energía”. Pero increíblemente, solo un poco más abajo, en el punto 10, la propuesta cambia abruptamente. “Promoveremos una minería sustentable y con valor agregado, nacionalizando el litio y el cobre, fortaleceremos la economía circular y aplicaremos plenamente el Acuerdo de Escazú”.
Eso es todo lo que dice al respecto. Nacionalizar el cobre, una medida radical que tendría gigantescas consecuencias económicas, políticas e internacionales para Chile, se menciona a la pasada en una enumeración de buenas intenciones, como quien estuviera hablando de construir más ciclovías o instalar más semáforos.
Cuando, en 1971, Chile efectivamente nacionalizó la gran minería del cobre, ello fue el resultado de una larga estrategia política de la izquierda, que acumuló por décadas capital político en torno a ese proyecto, hasta convertirlo en una demanda nacional que fue aprobada por unanimidad en el Congreso.
“Chile se pone los pantalones largos” fue el lema del célebre poster que inmortalizó esa política. 54 años después, el oficialismo abraza esa estética (esa gráfica es replicada una y otra vez en sus oficinas y sus redes sociales), pero sin entender nada de su verdadero significado y complejidad.
Así, una propuesta que se presenta como “eje estructural” desaparece sin la más mínima explicación, y una frase que propone un giro radical de nuestra trayectoria histórica se escribe a la pasada, con tanta liviandad que unas semanas después, ni siquiera la misma candidata recuerda haberla propuesto.
Es evidente que un programa de primarias, que representa a un solo partido, debe ser reformado cuando la ganadora de esas primarias se transforma en candidata de todo el sector. Sus ideas deben ser discutidas, adaptadas o eliminadas para llegar a un consenso en la primera vuelta.
Pero ese esfuerzo es imposible cuando el programa original no es modificado, sino que simplemente es olvidado (“jamás se tocó”) o ninguneado (“me parece desafortunado”) por la misma candidata que lo presentó. Esa no es una forma seria de hacer política.
Es lamentable, pero no es sorprendente. Si algo ha caracterizado al oficialismo, que Jara ahora representa como su candidata, es precisamente ese abismo entre las promesas grandilocuentes y la nula elaboración sobre cómo ejecutarlas en la práctica. Una grieta entre sueños y realidad, entre el discurso y la práctica, demasiado profunda, que han zanjado sin reflexión, con flojera intelectual: simplemente abandonándolos en la práctica.
El programa que Apruebo Dignidad presentó en 2021 hoy se lee como una obra de ficción. Ese que prometía sentar “las bases para una transformación de largo plazo de nuestra sociedad hacia un futuro de dignidad, justicia y bienestar para todas y todos los chilenos”, donde “el mercado deje de ser el principio estructurador de la sociedad”.
El oficialismo sigue al debe de una revisión profunda de sí mismo. Después de tres años y medio de ejercer el gobierno, ¿cuál es su proyecto político? ¿En qué cree y en qué ha dejado de creer? ¿Cuál es el horizonte real, concreto, que ofrece a los chilenos?
Sin una respuesta profunda a esas preguntas, es muy difícil pedir a los ciudadanos que le confíen por cuatro años más el ejercicio del poder.
Porque lo que hoy se muestra es una izquierda de pantalones cortos, ensimismada en la celebración de algunos símbolos vintage, y afiches que se ven cool enmarcados en la muralla, pero incapaz de convertirlos en un proyecto de transformaciones coherente y realista.
Es una estética vacía. Una retórica vacua. El poster del niño de pantalones largos y la bandera chilena como un fin en sí mismo, no como una herramienta para lograr nada.
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