El Trovador brilló en Talca

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El trovador, de Verdi, fue dirigida por Francisco Rettig en el Teatro Regional del Maule.


Que la ópera en regiones tomó vuelo hace ya un tiempo no es novedad. Pero el nivel que se ha alcanzado en Talca es más que loable, con propuestas que nada tienen que envidiarle a las producciones capitalinas. Es así como el año pasado el Teatro Regional del Maule presentó un exitoso Otello, y ahora volvió a hacer de las suyas con otra obra de Verdi, El trovador.

Sólo la puesta en escena se convirtió en una joya en sí misma, plena de inventiva, inteligencia y belleza sin par. A cargo de Ramón López, Rodrigo Navarrete, Claudio Rojas y Alvaro Lara esta se concibió a través de nueve largas pantallas led de distintos anchos, dispuestas de tal manera que, por medio de imágenes proyectadas, entretejieron sugerentes atmósferas y ambientes, con la ayuda de una delicada iluminación. Así, dio cuenta de estados, época y lugares por los que la obra deambula: Medioevo, carácter penitencial del último acto o la claustrofóbica escena final de la cárcel, por nombrar algunos. Una resolución escenográfica espléndida y de buen gusto que ya se quisieran muchos.

En ese marco, la régie de Navarrete no sólo fue pulcra y clara, sino también llena de pequeños detalles que le dieron su sello (la participación de la protagonista tras Di quella pira, que por lo general suele irse tras bambalinas, o patentar el deseo del Conde por ella cuando huele su capa son algunos ejemplos).

Aunque la truculenta historia basada en la pieza teatral homónima de Antonio García Gutiérrez puede rayar en lo absurdo, indudablemente su fuerza está en la partitura, repleta de tonos dramáticos, de contrastes y de encantos musicales. La mano de Francisco Rettig llevó a la Orquesta Clásica del Maule por lo textual, con total respeto por los cantantes, pero hizo falta mayor nervio, paleta de colores y sentido de teatralidad.

Si bien no todos los intérpretes eran los adecuados para sus respectivos roles, el elenco en general, con grandes valores nacionales, sostuvo una función de alto nivel profesional. Tal como el año pasado fueron la pareja protagónica de Otello, ahora Giancarlo Monsalve y Paulina González se unieron nuevamente. El tenor, con una postura heroica, de empuje y carácter -no hay que olvidar que Manrico es un papel que combina fuerza y sutil nobleza-, desplegó un registro heterogéneo, poderoso en el centro pero desperfilado en el agudo, sumado a una tirante emisión. Aunque a González le asientan mejor los papeles más líricos, la soprano solucionó a Leonora con intensidad, dulzura, musicalidad, belleza de timbre y seguridad escénica, que, una vez más, la convirtieron en uno de los puntos altos de la noche.

La mezzo Evelyn Ramírez debutaba en el rol de Azucena, la fascinante y obsesionada gitana que está revestida con grandes exigencias vocales e interpretativas. A pesar de no tener el color de voz necesario, su potente material, su impecable y dúctil línea de canto y su homogeneidad tímbrica, unidos a su expresividad interpretativa, le permitieron resolverla con solidez. Con todo el oficio que lo caracteriza, el barítono argentino Omar Carrión, totalmente en estilo, dio vida a un más humano Conde de Luna, que tuvo sus momentos más lucidos en sus pasajes líricos.

Al cuarteto protagónico se unieron David Gáez (Ferrando); Camila Guggiana (Inés); Gonzalo Araya (Ruiz), y el Coro.

El trovador

Giuseppe verdi

Teatro Regional del Maule. Dir.: Rodrigo Navarrete. Con la Orquesta Regional. Hoy, 20.00 h. De $ 10.000 a $ 40.000

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