El rey, la piedra y la gallina

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Algo que siempre ha sido un clásico sueño de la humanidad, es el poder convertir la nada en riquezas en forma rápida y sin mayor esfuerzo. Todos conocemos las fábulas del rey Midas, de la piedra filosofal (no la de Harry Potter, sino la que revelaba el último secreto de la alquimia) o el cuento de la gallina de los huevos de oro.

El denominador común de todas ellas es, justamente, el deseo de poder hacerse rico sin mayor esfuerzo, en un instante por arte de magia.

Cuando pensamos en los orígenes de la crisis subprime, las cosas no son tan distintas: parece que la nueva fábrica de hechizos hubiese sido el mercado financiero, que transformaba activos de alto riesgo en instrumentos casi libres de él, o que podía generar "de la nada" rentabilidades insospechadas en poco tiempo, incluso en un ambiente de bajas tasas de interés.

Todo esto impulsado por algo que parece ser parte del ethos de algunos participantes de este mercado: la ambición por el resultado de corto plazo, la venta inescrupulosa o el uso manido de la información, en un mercado particularmente sofisticado y asimétrico en el acceso a ella.

Pero al igual que en las fábulas del rey, la piedra o la gallina, las cosas no terminaron tan bien para quienes pensaron que se podría transformar la nada en oro. Lamentablemente quienes terminaron pagando la cuenta en muchas geografías no fueron los alquimistas originales, sino los ciudadanos comunes. Pero entonces, ¿qué aprendimos en estos diez años?

Si queremos ser rigurosos, muchas cosas han cambiado para mejor desde 2008: tenemos mercados más regulados, bancos más solventes, incentivos de gestión de largo plazo o diferidos para evitar que los alquimistas busquen la "pasada" de corto plazo, separación de funciones en instituciones sofisticadas, nuevas responsabilidades para la alta dirección, más normas para entrega oportuna de información, etc.

Pero al mismo tiempo, es también evidente que hay ciertos aspectos que no se cambian de la mano de leyes o regulaciones más estrictas, ya que son elementos que están relacionado tanto con la ética como con la aparentemente natural tendencia del hombre por encontrar la gallina mágica.

Esto es claro cuando observamos cómo en Estados Unidos el actual gobierno se inclina por remover parte sustantiva de la regulación que nació después de la crisis, en un caso de "amnesia regulatoria" que no es posible explicar desde fundamentos técnicos.

Pero cómo no es función del regulador financiero desarrollar la areté en los hombres, es cosa de tiempo para que nuevamente las conductas que explicaron las fallas de mercado que dieron origen a la crisis, vuelvan a encontrar un camino para desviar los obstáculos normativos.

Cuando me preguntan cómo va a estar el tipo de cambio en algunos meses más, siempre contesto lo mismo: no lo sé (y si supiera mi lugar estaría en Delfos). Pero lo que sí sé, es que la crisis subprime no fue la última, que volveremos a hablar -con otros nombres y personajes- de activos tóxicos y riesgos excesivos. Y la recomendación frente a esto es siempre la misma: no, definitivamente no existe la gallina de los huevos de oro.

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