Cárcel, una colecta y shows en silla de ruedas: el calvario del primer cantante de Iron Maiden
Paul Di’Anno, el músico nacido hace 65 años, que cantó en los dos primeros discos de la doncella de hierro y que pudo haber conseguido el estrellato definitivo en el conjunto, ha vivido unos complejos últimos años. En su última visita a Chile, se le vio en silla de ruedas a causa de un operación que fue costeada entre fans y la ayuda de sus antiguos compañeros de banda. Pero no fue lo único: padeció otros problemas de salud y hasta debió ir a prisión.
La gloria y la desgracia frente a frente. Fue en mayo de 2022, en el regreso de Iron Maiden a los escenarios desde 2019, en que se concretó el reencuentro público entre Steve Harris y Paul Di’Anno. De un lado, el músico millonario que llena estadios con la “doncella de hierro”; del otro, el excantante del grupo, confinado a una silla de ruedas. Un contraste del rock and roll hecho carne.
Fue un encuentro en el backstage, del que solo se conoció un clip de 15 segundos en que se escucha a Di’Anno comentar: “No puedo esperar a verlos a todos”. El vocalista que grabó los primeros dos discos (Iron Maiden de 1980 y Killers de 1981) se encontraba en Croacia porque allí estaba recibiendo un tratamiento de drenaje linfático de cara a una operación de rodilla que fue costeada en parte por la misma banda. Un capítulo más a un historial de largos tratamientos médicos a los que el músico ha debido someterse en los últimos años.
El mismo Di’Anno confirmó en una entrevista con el medio mexicano MB Live que Iron Maiden lo ayudó. “La última parte la hicieron, porque me quedé sin dinero. Ha sido muy caro. Porque cuando me enfermé por primera vez, tuve que ser evacuado de Argentina, lo que me costó mucho dinero. Tuve que [ser transportado] en un avión médico privado y todo eso de regreso. Cuando llegué a Inglaterra, solo tenía 45 minutos de vida, con sepsis y eso”.
Ahí comenzó un largo período en clínicas. “Me llenaron de antibióticos -dijo Di’Anno-. Pasé ocho meses en hospital. Así que la última parte del tratamiento, la banda fue realmente genial: pagaron los tratamientos de los últimos dos meses, lo cual fue bueno. Estaré eternamente agradecido por eso“.
En los últimos años, Di’Anno debió recurrir a las ayudas para financiar costosos gastos médicos. Los mismos fans de la banda realizaron una colecta vía crowdfunding en que se reunió £13,100 (unos 13 millones de pesos chilenos) para costear la compleja intervención quirúrgica. El cantante ha pasado casi una década confinado a una silla de ruedas, y ha debido realizar shows sentado, tal como ocurrió en su reciente visita a Chile en marzo pasado, con presentaciones en Santiago y en algunas regiones. En la ocasión, el set se concentró en aquellos dos discos seminales de la “doncella de hierro”.
Jorge Ahues de Maiden Chile, Fan Club oficial reconocido por la banda en el país, fue el organizador de esa visita. “[Di’Anno estaba] muy contento y agradecido con Iron Maiden -dice a Culto- Le gustó mucho reencontrarse con Steve Harris luego de 40 años y que la banda se hiciera cargo de los costos de su recuperación. Quedó encantado con la recepción en Santiago, Coquimbo y Puerto Montt, además en todas las ciudades hicimos un meet and greet y los fans le reconocieron su paso fundacional en Maiden”.
En estos días, dice Ahues, está organizando The Future Past, una exposición de un día dedicado por completo al grupo en sala Metrónomo (Ernesto Pinto Lagarrigue #179), el que contará con la presencia de Raphael Mendes, el doble oficial de Bruce Dickinson.
Pese al bálsamo de los aplausos y el reencuentro con Harris, Di’Anno no solo ha debido sobreponerse a la situación de sus rodillas. En septiembre de 2022, debió salir a desmentir rumores de que padecía cáncer; en rigor, se trataba de un absceso. “Me derrumbé en casa después de regresar de Argentina y un escáner encontró una enorme sombra negra en mis pulmones -le dijo a Classic Rock-. Pensé que estaba saliendo, pero resultó no ser maligno. Era un absceso que estaba todo infectado y del tamaño de una pelota de rugby. Resulta que he estado viviendo con esta cosa en mí durante los últimos años. Los médicos dijeron que fue algo transportado por el aire lo que causó la infección y que podría haberlo contraído en cualquier lugar”.
En los últimos años, no solo debió enfrentar los achaques propios de la edad y una vida de excesos. En el 2011 enfrentó una acusación de fraude, por la que fue sentenciado a 9 meses de cárcel. El cantante había solicitado ayuda económica al estado alegando que no podía trabajar por razones de salud. Pero los investigadores del Departamento de Trabajo y Pensiones británico descubrieron videos de sus presentaciones en YouTube. En total, se había embolsado 45.000 libras. Descubierto, Di’Anno se declaró culpable y gracias al buen comportamiento, logró reducir la pasada por la prisión a dos meses. Su abogado, Steve Ritter, dijo que Di’Anno “estaba obsesionado con actuar para mantener a su familia y que en el tema económico había actuado con ingenuidad”. Peor aún, el músico “Ha caído en un pozo de caos y ha perdido prácticamente todo”.
La bestia corre libre
Oriundo de Salisbury, Paul Di’Anno se unió a Iron Maiden en 1978. Por entonces, él era un fan del punk rock que miraba con distancia el heavy metal con toque progresivo, como el que proponía la banda. De hecho cuando vio a Maiden por primera vez, en el club Cart & Horses, no le gustaron. Pero la chance se le abrió cuando el cantante Dennis Wilcock dejó el puesto. Ahí fue el mismo Steve Harris quien le propuso unirse a los Irons.
Di’Anno tenía sus dudas. Había cantado en bandas de punk rock, pero su estilo callejero y aguerrido venía bien para Iron Maiden. Finalmente aceptó y con ellos hizo el tramo más difícil para una banda, ese en que se pasa del pub al estudio y de allí a escenarios algo mejores. Lograron grabar su célebre álbum debut en 1980, junto al productor Will Malone. Un trabajo que dejó tracks como Running free, coescrita junto a Harris, el compositor y líder del grupo.
“Sabíamos que lo que teníamos era único en comparación con cualquier otra banda, y habíamos pasado los dos años anteriores tocando en todos los lugares de mierda del Reino Unido, también en algunos lugares decentes”, le dijo Di’Anno a Classic Rock. “La única persona que podría haber tenido alguna duda era yo. Aunque era un líder engreído, era todo boca y sin pantalones”.
Convertido ya en un rockstar, Di’Anno se adentró en una espiral de desenfreno. Llegaba a los shows con retraso (lo que obligaba al grupo a extenderse en versiones instrumentales de sus temas), bebía y consumía drogas en exceso, además de sumarse a la legión de barrabravas del West Ham United. Era algo así como un hooligan que cumplía la fantasía del rock and roll.
Pero con Killers (donde coescribió la canción principal junto a Harris) las cosas se comenzaron a complicar. El material comenzó a incomodar a Di’Anno, quien dejó al grupo tras la gira promocional. “En el momento de Killers la banda se estaba volviendo un poco más técnica y perdía algo de esa ventaja para mí”, admitió tiempo después. “No pensé que las canciones tuvieran el mismo tipo de ataque, y luego comencé a perder interés. Sentí que podría estar defraudando a la gente al expresar mis dudas, así que no dije nada, pero luego todo se fue acumulando hasta el punto en que estaba molestando a Steve de la manera incorrecta”.
Los excesos, las borracheras y las dificultades hicieron mella. Eso chocó con el carácter más férreo de Harris, quien gobernaba la banda con puño de acero. Así, sin más, lo despidió. “No los culpo por deshacerse de mí -detalló a Classic Rock-. La banda era el bebé de Steve, pero desearía haber podido contribuir más. Después de un tiempo eso me deprimió. Al final, ya no podía dar el cien por cien a Maiden, y no era justo para la banda, los fans ni para mí”.
Desde entonces Di’Anno deambuló entre varios proyectos que no llegaron a flotar, incluso compartiendo con otro ex Maiden, como el baterista Clive Burr y con Janick Gers quien sería parte del grupo años más tarde. Mientras, Iron Maiden se convertía en una bestia de estadios con el rutilante Bruce Dickinson en el puesto de cantante tras su fichaje para The number of the beast (1982). Una gloria que Paul solo pudo mirar desde el palco.
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