Carlos Tromben: "Los tiempos no están para que la Iglesia impugne un libro"

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Carlos Tromben.

El narrador porteño acaba de lanzar su más reciente novela, El vino de Dios, via Ediciones B. En un extenso thriller, lleva a los lectores por el mundo de las intrigas de la Iglesia católica, el Vaticano, los jesuitas, al mismo tiempo que lo vincula con la industria vitivinícola. Anuncia que será la primera entrega de una trilogía. De esto, charló una tarde con Culto.



"No, para nada", responde al teléfono desde su domicilio en el cerro San Juan de Dios, Valparaíso, el escritor porteño Carlos Tromben (1966) cuando le consulto si en su vida ha tenido algún tipo de nexo con la Iglesia Católica, ¿por qué? porque es el tema central de su última novela, El vino de Dios (Ediciones B), el núcleo de nuestra conversación.

En esta extensa novela -sobre 500 páginas-, el escritor aborda el tema de la corrupción en El Vaticano, los jesuitas, la disputa entre conservadores y liberales. Ese es el telón de fondo mientras una periodista, un cura progresista y una teóloga cercana al Opus Dei buscan el secreto del vino de Dios, una vid que tiene un origen genético tan antiguo como el cristianismo, y que se presume, fue el que bebió el mismísimo Jesucristo en la última cena.

Sin embargo, hacer esta obra no fue pan comido. "Era difícil escribir la novela porque yo no tengo relación practicante de la religión católica. Sí estudié en la Católica de Valparaíso y tuve ramos de religión obligatorios en los 80. Ahí me acuerdo que tuve que leer las epístolas de San Pablo, las encontré súper interesantes, muy intensas, hay un gran escritor detrás. Trabajé en la Católica de Valparaíso también, pero tenía algo de cultura general, muy somera en términos de praxis religiosa, por eso fue harta pega investigar", dice Tromben.

-¿Por dónde empezaste a buscar?

-Cuando aún estaba en Chile, en la Biblioteca Nacional, después en Barcelona, en el sistema de bibliotecas de la ciudad, que tienen secciones de religión bastante potentes, diccionarios de teología, de historia de la Iglesia, de los Papas, la parte polémica. Leí harto, haciendo fichas, haciendo resúmenes. También me metí a investigar la historia de la industria del vino y de los cepajes que hay en Europa.

-Hay partes donde hay cruces, porque la Orden de San José carpintero -una de las ficcionadas congregaciones religiosas que aparecen en la novela- justamente es productora de vinos

-Sí, eso está basado en poco en los Trapenses. Además que en la investigación me topé con cosas sorprendentes como la idea de que las órdenes religiosas actuales no son exactamente las mismas del Medioevo. Todas jodieron con la revolución francesa, perdieron su patrimonio económico, los monasterios fueron abandonados y lo que hay ahora es como una especie de versión 2.0. Se empezaron a reconstruir estas órdenes a mediados del XIX. Los Trapenses actuales no son lo mismo que los antiguos, son norteamericanos, fueron reinventados en Kentucky, con toda esta ética del trabajo que tienen, de producir cerveza, miel. Yo fui a investigar un monasterio trapense, en una Isla y tiene una viña, hubo una misa preciosa muy temprano. Entonces, esa investigación me aportó muchas sorpresas.

Sobre el origen de la idea, Tromben cuenta: "Fue la frase, apareció el título antes que el libro. Entonces, como tenía una carga específica, de vino y de Dios, me parecía que la frase permitía trabajarla, bajarla a una novela".

Pese a que se encuentra residiendo en el puerto principal, aclara que no escribió el libro ahí. "Lo hice en Barcelona, me encontraba ahí acompañando a mi esposa, quien estaba estudiando. Ese año estuve dedicado a esto".

-¿Cuánto tiempo te tomó escribir esta novela?

-Esto fue como un año y medio, tirado para dos, entre la idea, los primeros ensayos, investigaciones. Esto, desde mas o menos marzo de 2018.

-¿Qué dificultades tuviste?

-El tono. Es súper difícil en un thriller darle en el tono. Era un género nuevo para mí, no lo manejaba como había llegado a manejar la novela histórica con los arcos dramáticos de la historia, como con lo del Huáscar, Balmaceda y Santa María de Iquique. Acá tenía que partir yo creando el arco dramático y dándole un tono a las dos líneas que tiene el libro, la línea de la investigación de la periodista Janet y la del Concilio Vaticano III, entonces, encontrar ese tono me costó harto. Hartas partidas falsas que tuve que rehacer. El tono de los diálogos, para que sonaran bien, sonaran creíbles, eso fue bien difícil y significó enfrentar la frustración en varios momentos. ¿Como dosificaba la información? En muchos momentos caí en el dialogo forzado, sobreinformativo, poco espontáneo.

"Todos tenemos una opinión sobre los jesuitas"

-Carlos, esta no es una novela tan "chilena" -como las de José Donoso, por ej-, tiene un carácter más internacional...

-Es deliberado...

-¿Buscabas eso o se dio?

-Claro, es una apuesta literaria internacional, buscando salir de Chile como escritor, ampliar mis lectores fuera del país. Tampoco podía hacer algo 100% internacional, también necesitaba conservar una bajada desde Chile, con personajes, situaciones -hay todo un capítulo que es en Santiago y en Talca-, pero buscando un tono internacional, por eso hay poca jerga, poco chilenismo, salvo cuando aparece el personaje chileno.

-Mencionas harto a los jesuitas. El Papa -tal como en la realidad- es jesuita, el personaje chileno (Hasbún) es jesuita. ¿Por qué decidiste darles tanta participación?

-Los jesuitas siempre aparecen con tonos excacerbados, cuesta encontrar alguna obra ecuánime que hable sobre ellos, siempre es o a favor, o en contra. Siempre se les vincula a conspiraciones, se les sindica como poseedores de una gran influencia a través de la educación, la doctrina, vinculados al martirio, al trabajo en la frontera geográfica de lo cristiano. Había una opción de crear una especie de congregación que fueran los jesuitas pero con otro nombre, aunque ya tenía una orden ficticia -la de los carpinteros- y al final decidí que fueran los jesuitas. Todos tenemos una opinión sobre ellos, generalmente es polarizada.

-Y como contraparte, pones como antagonista (Almudena) de la novela a una teóloga Opus Dei que detesta a los jesuitas...

-Quería mostrar esa idea singular de las mujeres que defienden el statu quo, el machismo, quería mostrar esa contradicción de mujeres muy intelectuales que abominan del feminismo, que son de posturas súper conservadoras, pero de un conservadurismo elaborado, no burdo. Quería mostrar a Almudena en esos términos. Estaba viviendo en España, donde hay un auge importante de la ultraderecha, entonces quería incorporar eso en el libro como un personaje que a su vez tuviera muchos secretos, que tuviese muchas capas, que tuviese una máscara, ¿no? Esa Almudena que aparece al principio no es la Almudena real, después se va revelando el personaje, al final recién se empieza a ver a Almudena.

Thriller eclesiástico, modelo para armar

-Venías de hacer varias novelas históricas, ensayos e investigaciones. ¿Cómo te las arreglaste para hacer un thriller sin tener los elementos narrativos necesarios?

-Leyendo harto. Leí hartos thrillers en esos doce meses en Barcelona, buenos, malos, más o menos, excelentes. Thrillers gringos, thrillers españoles, leí estos libros de Gómez-Jurado, quien es un buen autor de thrillers. Dan Brown tiene algunos hallazgos, aunque de repente le sale demasiado lo gringo, tiene algunos libros que son bien destacables cómo te van llevando, Ángel y demonio, el de los masones, aunque de repente lo pillai y decis 'ah, este loco me está pasando gato por liebre en esta cosa'. Te vas desarrollando como lector de thrillers. Para poder escribir thrillers, tienes que ser un lector de thrillers. Pasó mucho por leer, hacer una lectura bien exigente, imagínate un crítico literario especialista en thrillers, ¡tendría mucha pega!

-Oye, y en algún momento pensaste en El nombre de la Rosa cuando escribías esta novela? No tiene nada que ver con esto, pero también tiene temas de Iglesia, de intrigas, el elemento policial...

-Sí, la releí entera cuando estaba en esa fase. La bajé en el Kindle, y en un viaje que hice a Francia, precisamente en una zona de vinos a investigar. Como es una mega novela, las últimas ediciones vienen con post facios escritos por Umberto Eco, ¡y es súper interesante poh! porque ahí cuenta cómo se planteó la escritura, cuáles fueron los dispositivos que usó.

-¿Has recibido algún tipo de reacción desde la Iglesia?

-No, no he tenido ese feedback, el libro está recién salido. No espero una reacción airada ni de la Iglesia ni de los jesuitas, más bien, creo que salen relativamente bien parados ¿no? Este Papa -el del libro- sale bien parado, es un tipo bien político, da la sensación -creo yo- que la iglesia se puede salvar, que dentro de todos los abusos, escándalos y oscuridad, aún tiene la idea de redención. Es una idea muy central en la doctrina.

-Aunque en estos tiempos está bastante debilitada la Iglesia, con las acusaciones de abusos...

-¡Claro! Si los tiempos no están para que la Iglesia impugne un libro, como ocurrió con El código Da Vinci en su minuto, que en los tiempos de Ratzinger tenía esta inclinación a opinar de todo, a tratar de incidir en la sociedad. Me parece que hoy en día no harían algo así, o a acusar a un autor de malvado, de anticlerical. No creo que la novela tenga un tono anticlerical, tampoco es clerical. No va por ese lado. Aunque es morbosa también.

"Escribir implica un grado de frustración"

-Carlos, cuéntanos sobre ti como escritor, ¿cómo te formaste?, ¿hiciste talleres?

-Nunca fui a un taller, siempre fui un lector muy busquilla y siempre fui una persona que quiso escribir y que logró pasar el umbral de la decepción, si escribir siempre implica frustración y la necesidad de superarla. Fui lo suficientemente terco y perseverante para superar mis fracasos, que fueron varios. De hecho, vengo de un mundo nada que ver, estudié ingeniería comercial, soy de región, nunca estuve en el periodismo cultural, de hecho trabajé en el periodismo económico.

-¿Tus referentes literarios?

-Escritores que nunca van a faltar en mi biblioteca, los primeros de Eco, El nombre de la Rosa, El péndulo de Foucault. Mucho autor norteamericano, Dostoievski, Balzac. Escritores de género como Le Carrére, en el espionaje -escribe como los dioses el tipo-, novelas centradas en el personaje. Y cuando empecé a intentar escribir leía mucho a Donoso, Cortázar, Vargas Llosa, Rulfo, uno se forma con esos autores, ¿no? He ido evolucionando en el tiempo, desde autores muy literarios a más de género.

-¿Cuáles son tus próximos proyectos?

-Ahora estoy tratando de escribir una suerte de ensayo, ficción periodística sobre la contingencia actual y el partido del orden que dirige Chile. Eso para el 2020, y futuras entregas de El vino de Dios, porque da para una trilogía, el desenlace queda abierto para posibles secuelas en que este elenco siga investigando el vino de Dios, ¡porque nunca se zanja dónde está el vino de Dios! Podría estar en cualquier parte. Y sobre los personajes, Hasbún debiera subir en el escalafón jesuita.

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