Jean-Michel Jarre en Chile: la culpa es del arpa láser

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La devoción a Jarre es la devoción a un futuro que pudo ser, lindo pero de juguete


Probablemente sean las dos imágenes pop que más impactaron a toda la generación que nació en los 70 y creció en los 80: el Star Destroyer en forma de punta de flecha cruzando la pantalla del cine en la escena inicial de Star Wars y un francés delgado, con aspecto de galán de película de autor, vestido con lentes oscuros y ropas brillantes, tocando un arpa que en lugar de cuerdas tenía rayos láser. El futuro aterrizó hace 40 años y nos vendió un porvenir de efectos especiales. Hay más en común entre George Lucas y Jean-Michel Jarre de lo que aparenta, ambos tienen la culpa de los próximos días.

O quizás la culpa sea de los publicistas. En una época en que acá, en el fin del mundo, nadie se preocupaba de los derechos autorales, los compases digitales de Jean- Michel Jarre vendieron desde lubricantes para autos hasta zapatos y minicomponentes, incluso juguetes. Aún recuerdo el comercial local de Ansaldo para una tren eléctrico Tyco en la que un TGV de plástico corría bajo el ritmo contagioso de "Rendez Vous IV", la misma pieza con la que Jarre termina los conciertos de la gira que lo pondrá en el centro del Movistar Arena, hoy martes 27 a las nueve de la noche.

Lo que para los publicistas de 2018 es Imagine Dragons, para los de 1980 fue Jarre, un soundtrack obligado. Citar también la secuencia de créditos de Magnetoscopio musical, un raro híbrido entre el videoclip de Equinoxe IV con la música de The song ("They love to sing"), tema del grupo progresivo Barclay James Harvest.

Los teclados en Chile, acaso un acto de fe. Quizás por eso el punk no nos llegó en los 70 y jamás ha sido tan popular masivamente, porque quien diga que escuchó a los Pistols en 1977 está mintiendo. En esa época lo que rankeaba era Alan Parsons Project, ELO, Pink Floyd, Yes, Isao Tomita, Vangelis, Emerson Lake & Palmer y Jean-Michel Jarre. Todos estaban en la FM y en los réclames. El culto local al sintetizador, desde los Jaivas y su prog folk hasta los Prisioneros; no es casual que los dos mejores discos del grupo sean new wave y synth pop mientras sus otras dos obras, las punks, sean más bien infantiles. Lo real estaba en lo sintético. A González siempre le gustó Jarre.

Lo cierto es que Jarre no inventó nada. Padre de la música electrónica lo han apuntado en algunos medios, cuando lo real es que el francés se colgó de una corriente que ya en los sesenta despuntaba en el krautrock alemán con Kraftwerk y Tangerine Dream a la cabeza, misma idea que luego agarró el griego Vangelis al dejar a los sinfónicos Aphrodita´s Child y que el norteamericano Wendy Carlos desarrolló hacia 1968, extendiendo conceptos que Stockhausen apuntó ya en los 50.

Cóctel absoluto que el francés tomó, cogido además de la labor para cine de su padre Maurice Jarre, para llevar la electrónica más lejos que nadie. Porque si existe una paternidad de la que responsabilizarlo es esa. Diez años antes de Depeche Mode, Jarre convirtió a los teclados y sintetizadores en "Música para las Masas". Oxygene y Equinoxe, sus iniciales (y mejores discos) se transformaron en los primeros de este tipo en alcanzar puestos altos en charts de diversas categorías, desde jazz y música clásica, hasta rock y pop.

Magnetic fields, su tercer LP, lo hizo el primer artista occidental en llenar estadios en China, y Zoolook y Rendez Vous lo elevaron a un estatus, definido en un reportaje de revista Muy Interesante de 1987, como el "Superman de la Música". Lo anterior tras romper récords de audiencia (más de 1 millón de espectadores) y convertir una ciudad entera (Houston) en escenario para un show; marca que el propio Jarre superó en 1997 cuando usó al centro de Moscú y a la Estación Espacial Mir para convocar alrededor suyo a 5 millones de moscovitas en lo que aun es el récord absoluto de mayor cantidad de publico en un concierto.

Por supuesto, el Jean Michel Jarre que nos visita hoy es bastante más tranquilo que el Superman de los 80. Electrónica, el tour que por primera vez lo trae a Chile está diseñado para arenas cerradas y aforos no mayores a 20 mil. En absoluto sigue siendo un derroche de alta tecnología que incluye hologramas, películas 3D sin lentes y presentaciones virtuales de dúos con Pet Shop Boys, Moby y Tangerine Dream, además de una versión sofisticada de la legendaria arpa láser para una selección de 24 temas centrados en el clásico Equinoxe, los ahora tres volúmenes de Oxygene y una selección de su reciente álbum doble de colaboraciones, Electrónica 1 y 2, donde aparte de los ya nombrados participan invitados del calibre de Hans Zimmer, Primal Scream o M83. En argentina, hace cuatro días, agregó "Chronologie", la pieza que en 1994 dedicó a su amigo Stephen Hawking y que ahora vuelve como tributo al fallecido astrofísico.

La devoción a Jarre es la devoción a un futuro que pudo ser, lindo pero de juguete. De plástico y cartón en el caso de Star Wars, de pedales y luces en lo del francés. Porque al igual que el Star Destroyer, los años nos enseñaron que el Arpa Láser era sólo un lindo efecto especial; básicamente un controlador MIDI que se dispara con pedales mientras el músico aletea con guantes de espejo sobre rayos de baja potencia. La mejor mentira del mundo, la más espectacular de todas, la que nos hizo maravillarnos con música que venía desde lo más profundo de la galaxia. Campos magnéticos que en realidad eran cantos magnéticos. Los fans, los verdaderos fans, van a entender esta última frase

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