
La nueva guerra de Arauco
Los chilenos hemos ido normalizando estos actos y hemos ido categorizando a La Araucanía y las localidades colindantes como zonas demasiado complejas y cuyos problemas son difíciles de resolver.

Arauco tiene una pena, cantaba Violeta Parra, para describir las injusticias, usurpaciones y padecimientos que sufría el pueblo araucano. ¿Qué cantaría hoy Violeta Parra al ver que la opresión, injusticias, usurpaciones y padecimientos que sufren los chilenos en La Araucanía? ¿Cantaría acaso que Chile tiene una pena que no se puede callar?
La excusa más fácil para los extremistas de izquierda y la derecha acobardada es presentar la problemática como una de carácter multidimensional. Pobreza, culturas diversas y la cosmovisión del pueblo mapuche, por una parte, mezcladas con violencia rural, incendios de poca monta y robo de madera, por otra. Como solución, postulan una propuesta “acogedora”: hay que condenar la violencia, pero convocando a un diálogo multicultural, ojalá vestidos con vestimentas tradicionales de los mapuches y escuchando de fondo el sonido del cultrún.
Lo que ocurre en La Araucanía no es una reivindicación histórica. Son actos graves de terrorismo que han ido en aumento y cuyos responsables quedan en la absoluta impunidad. Solo dos ejemplos para reflejar el terror que se vive en la zona; primero, 11 encapuchados atacan una casona en la madrugada, despiertan a una mujer con una escopeta en la cabeza y la obligan a arrancar para luego incendiar la casona por completo; segundo, la emboscada y posterior ejecución de un cabo de Carabineros cometida por un grupo de encapuchados a plena luz del día en nuestra carretera principal.
Difícil encontrar ejemplos más macabros de lo que se entiende como infundir terror en la población general. No hay ninguna excusa o justificación para estos actos y no hay ninguna relación con la causa mapuche o los fundamentos multiculturales de una etnia originaria. Es terror de la peor calaña, que queda impune y que se materializa a vista y paciencia de los chilenos, sin que nadie haga nada para detenerlo.
Precisamente, es este último punto el que más indigna. Si un carabinero fuera emboscado y ejecutado en la Av. Kennedy, Santiago se paralizaría por completo y tendríamos a los matinales haciendo despachos en vivo para relatar la búsqueda y captura de los responsables. Lo mismo ocurriría si las víctimas de un atentado incendiario como los que ocurren a diario en La Araucanía fueran residentes de la comuna de Lo Barnechea. Los chilenos hemos ido normalizando estos actos y hemos ido categorizando a La Araucanía y las localidades colindantes como zonas demasiado complejas y cuyos problemas son difíciles de resolver.
Lo que uno espera del gobierno y del Estado de Chile, extendiendo la denominación a todas las fuerzas políticas y sociales, es que haya una condena categórica a los actos de terrorismo y que se entregue el respaldo absoluto a las Fuerzas Armadas y de Orden para que puedan cumplir con su misión.
De lo contrario, vamos camino a una nueva guerra de Arauco, que nadie podrá evitar. Cada día más se suman las voces que abogan para que la población civil se arme y se enfrente con los terroristas que asolan el territorio. Pero a diferencia de la guerra de Arauco, que terminó hace 250 años y que enfrentó a chilenos con araucanos, esta nueva guerra será entre chilenos, con consecuencias e impactos difíciles de imaginar. Todavía estamos a tiempo de evitar un baño de sangre si cumplimos con un mandato fundamental: cumplir y hacer cumplir la ley. Ni más, ni menos.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.
Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.
Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE