Paula

El fenómeno de quedarse sin batería: lo que la hiperconectividad nos quitó

En un escenario donde el teléfono marca el ritmo de la vida y la infoxicación —ese exceso incesante de información— nos acompaña a cada momento, los expertos llaman a replantear el vínculo con la tecnología y a proteger nuestra energía mental con la misma atención que damos a la batería del dispositivo.

“Abro los ojos y lo primero que hago es revisar mi celular y mis redes sociales. No lo suelto, lo llevo al baño, almuerzo y trabajo con él. Siempre salgo con un cargador portátil por si me llegase a quedar sin batería. Creo que nunca me ha pasado estar desconectada más de una hora”, cuenta Josefina (23), periodista y quien hoy trabaja como influencer.

Incluso cuenta que le ha generado problemas con sus amigas y familia, por nunca dejar de lado la pantalla. Este fenómeno no es nuevo, se le conoce como nomofobia o el miedo a estar sin celular y ha evolucionado hacia conceptos más amplios como la fatiga digital y la always-on anxiety o ansiedad del siempre conectado. Pero esta tendencia no es exclusiva de las generaciones más jóvenes

“Se me quedó el cargador del celular en mi oficina y estuve sin batería en la noche y en la mañana hasta llegar a mi trabajo. Me costó quedarme dormida y me desperté con la ansiedad de saber quién me había escrito o qué me había perdido. Pensé que no era “adicta”, pero me di cuenta que en cierta forma, sí lo soy”, cuenta Marcela González (42, abogada y mamá de dos niños).

¿Por qué una simple notificación de que queda poca carga puede alterar el ánimo? El 76% de los chilenos dice sentir dependencia de su smartphone, y casi la mitad admite ansiedad o incomodidad al quedarse sin batería o conexión, según el portal Nomophobia.com. Pero no se trata solo del miedo a perder una llamada: el teléfono se ha convertido en nuestra agenda, mapa, billetera, cámara, oficina y refugio.

Y es que cuando la batería desciende, el cerebro interpreta esa señal como una pérdida de conexión o seguridad, activando el eje del estrés (hipotálamo-pituitaria-adrenal) y generando síntomas de urgencia o irritabilidad, y pérdida de control, similar a la que ocurre ante un riesgo de aislamiento social, explica Rodrigo Rojas, académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Santiago.

“Cada vibración o sonido de alguna notificación activa una breve liberación de dopamina, generando placer anticipado y reforzando la conducta de ver el teléfono, incluso sin necesidad. Este mecanismo produce fatiga cognitiva y estrés sostenido, especialmente en entornos laborales o educativos donde se espera disponibilidad constante”, agrega Rojas.

¿Estamos conectados?

“Creemos que estamos hiperconectados con el mundo, pero no es así y lo que al homo sapiens lo hace feliz es estar físicamente con otras personas, mirarnos, abrazarnos, conversar. Si estamos solos, eso nos produce tristeza y esa es la gran pandemia que tenemos hoy: la soledad y si además estamos mirando la vida perfecta del resto en las redes sociales, sufrimos más y es un espiral hacia abajo”, afirma Carolina Stephens, Educadora de Párvulos de la Universidad Católica de Chile y Máster en Educación de la Universidad de Harvard.

Los expertos coinciden que el no saber lidiar con el aburrimiento o con mis emociones negativas es lo que genera ese “pánico” de no tener batería. “Si no estoy conectada, no voy a tener este aparatito que me ayuda a lidiar con todas mis carencias. Y por eso la gente anda siempre tan preocupada de llevar el cargador para que el teléfono nunca se le descargue, porque tienen terror a estar solos, a encontrarse con ellos mismos.”, agrega.

Los expertos coinciden: el problema no está en la tecnología, sino en cómo la usamos. Ante este escenario, el bienestar digital se entiende como una extensión del autocuidado. Los smartphones más recientes incluso incorporan herramientas para esto—control de tiempo de pantalla, modos de descanso o reducción automática de notificaciones— pensadas para ayudar a recuperar el equilibrio.

La pregunta de fondo es ¿lo uso por necesidad, por hábito o por ansiedad? “El bienestar digital no consiste en desconectar del todo, sino en conectarse mejor. Cuidar la batería y nuestra energía van de la mano: programar las cargas, establecer momentos sin pantalla o activar el modo avión son hábitos simples que alivian la mente”, explica María José Leal, PR Manager de vivo Smartphone en Chile.

Entonces.. ¿qué se hace?

Una de las prácticas más comunes es empezar y terminar la jornada con el celular, pero los primeros y últimos minutos del día son determinantes para el cerebro. Stephens explica que para que el cerebro haga bien su trabajo -desintoxicar, organizar lo que uno aprendió, etcétera - uno necesita apagar toda pantalla dos horas antes de dormir.

Así como algunos restoranes en Chile han comenzado a ofrecer días de “detox digital”, dejar el teléfono a un lado permite recuperar espacios de conversación, bajar el ritmo y salir del modo alerta constante.

Dolor de cabeza, irritabilidad o distracción constante son señales de un cerebro sobrecargado. En esos casos, se hace necesario hacer una pausa, también —los entrevistados concuerdan— en cuidar qué es lo realmente importante, nos puede ayudar a recuperar tiempo y energía.

“Hay personas que pueden manejar mejor la ansiedad, pero otras no. Para quienes se sienten sobrepasados, lo ideal es reconocer qué dispara su ansiedad: los sonidos de las notificaciones, las luces del teléfono o cualquier estímulo que los altere. Si sabes que te afecta, desactívalo. Si esas alertas te hacen mal, apágalas”, aconseja Yuri Devia, psicólogo clínico y especialista en ansiedad y adicción a la tecnología.

Y si bien no existen grandes diferencias de género en la dependencia tecnológica, las mujeres tendemos a usar el celular como una forma de comunicación social y, por lo mismo, como un espacio de conexión emocional. En los grupos de WhatsApp, en las redes o en los mensajes que nunca terminan, muchas veces el teléfono funciona como una extensión del vínculo afectivo. “Como mujer y como mamá, veo que si una está hiperconectada mirando la perfección de la otra, se compara, se mira al espejo y siente que no es la más linda, que no tiene la mejor ropa, que no veranea en el mejor lugar. Entonces, mientras menos la ves, más feliz estás contigo misma”, agrega Stephens.

Para recargar la batería mental no basta con poner el celular en “no molestar”. Se trata de volver a lo básico: caminar sin audífonos, mirar por la ventana, leer sin interrupciones. Pequeños hábitos que permiten calmar la mente. En las relaciones también vale soltar el teléfono. Llamar en lugar de mandar mensajes o conversar sin mirar la pantalla son gestos simples que recuperan la conexión con los demás.

“Hay que tomar conciencia de que para recargar y estar felices, necesitamos otros seres humanos y tiempo de ocio, de deporte, de lectura o de regalonear a nuestros animales. No hay una receta, cada uno necesita conocerse a sí mismo para ver qué es o qué actividades son las que a uno le hacen feliz y esas son las que “conectan la batería”, sentencia Carolina.

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