¿Nos quedaremos de brazos cruzados?



SEÑOR DIRECTOR:

Los casos de irregularidades en municipios suman y siguen. Ya casi no nos sorprenden, forman parte del paisaje, de lo que siempre sucede.

Esta semana, en la comuna de San Ignacio, se formalizó a siete imputados, entre ellos el alcalde en ejercicio, quien fue enviado a prisión preventiva. Horas después, el alcalde de Niquén, fue asociado a la misma causa.

¿Por qué pasan estas cosas en el mundo municipal? En parte es porque los alcaldes tienen mucho poder. En muchas comunas, son el empleador más importante. Pero, sobre todo, son el primer eslabón de la cadena política y juegan un rol decisivo en cualquier elección. Por eso cuesta tanto hacer reformas. Nadie ha estado dispuesto a meter mano y pagar los costos.

Los problemas de diseño institucional son muchísimos, y van desde precarios mecanismos de control y ausencia de sanciones, a burocracias y malos sueldos, una obscena distribución de las rentas en cada municipio (con un sistema que da más a quien menos lo necesita, y menos a los más pobres), hasta el boquete más famoso del sistema: las corporaciones, asociaciones y organizaciones comunitarias. La mayoría de los escándalos conocidos el último tiempo tienen que ver con ellas.

Ni la Contraloría ni la prensa de alcance nacional pueden fiscalizarlo todo. Se requieren reformas profundas. Los concejales, funcionarios y vecinos deben tener un rol de vigilancia mucho más activo, acompañada, ojalá, de una prensa local que no dependa económicamente del avisaje municipal.

Pero, la verdadera pregunta es otra. ¿Cuántos alcaldes tienen que irse presos para que nos tomemos el tema municipal en serio?

Francisco Leturia Infante

Presidente del Consejo para la Transparencia

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