¿Una nación de enemigos?

Para el 26 de abril está fijado el referéndum constitucional.


Por Andrés Dockendorff, Universidad de Chile, Tomás Duval, Universidad Autónoma, y Mauricio Morales, Universidad de Talca

Las encuestas indican que los chilenos esperan que los políticos privilegien los acuerdos por sobre sus propias posiciones. ¿Por qué se observa tanta polarización en la élite política entonces? Convencionalmente, se asume que la conducta de los actores políticos es función de los incentivos institucionales. Precisamente, durante la última década, se han introducido reformas que en parte explican los niveles de polarización y fragmentación partidaria.

El voto voluntario favoreció la polarización en dos sentidos. Primero, porque los moderados dejaron de participar, dando mayor espacio a los votantes extremos de izquierda y de derecha. Segundo, porque se agudizó el sesgo de clase en la participación.

En el caso de las primarias, los candidatos de un mismo pacto compiten por diferenciarse, persiguiendo la movilización de los grupos más comprometidos ideológicamente. De hecho, en estas contiendas suelen ganar los candidatos más extremos.

Los límites a la reelección también crearán mayores niveles de polarización. Los parlamentarios que no puedan repostularse, presumiblemente buscarán otro cargo, y al hacerlo tratarán de ser más visibles para sus potenciales electores, siendo el camino fácil el conflicto y la polémica para conseguirlo.

Respecto al sistema de partidos, la ley de partidos rebajó inexplicablemente las barreras para formar partidos nuevos: a la fecha existen 25 partidos políticos constituidos, ocho en formación y siete en trámite. Es plausible que el próximo año electoral tengamos en torno a 40 partidos en competencia. En paralelo, el efecto natural de avanzar desde el binominal a un sistema más proporcional elevando el número de escaños, fue precisamente la fragmentación. Si pensamos que la fragmentación es como el colesterol -y que hay una fragmentación buena y una fragmentación mala-, un sistema de partidos más diverso no es necesariamente una noticia desalentadora, siempre y cuando esos partidos compitan por ideas y propuestas (fragmentación buena), y no vía personalismos o escándalos (fragmentación mala), como parece ser la tónica actualmente.

Así, los políticos tienen más razones para polarizarse que para buscar a los votantes moderados. La ecuación es muy sencilla. Son los electores extremos quienes más votan, las primarias obligan a los candidatos a marcar diferencias importantes con sus propios socios de coalición, y si alguien se siente incómodo en su propio partido, puede renunciar y formar otro partido en un tiempo breve.

Con todo, todavía no sabemos cómo la polarización en el discurso de las élites afectará la conducta electoral. Un 30% del padrón electoral no ha sufragado nunca desde el año 2012. Como el nutrido calendario electoral de 2021 se realizará conforme a las mismas instituciones electorales analizadas, nada permite avizorar que la polarización y la fragmentación disminuirán. Lamentable, sería que nuestro país vuelva a ser una “nación de enemigos”, como titulaba un libro sobre un periodo oscuro del país.

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