Opinión

Segundo tiempo electoral

Tras la inscripción oficial de las candidaturas y los programas de gobierno, se ha iniciado la última etapa de la campaña presidencial de primera vuelta. Hasta ahora, las encuestas ratifican en forma persistente que los candidatos con más oportunidades de ganar son J.A. Kast del Partido Republicano y J. Jara del Partido Comunista. Sin embargo, la elección no está zanjada.

Esto no tanto por el hecho de que Matthei muestre una incipiente alza o porque los candidatos que llevan la delantera se disputen, por turnos, semana a semana, el primer lugar. Esas oscilaciones son parte de una corriente más de fondo. La competencia electoral se ha tornado particularmente dinámica, producto de un electorado escéptico, desideologizado y, en extremo, desafecto de los partidos, que se mueve por pragmatismo y adhesiones coyunturales, antes que por fidelidad doctrinaria e identificaciones férreas y estables. De hecho, parte importante del electorado decide su voto en forma definitiva recién el último mes antes de las elecciones (LEAS-UAI, 2022).

Bajo esas coordenadas, la historia reciente ofrece precedentes de cambios significativos en cortos periodos electorales. La carrera presidencial en 2021 fue una muestra, con la tardía irrupción de Boric y el rápido ascenso de Kast en la parte final de la campaña.

Los próximos sufragios conllevan una incertidumbre adicional. Después de más de una década, es la primera elección presidencial con voto obligatorio, lo que implicará más de cinco millones de “nuevos” votantes respecto a los comicios de 2021. Buscando ampliar su base de apoyo hacia este nuevo elector, Kast y Jara han atenuado su identidad y narrativa política, aun cuando ambos están en las antípodas del mapa ideológico.

¿Es esta una transición creíble? Para Jara, parte de su propio sector torpedea su transformación hacia una versión más “descafeinada” de su identidad comunista que se abre a la socialdemocracia. Para el caso de Kast, es un buen ejercicio comparar su actual propuesta de programa de gobierno con la presentada en 2021. La metamorfosis es elocuente en forma y referencias. Mientras antes su documento programático, de más de 200 páginas, se introducía con un “manifiesto” citando a Milton Friedman y -en su crítica a la izquierda- a Michel Foucault, y aludía a Dios como fundamento inalienable de derechos; para las próximas elecciones, presenta un “pdf” de no más de 40 páginas, colorido -literalmente- de iniciativas concretas en materia de seguridad y economía, bautizadas con gran talento creativo. Antes y ahora, hay poco espacio para matices en los diagnósticos y sí mucho voluntarismo.

En este escenario constreñido, los próximos debates presidenciales televisivos cobrarán una relevancia adicional, para evaluar lo sustantivo de las propuestas y, sobre todo, conocer con nitidez las filiaciones ideológicas de Jara y Kast. Lo paradojal es que la manifestación del credo identitario, que antes fue lo central de sus intervenciones, de emerger en los debates que se vienen, serán considerados un error no forzado, o, peor aún, un acto fallido de su subconsciente.

Por Magdalena Browne, decana de Comunicaciones y Periodismo, Universidad Adolfo Ibáñez

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