Paula

Cuando las presiones estéticas también atraviesan la menopausia

Aunque el cuerpo cambia por razones fisiológicas completamente naturales, muchas mujeres enfrentan esta etapa con culpa, vergüenza y dietas extremas. Aceptar esos cambios también es una forma de bienestar.

Vivimos en una sociedad que patologiza cualquier signo de cambio corporal. Las mujeres lo sabemos bien, sobre todo a medida que vamos sumando años. Y es precisamente en la etapa de la menopausia donde estas presiones se vuelven aún más intensas. Me veo reflejada en mis pacientes, en mi mamá, en mis tías y en tantas mujeres que atraviesan esta fase, con la inquietud de que las exigencias estéticas que hoy, a mis 37 años ya resultan asfixiantes, solo se incrementarán con el tiempo.

La menopausia —un proceso que puede extenderse por años, desde la perimenopausia— trae consigo transformaciones fisiológicas completamente naturales, entre ellas un aumento de peso habitual. Pero este cambio no es un fallo metabólico ni un castigo por “descuidarnos”. Al contrario, en el debate sobre la grasa corporal, es fundamental reconocer que el tejido adiposo cumple funciones fisiológicas esenciales, especialmente en esta etapa.

Durante la vida reproductiva, los ovarios son la principal fuente de estrógenos, hormonas vitales para mantener la densidad ósea. Con la disminución de su función, el cuerpo recurre a la conversión de andrógenos en estrógenos mediante la enzima aromatasa, presente en el tejido adiposo. Esta producción alternativa ayuda a preservar la masa ósea y a reducir el riesgo de osteoporosis. Por lo tanto, mantener un nivel adecuado de grasa corporal tiene un efecto protector.

Además, el metabolismo basal disminuye, lo que significa que quemamos menos calorías en reposo. Sin embargo, este descenso natural rara vez se comunica con claridad. Lo que sí se difunde y refuerza es la idea de que cualquier cambio corporal debe combatirse, que debemos vernos como cuando teníamos veinte años o antes de ser madres.

El resultado es vergüenza, culpa y una relación cada vez más difícil con la comida y el cuerpo. Durante la perimenopausia y menopausia, muchas mujeres son vulnerables a desarrollar o reactivar trastornos de la conducta alimentaria (TCA), en gran parte debido a la enorme presión social por mantenerse delgadas y jóvenes, acompañada de mensajes confusos sobre lo que es “saludable” en esta etapa.

Esa presión empuja a muchas mujeres a dietas restrictivas y prolongadas, generalmente insostenibles, provocan efecto rebote y afectan negativamente el metabolismo. Nutricionalmente, estas prácticas pueden causar deficiencias de calcio, vitamina D, proteínas y otros nutrientes esenciales para la salud ósea y muscular, aumentando la fatiga y afectando el bienestar general.

Así lo reafirma la ginecóloga Loreto Vargas, especialista en el tema: “durante la perimenopausia y menopausia, es esencial mantener una alimentación adecuada sin caer en restricciones estrictas, ya que estas pueden provocar pérdida de masa muscular, alteraciones óseas, deficiencias nutricionales y afectar la salud mental, aumentando la ansiedad y la culpa. Por eso, es fundamental cultivar una relación flexible y respetuosa con la comida, adaptada al contexto y necesidades individuales”.

Más allá del daño físico, las dietas rígidas suelen ir acompañadas de conductas compensatorias —ejercicio excesivo, ayunos prolongados, culpa constante— que elevan el estrés y la ansiedad. Así se genera un círculo vicioso que deteriora tanto la salud corporal como la mental.

Paradójicamente, diversos estudios muestran que, en la adultez mayor, mantener un peso ligeramente superior al rango considerado “normal” según el IMC se asocia con una menor mortalidad en comparación con pesos más bajos. Esto sugiere que ese aumento moderado de peso durante la menopausia podría actuar como un factor protector, más que como un problema que debamos combatir.

Tu cuerpo no está fallando: se está adaptando. En lugar de verlo como un enemigo, necesitamos cuestionar la narrativa que insiste en que el envejecimiento y el aumento de peso deben corregirse.

A diario escucho a mujeres que, sin una causa clara y sin haber cambiado sus hábitos, notan un aumento de peso y sienten la necesidad urgente de perderlo a cualquier costo, presionadas no solo por comentarios de familiares y amigos, sino también por profesionales de la salud que aún siguen recomendando la restricción calórica como la única solución.

No es el cuerpo el que necesita corrección, sino la narrativa cultural que lo rodea. Abrazar estos cambios, comprender su función biológica y desterrar la culpa son pasos esenciales para proteger la salud mental y física de miles de mujeres.

La verdadera clave está en lograr un cuerpo funcional que responda a nuestro contexto único: la edad que tenemos, los cambios físicos que atravesamos, y también las transformaciones emocionales que nos acompañan. Poder disfrutar de la madurez plena, con salud y bienestar, es un acto de respeto hacia nosotras mismas.

Porque este es el cuerpo que nos tocó habitar en esta vida, y merece ser cuidado, valorado y agradecido. Aceptar sus cambios no significa rendirse, sino reconciliarse con nuestra historia y construir un camino de bienestar auténtico, donde la salud sea un acto de amor propio y no una lucha contra el paso del tiempo.

Que la menopausia deje de ser un motivo de vergüenza y se transforme en una etapa digna de ser vivida con información, respeto y cuidado, disfrutando plenamente cada etapa de la vida.

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