
Una coalición única de largo plazo: el sueño frustrado de Boric
El Presidente quiere que su legado político sea un gran pacto unitario de todo el progresismo y que vaya más allá de lo electoral. A nueve meses de dejar La Moneda, en los partidos oficialistas reconocen que ese anhelo está lejos de concretarse y que la primaria los está alejando aún más.

Cuando el Presidente Gabriel Boric cumplió dos años en La Moneda tomó la decisión de revelar cuál quería que fuese su legado político luego de que, el 11 de marzo de 2026, terminara su mandato. “Espero que podamos formar una coalición de largo plazo para un proyecto progresista en Chile”, admitió en una entrevista con El País.
Con esas palabras, el Mandatario relató públicamente algo que ya les había dicho a los partidos de su gobierno en reuniones privadas e incluso en los cónclaves que el oficialismo hace en Cerro Castillo.
En esos encuentros, sin mayor bajada práctica, el Presidente ha comentado que desea que lo que él experimentó en un solo gobierno con dos coaliciones pueda trascender en un solo proyecto consolidado, de largo plazo y que perdure más allá de su administración.
Pero el anhelo del Presidente está lejos de cumplirse.
Cuando Boric ganó en 2021, su triunfo supuso un giro a la historia política del país. Por primera vez desde el retorno a la democracia no eran la Concertación ni la coalición de derecha tradicional los llamados a gobernar, sino una fuerza política emergente, de menos de 10 años de existencia: el Frente Amplio (FA). Por eso en el FA dicen que esa situación derivó en que el Mandatario tuviera la convicción de que “para las transformaciones sociales era necesario construir amplias mayorías más allá de su propio partido”.

Ese inédito hito llevó a que en un inicio Boric hiciera valer el peso de su alianza de origen -llamada Apruebo Dignidad y que sumaba al PC- y relegó a las antiguas fuerzas concertacionistas -rebautizadas como Socialismo Democrático- a lugares de escaso peso político, con una gran excepción: el ministro de Hacienda, el exsocialista Mario Marcel.
Esa apuesta rápidamente se desplomó y no alcanzó a durar un año. Tras el traumático fracaso constitucional del 4-S en 2022, Boric abrió las puertas de su gobierno para que desembarcaran figuras tradicionales del PS-PPD, que finalmente terminaron conduciendo las áreas claves de su administración.
Cuando hoy el Presidente pronuncie su última cuenta pública ante el Congreso pleno, comenzará a correr la cuenta regresiva sobre el final de su mandato, al que solo le van quedando nueve meses.
Inmerso en la recta final, Boric y la alianza de gobierno han ido constatando que aún falta camino por recorrer para cumplir el sueño de terminar con una sola gran coalición bien constituida.
Unidos para gobernar
“No es el momento”. Esa es la frase que se repite entre los dirigentes oficialistas cuando se les pregunta por el estado en que está el proceso para que confluyan en una sola gran coalición las dos almas del progresismo.
En los partidos que antiguamente fueron parte de la Concertación comentan en privado que la idea de una gran coalición siempre ha sido de Boric, pero que en todos estos años ni el Presidente -como jefe político de la alianza- ni sus partidos han dado pasos concretos para materializar un pacto que vaya más allá del gobierno.
A juicio de la presidenta del PS, la senadora Paulina Vodanovic, por ahora lo que hay es una convergencia a nivel de elecciones. “En el plano electoral hoy día es muy necesaria la unidad para enfrentar a la derecha y sobre todo a la ultraderecha. Por eso es un deber articularse electoralmente. Tener algo más allá de lo electoral, como una gran coalición de largo plazo, requiere de un trabajo mayor y creo que, por ahora, las bases de esa coalición aún no están decantadas”, dice la timonel socialista a La Tercera.

Otro dirigente añade que el estado de la situación se explica al mirar el nombre que adquirió la asociación de las dos coaliciones que sostienen al Ejecutivo: alianza de gobierno. “Eso es lo que somos, una alianza para administrar un gobierno y por ahora estamos llegando hasta ahí”, confiesa el dirigente oficialista.
La frase apunta a la obligación de sostener el gobierno y de sacar adelante los ministerios, en donde hay varios cargos repartidos entre las fuerzas políticas de ambas coaliciones. Con las encuestas mostrando una clara ventaja de la derecha en las próximas elecciones presidenciales, en la alianza de gobierno creen que dejando La Moneda, las opciones de conseguir una coalición única se ve aún más lejos.
A pesar de que han podido convivir durante estos más de tres años haciendo “una buena síntesis de las distintas tradiciones políticas del progresismo”, eso ha estado acompañado de alta virulencia. El FA, por ejemplo, resiente las ácidas críticas que constantemente hace el senador Fidel Espinoza (PS). Lo mismo pasa al revés, cuando el timonel PPD Jaime Quintana ha calificado como “identitarias” ciertas posturas del FA.
En un inicio la alianza intentó tener una orgánica común más allá del comité político de La Moneda, pero no prosperó. Hace unos años atrás tuvieron una vocería común, pero eso ya quedó en el pasado. Es más, de las dos coaliciones iniciales, la única que ha prosperado es el Socialismo Democrático, porque Apruebo Dignidad se disolvió lentamente.
Un parlamentario oficialista comenta que para formar una coalición única, lo que tiene que haber son “acuerdos ideológicos de fondo” y eso todavía no se ha dado.
En esa misma línea, explica que el mayor momento de unidad se dio para el segundo proceso constitucional, pero eso solo ocurrió porque la alianza de gobierno se ordenó en contra de algo: “Estuvimos en contra de la Constitución del Partido Republicano y no hubo problemas, funcionamos como reloj y con éxito, pero para ser una coalición no es suficiente estar en contra de algo, también tenemos que coincidir en cosas en las que sí creemos”.
Es en ese punto donde aparecen los problemas. En los partidos del Socialismo Democrático afirman que cada vez que han querido entrar en los temas de fondo, lo que aparece es división al interior de la alianza.
Así ha ocurrido con temas de política exterior como Venezuela o Cuba, donde el PC se escapa radicalmente de lo que piensa el resto. O lo que pasó esta semana con el proyecto de aborto con plazos que ingresó el gobierno, cuando los partidos del Socialismo Democrático empezaron a adelantar que votarán en contra.
Lo mismo ha sucedido con el conflicto entre Israel y Palestina, en que los roces entre el PPD y el FA han salido a la luz con mayor fortaleza. Algo similar ocurrió con episodios como el que desató la senadora Vodanovic cuando a inicios de 2023 pidió hacer una “revisión crítica” del programa de gobierno y recibió de vuelta la indignación de sus socios. Y de fondo aún resuena aquella polémica frase de la expresidenta del PPD Natalia Piergentili: “Si les quieres seguir hablando a los monos peludos, al 30%, a les compañeres, no creo que tengas ganas de hacer autocrítica”.
En los partidos oficialistas coinciden en que el deseo de Boric, hasta ahora, solo ha sido discursivo. De lo contrario, afirman, habría asumido un rol activo.
Un ejemplo de eso fue cuando el Presidente se la jugó por la unificación de las tres colectividades del FA. Esa vez, Boric asumió gestiones directas, instó a sus ministros a involucrarse y él mismo lo pidió en el aniversario de Convergencia Social.
El factor primarias
El futuro de lo que pueda llegar a ser la gran coalición de izquierda también está atravesado por el resultado de la primaria. “Las primarias son el hito que evidencia la voluntad de querer tener un espacio de unidad que perdure, algo que es justamente lo que no tiene la derecha que irá dividida a la primera vuelta”, dice la timonel frenteamplista Constanza Martínez.

Pero en la alianza de gobierno comentan que esa medición será relevante para saber qué fuerza política queda en posición hegemónica.
Con el triunfo de Boric, fueron los frenteamplistas los que se impusieron por sobre las fuerzas tradicionales de la centroizquierda. En una alianza en que todavía quedan resabios de partidos que siguen en la lógica del reemplazo, quien logre triunfar en junio marcará el eje desde el cual ambos mundos empezarán a sincerar la conversación.
Pero es justamente la primaria la que está alejando a los socios de la alianza de gobierno. Además, de manera incipiente, entre voces vinculadas al oficialismo se han puesto dudas sobre el pacto de lealtad que implica un apoyo recíproco en la primera vuelta.
Si bien todos los partidos ven como positivo tener una primaria que aglutina a todo el sector, lo cierto es que en el FA y en el PC ven con resquemor el giro hacia el centro de la candidatura de la exministra del Interior Carolina Tohá (PPD). Para varios dirigentes del PC y el FA, el Socialismo Democrático “entró en una moderación que está yendo más allá de lo que debió haber sido”.
Ese punto ha sido fuertemente criticado por la candidata del PC, Jeannette Jara. “Veo una restauración concertacionista. Me preocupa porque las recetas antiguas pueden servir en momentos del pasado, pero no para enfrentar los desafíos del futuro”, ha dicho abiertamente. Lo mismo reprocha el candidato del FA, Gonzalo Winter, quien suele repetir que la campaña debe ser “sin nostalgia por el pasado”.
Esa mirada también sigue presente en algunos ministros del gabinete de Boric. Así lo reconoció a fines de esta semana la ministra de la Mujer, Antonia Orellana (FA). “Mi visión sigue siendo crítica respecto de políticas subsidiarias en derechos sociales”, respondió al ser consultada por las diferencias políticas con la Concertación.
La decisión estratégica de Tohá de enfocarse en el centro también ha provocado otro tipo de diferencias. El secretario ejecutivo del FA, Simón Ramírez, ha dicho que más que girar hacia la moderación, el camino de la alianza debe ser “profundizar el proceso de cambios” que inició el gobierno de Boric.
Una línea similar que marcó el director ejecutivo de Rumbo Colectivo, Tomás Leighton, quien en entrevista con La Tercera afirmó que “los gobernantes, si quieren que sus coaliciones se proyecten, deben perseverar en lo que propusieron inicialmente”.
La búsqueda de identidad del Socialismo Democrático -que tuvo un tibio hito con la redacción de un manifiesto en abril del año pasado- también choca con los procesos del FA.
En el partido del Presidente son los más entusiasmados con la búsqueda de una coalición común, lo cual ha sido un mandato derivado de las últimas tres sesiones presenciales del comité central. El FA es de la tesis política de que las fuerzas políticas actuales no dan el ancho para los desafíos del futuro y por lo mismo creen que la experiencia de este gobierno abrió un camino que se tiene que ir construyendo para tener un pacto que perdure en las próximas décadas y supere esta administración.
“Para el FA constituir una coalición diversa, pero también consistente es muy necesario para abordar los desafíos de nuestro tiempo. Es un deber del progresismo lograr la máxima unidad posible proyectando ese trabajo a largo plazo. La coalición de gobierno dio buenas bases de lo necesario que es ese camino y por eso tenemos mucha convicción de seguir trabajando para ir construyendo esta futura coalición unitaria”, afirma Martínez.
A pesar de ese ánimo, en lo más inmediato el partido está enfocado en su proceso de unificación, uno que si bien ya terminó formalmente, aún tiene tensiones internas.
Además, comentan fuentes del FA, si el partido deja de ser gobierno en el siguiente ciclo político, vendrá un proceso de reconfiguración de la colectividad, algo que comenzará a discutirse largamente en el congreso ideológico que parte con una etapa previa en julio de este año y se extenderá hasta julio de 2026.
Mientras las fuerzas políticas de la alianza de gobierno se enfocan en las primarias, luego gastarán sus energías en una dura negociación parlamentaria que por ahora se mantiene en stand by y pretende terminar en una sola lista electoral.
Independiente de cuál sea ese resultado, lo que sí es un consenso, es que cuando termine el gobierno, el Presidente Boric se transformará en un actor clave y desde ese nuevo rol podría echar a andar de forma más concreta las gestiones para unir las dos almas que su gobierno intentó unir.
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