Miguel Kiguel: “El problema de Argentina es que tuvo demasiada tolerancia a la inflación durante muchos años”

Miguel Kiguel, economista argentino.

El economista transandino, quien ha tenido cargos de gobierno y ha trabajado en el Banco Mundial, dice que las alzas de precios en Argentina, que hoy bordean el 60%, tienen una inercia difícil de manejar y alerta que hoy no existe una “política antiinflacionaria” para enfrentarlas. “Argentina minimizó el problema de la inflación, dejó que el yuyo (maleza) creciera y no lo paró a tiempo”, afirma Kiguel, quien advierte que el alza de precios está provocando una tensión en la sociedad. “La inflación es el principal problema que enfrenta el gobierno”, alerta.


Argentina “dejó crecer el yuyo (maleza) y no lo paró a tiempo”, reconoce con algo de amargura el doctor en Economía de la Universidad de Columbia y execonomista principal del Banco Mundial, Miguel Kiguel, al relatar la compleja trayectoria inflacionaria que ha atravesado la nación transandina durante los últimos 30 años.

Con extrema soltura y con el respaldo de decenas de papers relacionados al “endémico” problema inflacionario argentino, Kiguel declara una gran cercanía con numerosos economistas chilenos, especialmente con el expresidente del Banco Central, Vittorio Corbo, con quien coincidió en el Banco Mundial hace tres décadas.

“En Argentina hoy la inflación es el principal problema que enfrenta el gobierno”, añade el exsubsecretario de Financiamiento del Ministerio de Economía durante el gobierno de Carlos Menem y exsubgerente general de Economía y Finanzas en el Banco Central de Argentina.

Argentina está hoy en su mayor espiral inflacionaria en 30 años. ¿Cuál es la razón del actual ascenso de los precios?

Esta inflación no nació de un día para otro. Hasta los años 80 Argentina tuvo una inflación muy parecida a la de Chile. En los 80 Chile se empezó a estabilizar y Argentina se fue a la hiperinflación hacia fines de esa década. Después vino el Plan de Convertibilidad con Carlos Menem (como Presidente) y Domingo Cavallo (como su ministro de Economía) y tuvimos una década de estabilidad. Después, en los 2000 vuelve el fenómeno inflacionario. Lo que ocurrió ahí es que el gobierno tuvo que elegir entre inflación y desempleo, una típica disyuntiva de política económica, y eligió por inflación y continuo estímulo de la economía. Cuando asumió el gobierno de Mauricio Macri a fines de 2015 la inflación estaba más o menos estabilizada en 20% a 25%. La inflación era alta, pero diría que Argentina la toleraba. Hoy estamos en niveles del 60% y 70%, aproximadamente, en medio de una gran inercia inflacionaria y un déficit fiscal muy grande. Argentina no tiene acceso a financiamiento, entonces hay mucha emisión monetaria y entramos a algo así como un círculo vicioso.

¿Pero la inflación actual se debe a una mezcla de shock externo y factores domésticos?

Argentina ya venía con inflación muy alta. El shock externo la habrá aumentado 5 o 6 puntos, pero no podemos explicar una inflación del 70% por el shock externo. Es fundamentalmente un shock interno, a lo cual el shock externo le ha agregado un condimento más.

¿Qué tanto ha influido en el aumento de precios la emisión monetaria que se ha desbocado en el último tiempo en Argentina?

La emisión monetaria, fundamentalmente en los últimos dos años, ha sido un factor importante. A diferencia de otros países de América Latina, el gobierno argentino no tiene acceso a financiamiento internacional para cubrir el déficit. Tampoco hay suficiente masa de crédito de préstamos en el mercado local como para financiar al gobierno. El año pasado tuvimos un déficit total de aproximadamente un 4,5% del PIB, y tres cuartos de ese déficit fue financiado a través de emisión monetaria. El Banco Central es el financista de primera instancia del gobierno argentino.

El Banco Central sale a imprimir billetes para financiar...

Así es… A esto hay que sumar que, al haber una inflación tan alta, se genera una inercia inflacionaria. La gente tiende a indexar todo, todo se ajusta muy rápido y eso incluye precios y salarios. En Argentina los contratos salariales y de alquileres, que típicamente se ajustan una vez por año, se están ajustando cada tres meses y eso genera una gran fragilidad. Cualquier shock se transmite muy rápido a precios.

Se materializan los efectos de segunda vuelta…

Exactamente. A esto hay que sumarle un factor importante. El gobierno (de Alberto Fernández) trata de dar tranquilidad y habla de “una guerra contra la inflación”, pero no se sabe cuáles son los cañones de esa guerra: la política monetaria no se ve, la cambiaria, tampoco. A su vez, los controles de precios instaurados por el Presidente no han servido para nada.

En términos históricos, ¿por qué la inflación en Argentina se ha transformado en una “enfermedad endémica”?

En Argentina la inflación había casi desaparecido en los 90, pero vuelve después de la crisis del 2001, la cual fue muy profunda. Fue la primera vez en que la pobreza llegó a un nivel por sobre el 50% y eso hizo un “clic” en la gente al decir: “no quiero más pobreza, no quiero más desempleo y si hay un poco de inflación, no me importa”. Sin embargo, eso no hubo cómo pararlo y la inflación fue subiendo de a poco y una vez que llegamos al 50% de alza de precios, se volvió insoportable. El problema de Argentina es que tuvo demasiada tolerancia a la inflación durante muchos años. Otro factor fue que muchos economistas que estuvieron en el gobierno de Cristina Kirchner y Alberto Fernández dijeron por muchos años que la emisión monetaria no tenía nada que ver con la inflación y que esa relación la veían solamente los economistas neoliberales. Además, hubo déficit fiscal y no teníamos acceso al mercado de capitales, entre otros factores.

¿A la luz de lo que expone, el problema de la inflación en Argentina tiene mucho más que ver con temas políticos que técnicos?

La clase política en Argentina no ha tomado la inflación como un tema de Estado. En los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner la toleraron mucho, incluso el gobierno de Alberto Fernández. Bajar la inflación es costoso, es difícil, y nadie quiere pagar el costo de bajarla, porque en general implica tasas de interés altas, implica recesión (…) implica políticas que, seguramente, son costosas en el corto plazo y los beneficios son de largo plazo. El político quiere lo que da beneficio de corto plazo. Ha habido mucho de eso, especialmente en los gobiernos kirchneristas de los últimos 20 años. Todos quieren magia, todos quieren bajar la inflación rápido y sin costos. Adicionalmente, desde el punto de vista técnico, hoy no hay una política antiinflacionaria en Argentina.

¿A qué se refiere con eso?

Una política inflacionaria requiere de cierta política monetaria, una cierta política fiscal y un conjunto de medidas que apunten a anclar expectativas. Argentina no tiene nada de eso. Es una economía que está al revés, es decir, desanclada. Argentina es una economía totalmente disfuncional en lo cambiario, en lo inflacionario, en la deuda, en todo. No hay un ancla nominal, el déficit fiscal no es consistente para bajar la inflación y encima hay mucha inercia (inflacionaria). No hay medidas destinadas a la inercia, ni al ancla nominal, ni a la política fiscal, ni a la monetaria. Entonces, no hay razones para esperar que la inflación baje en el corto plazo.

¿Cómo influye el deterioro fiscal y la menor autonomía del Banco Central en la espiral inflacionaria?

Hay muchos países que tienen déficit fiscal y no tienen inflación. En Argentina tenemos déficit y el único que lo puede financiar es el Banco Central, porque no hay crédito. Eso genera una dinámica perversa, porque si hay déficit tiene que salir el Banco Central a financiarlo y eso implica emisión de dinero. Si hubiera un Banco Central independiente se podría parar enfrente y decir “no te financio”. Para la Argentina es impensable algo así en este momento, porque para que haya un Banco Central independiente tiene que haber un mínimo de orden en la economía. Si no sería un BC no solo independiente, sino autista; viviría en un mundo que no es la realidad argentina.

“Hay diablos que aumentan los precios y hay que hacerlos entrar en razón”, dijo el Presidente Alberto Fernández recientemente. ¿Cómo interpreta esta frase?

Acá se entra a meter “la cola” la política. El político le tiene que echar la culpa a alguien de la inflación y no le echa la culpa a su propia política monetaria y fiscal. Acá en Argentina se habla mucho de que la culpa de la inflación la tienen los formadores de precios; las empresas que en última instancia fijan precios y los van aumentando cada tanto. Es muy fácil echarle la culpa al mensajero que es el supermercado, el almacén de barrio. Le tengo que echar la culpa a alguien que el pueblo puede identificar claramente. Es un argumento falaz e irresponsable, pero que políticamente rinde y que muchos gobiernos lo usan.

“Tenemos un problema que es la inflación autoconstruida. Que está en la cabeza de la gente”, fue otra frase de Fernández. ¿Coincide?

Es política también, pero lo que sí es cierto es que hay un proceso inercial en Argentina. Ese proceso inercial lo puedes llamar expectativas y si se llama expectativas puedes decir que la gente lo tiene en la cabeza. Si la gente piensa que la inflación va a ser 5% por mes y todos nos convencemos que está en ese nivel, el supermercado subirá en 5% sus productos y los alquileres y salarios también lo harán en el mismo nivel. Es decir, toda la economía se ajusta a un alza mensual del 5%, ya que se mantiene y el gobierno no hace nada para pararla. Entonces, hay un elemento de expectativas en todo proceso inflacionario. De todas formas, no es responsable que un Presidente diga que la inflación está autoconstruida. No me puedo meter en la cabeza de Alberto Fernández, pero lo que habrá tratado de decir es que las expectativas juegan un rol y eso es cierto.

Y el argentino se acostumbró a la inflación…

Sí, se acostumbró, pero hoy es un tema bastante disruptivo y genera mucha tensión en la sociedad. La población de menores ingresos es la que realmente sufre los efectos de la inflación. Sin embargo, diría que es la primera vez en la historia argentina donde alguien que trabaja en el sector formal, que tiene beneficios, vacaciones, tiene un ingreso más o menos predecible, y un sindicato que lo defiende, es pobre en Argentina: es decir, su ingreso o su salario no le alcanza para llegar a fin de mes.

Hay una frase popular que habla de que los altos niveles de inflación derrocan gobiernos, especialmente en América Latina. ¿Ve algo de ese estilo en Argentina o en América Latina?

La popularidad del gobierno hoy en Argentina es muy baja. El gobierno de Alberto Fernández debe tener una aprobación de alrededor del 25%. Al principio de la pandemia, cuando el gobierno puso un montón de restricciones, la popularidad era del 80%. ¿Qué pasó en el camino? La inflación, la recesión, la inestabilidad, la pobreza. En Argentina hoy la inflación es el principal problema que enfrenta el gobierno.

¿Cuál es la lección y aprendizaje que deja el caso argentino para el resto de América Latina y para países como Chile en materia inflacionaria?

Argentina tiene una colección de lecciones del mundo no solamente en lo inflacionario (risas). En este período Argentina minimizó el problema de la inflación, dejó que el yuyo (maleza) creciera y no lo paró a tiempo.

En Argentina una inflación del 6% u 8% después de la crisis del 2001, podría haber sido tolerable. Ese era el momento para parar, pero Argentina nunca le pudo poner un límite a la inflación. La lección más importante es saber realmente en qué momento hay que parar la inflación. Los niveles que tiene América Latina hoy del 8% a 10% de inflación son un parámetro para actuar y no dejarla crecer, porque, si no, se transforma en una enfermedad que es muy difícil de parar. Para esto es muy importante tener un Banco Central independiente, tener las posibilidades de crédito externo y saber actuar a tiempo para que no se escape la inflación.

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