Opinión

Triángulo tóxico contra la democracia

La democracia como sistema político siempre ha convivido con el conflicto. El disenso, originado en la diversidad de intereses y opiniones, es su motor y el pluralismo en la deliberación, su esencia. El problema surge cuando dichas tensiones se convierten en hostilidad, cuando ciudadanos y líderes ya no ven adversarios sino enemigos y el debate termina en la escasa o nula posibilidad de entendimiento. Emerge entonces un triángulo pernicioso: la polarización tóxica, la desinformación y el ascenso de los movimientos iliberales.

En América Latina, este fenómeno se ve amplificado en un contexto donde la desigualdad estructural, la inseguridad, la migración forzada y la crisis climática desafían la confianza, legitimidad y eficacia de las instituciones públicas; generando desafección ciudadana, demandas por respuestas concretas frente a problemas apremiantes y por mayor inclusión (IDEA internacional, 2024).

La desinformación es un combustible en este delicado escenario. No son sólo las mentiras aisladas, sino estrategias coordinadas que explotan emociones negativas como el miedo y la rabia, para impulsar agendas antidemocráticas, aprovechando el potencial de las redes sociales y plataformas digitales para expandir la circulación de rumores, noticias falsas y teorías conspirativas, que refuerzan sesgos y alimentan el resentimiento.

Cuando la mentira se vuelve verosímil y la verdad resulta irrelevante, la democracia pierde su idioma común, siendo vulnerable a movimientos iliberales y líderes que, pese a ser elegidos democráticamente, socavan pesos y contrapesos, manipulan la justicia, suprimen libertades y derechos fundamentales, desacreditan a la prensa, a la academia y reducen el espacio cívico.

Entonces la tríada tóxica produce la tormenta perfecta, y eleva el riesgo de naturalizar una democracia cada vez más plebiscitaria y menos liberal, donde las elecciones subsisten, pero las garantías se marchitan.

¿Podemos hacer algo contra ello? Sí, pero se requiere voluntad política y coraje ciudadano para tomar medidas. Debemos fortalecer nuestras instituciones electorales y judiciales para que funcionen como diques frente a la manipulación. Construir liderazgos que entiendan el diálogo y los acuerdos no como debilidad, sino como el único camino hacia la gobernabilidad. Desarrollar una estrategia contra la desinformación en base a transparencia y alfabetización digital. Regular el uso de la Inteligencia Artificial en procesos electorales. Y, por último, revitalizar los espacios de conversación plural para fortalecer el tejido social.

Hoy, cuando IDEA Internacional celebra sus 30 años, reuniendo a expertos de Latinoamérica y autoridades en un foro de dos días en el GAM, hacemos un llamado a no ignorar los problemas que enfrentamos y redoblar la convicción sobre la democracia como el marco de convivencia en el que aún podemos encontrarnos.

Por Alejandra Sepúlveda y Marcela Ríos, IDEA Internacional

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