BancoEstado y la Banca de Desarrollo del siglo XXI

Fachada Banco Estado

"¿Qué implica ser un banco de desarrollo del siglo XXI? Partamos por lo que no es. La experiencia de América Latina está caracterizada por muchas malas experiencias que en el pasado se caracterizaron por créditos dirigidos, con criterios políticos, que terminaron siendo irrecuperables y fueron fuente de grandes pérdidas para el erario público. Eso no lo necesitamos".


Como parte de un nuevo modelo de desarrollo se requiere un nuevo modelo de banca pública que sea funcional a los nuevos desafíos. En el caso particular de BancoEstado, implica transformarlo en un banco de desarrollo.

¿Qué implica ser un banco de desarrollo del siglo XXI? Partamos por lo que no es. La experiencia de América Latina está caracterizada por muchas malas experiencias que en el pasado se caracterizaron por créditos dirigidos, con criterios políticos, que terminaron siendo irrecuperables y fueron fuente de grandes pérdidas para el erario público. Eso no lo necesitamos.

Un banco de desarrollo moderno opera sobre la base de una tríada con tres dimensiones: pertinencia, materialidad y sustentabilidad. La pertinencia en simple significa hacer cosas que los bancos privados no hacen o hacen mal (como quedará claro más adelante, no debe confundirse con subsidiaridad, que apunta a minimizar el rol del estado). Técnicamente significa generar algún tipo de adicionalidad, ya sea completar mercados o contribuir a mejorar la forma de funcionamiento de los mismos.

En primer lugar, significa concentrar su quehacer en el financiamiento de las MIPES, donde la cobertura que ofrecen los privados deja mucho que desear. También significa operar con condiciones tarifarias de acceso mejores que las que ofrecen actualmente los privados, reduciendo las brechas en costos de financiamiento entre grandes empresas y MIPES.

Pero un banco de desarrollo no sólo puede hacer la diferencia operando con MIPES. También puede aportar hacia una nueva estrategia de desarrollo entregando financiamiento hacia sectores funcionales hacia una nueva estrategia de desarrollo, facilitando el financiamiento verde para aumentar la oferta de agua, energías renovables no convencionales, desarrollo de infraestructura crítica, mejorar encadenamientos productivos en sectores como cobre, entregar financiamiento a plazos largos, operar con capital de riesgos, entregar garantías para colocar instrumentos en el mercado de capitales, etc.

En segundo lugar, la materialidad apunta a generar impactos que generen efectos perdurables en el funcionamiento de los mercados financieros. Un ejemplo que permite ilustrar lo anterior es la experiencia de BancoEstado microempresas (BEME). Hace unos 15 años BancoEstado decidió llenar un vacío de mercado enorme que existía en el financiamiento de la microempresa, donde la banca privada no llegaba a este sector.

Como resultado de la incursión de BEME en el segmento de microempresas, que llegó a tener del orden de 300 mil empresas en su cartera, varios bancos privados replicaron el modelo de BancoEstado y terminaron financiando a las microempresas también. Esto se logró como resultado de la materialidad, que permite generar efectos perdurables en la forma como operan los mercados privados. Entonces, en los mercados donde se decida entrar las metas deben apuntar a la materialidad.

En último lugar, la sustentabilidad es un eje fundamental. Un banco de desarrollo solo podrá hacer la diferencia en la medida que su operación se pueda sostener en el tiempo, lo cual requiere que opere con tasas que les permitan financiar sus costos, riesgos y rentabilidad.

Sin embargo, a diferencia de una empresa privada que apunta a maximizar rentabilidad, un banco de desarrollo debe apuntar a maximizar impacto, sujeto a una restricción de rentabilidad. Esta definición de rentabilidad sólo la puede hacer el dueño, que es el Estado, a través de algún mecanismo definido para el efecto (como el SEP o el Ministerio de Hacienda). Esta meta de rentabilidad debe ser más baja de la que aspiran los bancos privados, lo que permitirá al banco de desarrollo proyectar su quehacer en el tiempo, maximizar impacto pero sin amenazar su sostenibilidad de mediano y largo plazo. Pero no será posible apuntar a tomar riesgos más elevados en algunas áreas y simultáneamente obtener metas de rentabilidad equivalentes a la que obtienen los bancos privados.

*Christian Larraín, consultor.

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