Pop y delincuencia: la satanización eterna

El vínculo entre la música popular y los problemas con la ley, o con la incitación al suicidio o a la sexualidad torcida, no es nuevo: aunque ahora parte de ello se remita a la música urbana, tales prejuicios vienen desde los años 50.


Byron Fire, un cantante de trap en pleno apogeo, fue apresado la semana pasada cuando estaba a punto de abordar un avión acusado de robo con violencia. En la misma jornada se informó la detención de Kiddtetoon por una reunión ilegal en cuarentena, y así quedó estampado en los noticiarios la sensación de que las estrellas urbanas son sinónimo de problemas con la ley.

Desde las declaraciones del reverendo estadounidense Jimmy Snow en 1956, proclamando convencimiento absoluto sobre la incidencia del rock & roll en la delincuencia juvenil, hasta la estrella pop mexicana Aleks Syntek denostando al reggaetón en 2018 como “música de delincuentes, pornografía y retrógrada”, los géneros favoritos de los adolescentes suelen ser asociados a conductas criminales y moralmente reprobables por parte de adultos e instituciones. Esta canción se repite por décadas.

*El sucio rock

Casi en paralelo a su irrupción volcánica a mediados de los años 50 en EE.UU., visibilizando por primera vez a la población joven con sus propios códigos, el rock & roll fue acusado de promover la vulgaridad y el crimen por parte de padres y autoridades. El alarmismo arreciaba en kilométricos titulares de la prensa:

“¿El rock & roll provoca delincuencia?”

“¿Música o locura? La música rock & roll ha suscitado un torbellino de protestas de los adultos”

“La moda de la música adolescente preocupa a los padres”.

En el sur profundo se consideraba que era una manera de rebajar al hombre blanco al nivel del afroamericano, dando pie a teorías conspirativas y campañas prohibitivas impulsadas por movimientos segregacionistas.

Según declaraciones del Consejo del Norte de Alabama en 1956, “la música ‘rock and roll’ fue inspirada por la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color y otras fuerzas pro-integración”. Otra entidad sureña, el Consejo de Ciudadanos Blancos de Alabama, sumó al jazz en un intento prohibicionista acusando un “complot para mestizar a América”. “La música rock and roll”, proclamaron, “es la música básica y de ritmo fuerte de los negros. Apela a la base del hombre, saca a relucir la animalidad y la vulgaridad”. En Alabama hay más tradición anti rock. Fue allí donde comenzó en 1966 la campaña en contra de The Beatles, por las declaraciones de John Lennon sobre la popularidad del grupo superando a Jesús.

La emisora KWK de St. Louis decidió en 1958 que el rock llevaba demasiado tiempo de moda. “(...) todos los disc-jockeys de KWK proclamaron la reproducción final de las diversas placas de rock ‘n’ roll, y luego rompieron los discos al aire para que los oyentes pudieran escuchar el crujido”. En paralelo, se desplegaron campañas públicas para explicar qué tipo de vestimenta y lenguaje corporal se asociaba al indeseable rock & roll. El look de John Travolta en Grease era lo peor.

La prensa se dio un festín con Elvis Presley en sus inicios, por un incidente con el dueño de una gasolinera en 1956. Su reacción demostraba la violencia propia del rock & roll. Según el reporte de United Press “Presley, un hombre de 21 años, ancho de hombros y bien formado, que estaría en la categoría de pesos ligeros si se ganara la vida a golpes en lugar de rasguear y cantar, saltó de su automóvil y descargó un fuerte puñetazo en la mandíbula de Hopper”.

En rigor, el agredido era el agresor. Ed Hopper había golpeado en la nuca a Presley, recibió un puñetazo de vuelta y Hopper sacó una navaja. Fue detenido junto al cantante y un dependiente.

*Metal asesino

Liberal en lo económico y conservador en lo moral, los años de Reagan fueron de condena en la cultura pop hacia conductas típicas adolescentes. Había reprimendas sutiles, como la irremediable muerte en las películas de terror de la pareja joven que tenía sexo, hasta que el auge del heavy metal capturó seriamente la obsesión de autoridades, grupos religiosos y prensa.

La premisa era el potencial de las letras y la imaginería satánica para inducir actos extremos como el suicidio. Se distribuyeron campañas audiovisuales en colegios (incluido Chile) explicando lo nefasto del género. Había un solo paso entre apretar play para escuchar rock pesado y luego jalar el gatillo volándose los sesos.

El epítome de este link metal-joven-suicidio sin base médica, está en los juicios entablados en contra de Judas Priest (1985) y Ozzy Osbourne (1986), acusados de inducir muertes a través de mensajes subliminales. La voz de Judas, Rob Halford, dijo que de incluir mensajería oculta sugeriría “compra más nuestros discos”. Ambas causas fueron desestimadas.

La asociación entre metal y oscuridad diabólica fue parte de un pánico colectivo al satanismo, tras la publicación del libro Michelle remembers (1980) del psiquiatra canadiense Lawrence Pazder, basado en un tratamiento de hipnosis a la paciente Michelle Smith. En las sesiones, Michelle retrocedía hasta los 5 años para relatar horrorosas experiencias en un culto satánico.

El libro se convirtió en best seller y catapultó a Pazder a la categoría de experto en ritos demoníacos con frecuentes apariciones televisivas. En pocos años los casos de niños detallando penurias tal como en Michelle remembers, se multiplicaron. Las supuestas experiencias de la paciente, convertida después en esposa de Pazder, nunca fueron corroboradas.

*Advertencia parental

“Conocí a una chica llamada Nikki

Supongo que se podría decir que era una adicta al sexo

La conocí en el vestíbulo de un hotel

Masturbándose con una revista”

Mary “Tipper” Gore, la esposa del senador Al Gore, escucha Darling Nikki, el quinto corte de Purple Rain (1984) de Prince, que acaba de comprar para su hija de 11 años, y queda en shock. La señora Gore sintoniza MTV y solo ve mujeres semidesnudas contoneándose en los videos Looks that kill de Mötley Crüe y Hot for the teacher de Van Halen. A comienzos de 1985 se reúne con Susan Baker, esposa del secretario del tesoro James Baker, y comentan el contenido erótico de lo que pronto sería denominado como porno rock.

En mayo, con el financiamiento de Mike Love de The Beach Boys, entusiasta partidario de Reagan, Bush Jr. y Trump, y Joseph Coors, dueño de la cerveza homónima, lanzaron The Parents Music Resource Center (PMRC), empeñadas en que los padres tuvieran control sobre la música consumida por los hijos. La argumentación puso como ejemplo la censura cinematográfica. “Nos pareció crucial dar a conocer los excesos en las letras de las canciones y en los vídeos, fuente de nuestra preocupación. (...) la mayoría de los padres desconocen las tendencias de la música rock o no saben qué hacer al respecto. Decidimos hacer correr la voz y crear un movimiento de consumidores para presionar a la industria”.

La presión dio rápido efecto. En agosto, 19 disqueras accedieron a rotular las portadas, aún cuando advirtieron a PMRC que debían ser analizadas 25 mil canciones anuales. El tema fue expuesto en una comisión del senado sin fines legislativos en septiembre con el testimonio de artistas como Frank Zappa, John Denver y Dee Snider.

Susan Baker destacó las ventas millonarias de Prince, Mötley Crüe, Quiet Riot y Judas Priest, para luego aseverar sin citar fuentes que las tasas de suicidio, violación y embarazo adolescente iban al alza. Subrayó que los álbumes más populares de ese momento tendían a la violencia hacia las mujeres, consumo de drogas, ocultismo, suicidio y sexo, y que esas temáticas ejercían un efecto adoctrinador sobre la juventud.

Frank Zappa citó la primera enmienda para definir la propuesta del PMRC como “una tontería mal concebida que no aporta ningún beneficio real a los niños, infringe las libertades civiles de personas que no son niños, y promete mantener a los tribunales ocupados durante años tratando los problemas de interpretación y aplicación inherentes al diseño de la propuesta”. Sus palabras resultaron proféticas.

El clásico sticker en blanco y negro con la leyenda Parental Advisory Explicit Lyrics se comenzó a usar en 1990. El primer álbum rotulado fue Banned in the U.S.A. por 2 Live Crew. Reino Unido se sumó a la medida en 2011 y hasta hoy en las plataformas digitales las canciones con contenido explícito van marcadas. Los sellos editaron versiones limpias del material con reparos, mientras MTV censuró palabras y líneas consideradas fuera de tono. Cadenas como Walmart sólo venden las versiones editadas.

En Frank Zappa Meets the Mothers of Prevention (1985), el músico imprimió el siguiente mensaje: “este álbum contiene material que una sociedad verdaderamente libre no temería ni suprimiría”.

*La ley de la calle

El clásico Fuck tha police (1988) de N.W.A. provocó que el FBI reclamara a Priority Records por considerar que “fomenta la violencia y la falta de respeto hacia los agentes de la ley”. Para MC Ren, uno de los miembros de la influyente banda rap californiana, la canción respondía al trato policiaco con los afroamericanos. “Creo que los negros parecen ser estereotipados por la policía (...) cuando te paran por una multa de tráfico lo más probable es que te tiren en la esquina de la calle como si hubieras robado un banco”.

N.W.A.

En 2012 Mayhem Mal, el nombre artístico del artista hip hop Jamal Knox, fue acusado de posesión de armas y drogas. Antes de ir a juicio lanzó una canción y video -Fuck the police- con frases como “matemos a estos policías porque no nos hacen ningún bien” y “voy a clavarle este cuchillo oxidado en las tripas y a cortarle los pies”. A los pocos días fue detenido bajo acusaciones de amenazas terroristas e intimidación de testigos. Declarado culpable, apeló y perdió. El tribunal supremo de Pensilvania sostuvo que sus versos “... no se limitan a expresar quejas sobre las relaciones entre la policía y la comunidad o una animosidad generalizada hacia la policía. No incluyen comentarios políticos, sociales o académicos, ni son aparentemente satíricas o irónicas. Por el contrario, retratan principalmente la violencia hacia la policía, aparentemente debido a la interferencia de los agentes en las actividades de (Knox)”.

La defensa del músico argumentó que en la imaginería del rap y en la cultura hip hop los artistas asumen personajes y situaciones ficticias. Para los abogados, el contenido lírico no debe “ser tomado literalmente, algo que un oyente razonable con un conocimiento incluso casual del rap entendería”. No sirvió de nada.

Es así como las letras del rap han sido crecientemente citadas en tribunales de Norteamérica. En 2014, el presidente de la corte suprema de EE.UU. John Roberts, leyó líneas de la canción ’97 Bonnie & Clyde de The Slim Shady LP (1999) de Eminem, en un caso por amenazas de un hombre a su ex esposa. Según el libro Rap on trial: race, lyrics and guilt in America (2019), en EE.UU. hay al menos 500 juicios donde las letras del género han sido utilizadas para establecer condenas.

El estudio El rol de la música en la delincuencia juvenil (2020) de la criminóloga Esther Nanclares de la Universidad de Granada en España, donde fueron encuestados jóvenes y su relación con distintos géneros musicales, estableció que en general la letra es secundaria para los oyentes, seducidos antes por el ritmo y la melodía. “La mayoría de los sujetos refieren que les da igual su significado, no mostrando interés en entender el mensaje transmitido”.

El análisis concluye que “con los resultados obtenidos no es posible saber con certeza si el contenido de la música pueda actuar como catalizador o predisponente de la delincuencia”.

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