La confusión como estrategia



Por Roberto Méndez, Escuela de Gobierno UC

¿Quiere usted una nueva Constitución?". Es la pregunta literal que deberemos responder el 25 de octubre. Es eso lo que quedó plasmado en el acuerdo de noviembre y firmado por los representantes del mundo político.

La consulta, hay que decirlo, está mal redactada. Las opciones “apruebo” y “rechazo” no corresponden a la forma de la pregunta, que indaga en lo que se “quiere”. (¿Quiere usted agua? Respuesta: Rechazo. ¡Suena raro!). Claro, era la madrugada y no había tiempo para fijarse en detalles de redacción. Además, la alternativa más correcta en castellano, Sí y No, está llena de significados que los políticos prefirieron evitar.

El tema no es de léxico, aunque en mi opinión esta redacción forzada contribuye a la confusión. Es también un tema de identidades. ¿Quiénes son los que aprueban? ¿Quiénes los que rechazan?

La señora Juanita, que observa para decidir su opción, debe estar confundida. Ella entiende poco de teorías constitucionales, y quiere saber cuál es el grupo que la identifica. No le será fácil.

El anuncio del exsenador Longueira de optar por el Apruebo (“que ojalá gane por mucho”, agregó), uniéndose a históricos de su partido, como Lavín, hizo las cosas más complejas (quizás en un admirable diseño táctico). Pero no hay que olvidar que, antes, el propio Presidente Piñera había manifestado que “necesitamos una nueva Constitución” (28 agosto); en este caso, literalmente respondiendo Sí a la pregunta de octubre.

El Rechazo, por su parte, no ha contribuido mucho a disipar la neblina. Algunos de sus partidarios más claros (Schalper) proponen “rechazar para reformar ahora”; otros, apelan al exceso de costos, y algunos fueron silenciados en el gabinete. Y en un giro quizás extremo de metamorfosis identitaria, una campaña de la UDI -por el Rechazo, es necesario aclarar- usa la figura de… ¡Víctor Jara!

Quizás estamos ante una estrategia, o simplemente todo es producto del desorden y la improvisación. Lo cierto es que las identidades, tanto del Apruebo como del Rechazo, si alguna vez existieron, a estas alturas se han vuelto extremadamente borrosas.

El déficit de identidad política que afecta nuestra realidad, sin embargo, no es algo que pueda atribuirse a estas circunstancias. Es un problema global que afecta a las democracias y está incentivando la aparición de populismos en todo el mundo. El declive de los partidos políticos es un fenómeno íntimamente relacionado.

El mundo político hoy, con su pragmatismo acostumbrado, está en campaña, haciendo uso de este déficit de identidades. El riesgo es que, por abusar, el fenómeno se intensifique hasta el extremo, transformando todo lo que vemos, una mescolanza borrosa e irrelevante.

En la confusión, no veo cómo podremos acordar una nueva Constitución cuando ya no está claro qué nos une, qué nos identifica, qué proyecto común compartimos.

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