La desaparecida fraternidad

SANTIAGO 11 DE DICIEMBRE DE 2013FOTO GENTE PASEO AHUMADA


Por Roberto Méndez, Escuela de Gobierno UC

El esquivo balance, o abierto conflicto, que a menudo se plantea entre libertad e igualdad, está en la raíz de la discusión política de las últimas décadas. En nuestra realidad, el mayor desafío para la nueva Constitución será justamente lograr un equilibrio entre los valores de la libertad y la provisión de derechos sociales que satisfagan los anhelos y demanda por igualdad que moviliza a grandes grupos. No será tarea fácil, y los conflictos son previsibles. Del éxito o fracaso que logre la Constitución en encontrar un equilibrio justo para este dilema, depende el futuro de Chile, probablemente por muchas décadas.

Pero en medio de esta lucha, en el ardor de lo que pareciera un enfrentamiento binario entre libertad e igualdad, aparece el Papa Francisco, con una sorprendente carta sobre…fraternidad. Sí, fraternidad y amistad social. (¡Se nos estaba olvidando este tercer componente del entrañable lema de la Revolución Francesa!). Un importante aporte, creo, para todos los que comparten la vieja aspiración de fraternidad, o amor por los otros, en el lenguaje del cristianismo.

El documento es oportuno porque, hay que reconocerlo, en el descalabro del último año es justamente la amistad social el elemento que más se ha deteriorado en la convivencia. El enfrentamiento, el odio, incluso la violencia parece dominar nuestras formas de relación como pocas veces habíamos visto en nuestra historia.

La carta de Francisco fue escrita, dice, estimulada por un encuentro con el Imán Ahmad Al-Tayeb, una de las más altas autoridades culturales islámicas. Así, Fratelli Tutti parece como un ensayo sobre la importancia de la fraternidad, el amor por los otros en las relaciones humanas, más que una carta encíclica dirigida al pueblo católico (la encíclica ha sido criticada por esto en sectores tradicionales de la Iglesia).

Pero, aparte de la discusión interna, el mensaje que se deriva de este documento es inequívoco: no tendremos un mejor Chile si no logramos recomponer la amistad cívica. Todo lo que viene: la Convención Constituyente, el proceso legislativo, el ejercicio mismo del gobierno no serán posibles en un clima como el actual, donde prime la violencia.

La pandemia, la crisis social y económica han traído mucho dolor. Pero, además, son procesos en desarrollo cuyo desenlace no conocemos. El miedo en este ambiente de desconfianza, de aislamiento, pronto generará la actitud de “sálvese el que pueda” y muy luego (dice Francisco), “todos contra todos”.

La única posibilidad es recuperar lo que quizás sea el único producto valioso de todo este período: el reconocimiento que dependemos y nos debemos unos a otros. Esto es fraternidad, y todos podemos aportar a ella, o dañarla. Lo hacemos cada vez que decidimos respetar (o violar) el confinamiento sanitario, cada vez que nos apoyamos mutuamente o cuando, algo hoy tan escaso, nos sonreímos a pesar de las terribles mascarillas.

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