La montaña en un papel: el diario de Juan Pablo Mohr en sus travesías

Juan Pablo Mohr camina por la cima del Dhaulagiri en 2019. Fue el quinto y último ochomil que conquistó oficialmente.

La esencia y el legado de JP, quien perdió la vida en el K2, respiran en los cuadernos que él siempre llevó a las alturas. Los apuntes de su última ruta por el Dhaulagiri hoy parecen el resumen perfecto de quién era este osado escalador. Ahí craneó los refugios que se levantarán en 16 rutas icónicas de Chile, un proyecto garantizado: su fundación y CMPC los construirán en ocho años.



Día 11. 21 de septiembre. “Dolor de Espalda”.

“Hoy me desperté a las 5.00 AM y fui a ver al Moi. No me podía mover, el dolor de espalda había aumentado, por lo que le dije que esperáramos un día más. Fui donde el cocinero, que me había cocinado el desayuno y el lunch para arriba, y le dije que perdón, que al final subiría al otro día. No hubo problema en realidad, es que necesitaba este día de descanso para mi espalda. No me puedo resistir de escalar!!! Hoy me pasó la cuenta! Mañana hay que ir para arriba sí o sí, por lo que hay que dejar todo listo. Sabía que al ponerme a caminar, el dolor volvería, pero preferí resistir”.

El relato es de Juan Pablo Mohr y corresponde a la travesía por Dhaulagiri (8.167 metros sobre el nivel del mar), en 2019. De su puño y letra, en sus palabras se refleja el deseo a veces desenfrenado por enfrentarse a las alturas y todos sus peligros. JP no se resistía a escalar, lo escribió con tres signos de exclamación en una libreta de mano, un cuaderno de hojas blancas, uno de varios, que siempre llevaba consigo a sus aventuras. Uno parecido al que seguramente cargaba cuando se perdió cerca de la cima del K2, el pasado 5 de febrero, lugar del que nunca regresará. ¿Qué dejó escrito ahora? ¿Hasta dónde pudo contar su trágica expedición? Eso nunca se sabrá, salvo que en el verano himalayo (desde junio), algún colega de ruta, en un acto de fortuna mayor, dé con su cuerpo y el de sus compañeros, el islandés John Snorri y el pakistaní Ali Sadpara. Mohr vivió y murió para esto. Y un rebelde dolor de espalda, como el que sufría en el Dhaulagiri, no lo iba a detener.

Día 7. 17 de septiembre. CB descanso.

“Hoy me desperté a las 6 de la mañana, fue un día tranquilo. En Chile era 16, por lo que es el cumpleaños de mi princesa Elisa. Le mandé un mensaje por el inreach (comunicador satelital). Después de tomar desayuno salí a buscar unos boulder. Primero fui para arriba, donde encontré como seis bloques muy entretes, y después fui para abajo, donde encontré otros cinco bloques que escalamos mucho la vez pasada, pero estaban mucho más abajo y en una distinta posición. Con el tiempo se han ido desplazando poco a poco”.

La misma expedición, pero cinco días antes del dolor de espalda. El recuerdo de su hija, hermana de Juan Pablo y Pedro, muestra el conflicto eterno entre una persona que se debate entre el amor por su familia y la pasión por lo que hace. Sus seres queridos lo sabían: a la distancia, cerca de las nubes, JP estaba con ellos. El descanso es clave en estas rutas, pero el montañista chileno ni siquiera aguantaba mucho en su carpa. Salió a escalar muros de roca, a 4.700 msnm, algo que hizo siempre, en todas sus marchas por los lugares más elevados del planeta. Su paso por el K2 no fue distinto, así también entrenaba sus pulmones, puesto que su marca de fábrica en la montañas era no utilizar oxígeno suplementario.

Día 23. 3 de octubre. “Día de Cumbre” (8.167 mts)

“Una vez ahí, emoción y felicidad máxima en la cumbre!!! Sentí la presencia de mi viejito en la cumbre! Qué gusto el poder haber estado con él en una cumbre de 8.000 mts, y no cualquier cumbre, sino la del Dhaulagiri. En el segundo intento en este montañón. Y qué mejor que con mi papito. Bueno, saqué las fotos respectivas con la bandera y los videos de la cumbre. Estuve más de una hora y media arriba”.

El Dhaulagiri fue el último de los cinco ochomiles oficialmente conquistados por Mohr (no se sabe si llegó a la cima del K2). Antes coronó el Manaslu (8.163), el Annapurna (8.091), el Lhotse (8.516) y el Everest (8.849). El Dhaulagiri, sin duda que fue su éxito más especial, porque marcó su regreso a los Himalayas después de la muerte de su padre, Raúl, afectado por un cáncer. Más allá del logro personal, luego explicaría que el objetivo era reencontrarse con su progenitor, la persona que lo metió en el mundo del deporte. En su deseo de domar las 14 montañas que superan los 8 mil metros, seguro que también estaba el estímulo íntimo de sentirse, literalmente, más de cerca de su papá. Y en el caso del K2, cerca también del español Sergi Mingote y el búlgaro Atanas Skatov, con quienes comenzó la fatal excursión por la cordillera del Karakórum y que también fallecieron a manos de la Montaña Salvaje, días antes de la desaparición del chileno.

Día 23. 3 de octubre. “Día de Cumbre” (8.167 mts)

“Abriendo huella, caminando por nieve muy profunda, regresé al C3. Y estaba Moeses (Fiamoncini, brasileño, miembro de su cordada).Estaba afirmado de la cuerda fija del C3 (7.500). Estaba tiritando mucho. Le digo: ‘Buena, Moi!! cómo estai, qué bueno que eres tú!! Y no me responde. Lo veo mal, tiritando mucho y sin responder mis preguntas. ¿Qué pasa, Moi? Responde, tenemos que movernos ahora, le digo. Me di cuenta de que estaba súper mal, así que le dije que le iba a inyectar dexametasona y que íbamos a tener que empezar a bajar al tiro. Me empecé a preocupar mucho por ver a mi amigo y a mi cordada así de mal. Cuando le dije lo de la inyección él me dijo ‘qué bueno’, que la aceptaba. Saqué mi botiquín, dejé mi piolet a un lado y recién ahí comenzó a tener conciencia para poder moverse. (…) Comenzó a bajar y me dijo que en la cuerda fija se sentía perdido y que entre tanto se quedaba dormido tiritando. Algo muy peligroso, porque con ese cansancio y ese frío que sentía se podría haber quedado dormido para siempre. Por suerte lo encontré antes de que haya pasado cualquier cosa peor”.

En este relato, en palabras simples, JP describe cómo le salvó la vida a su amigo que estaba al borde de un edema por el frío. Porque quienes conocieron su ética de montaña aseguran que el chileno prefería asistir a un colega que alcanzar la cumbre. Y claro, la pregunta surge de inmediato: ¿Habrá sido el primer afectado en la tragedia del K2? ¿Habrá sido el que intentó socorrer? Dudas sin respuesta, que ya no tienen sentido. Su primo, asesor y amigo de la infancia, Federico Scheuch, prefiere pensar lo segundo. “Porque JP era así. Siempre”, afirma.

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Letras no era lo único que se veía en los cuadernillos de Juan Pablo Mohr. Siempre fue hábil para el dibujo. Por lo mismo, se recibió como arquitecto, aunque nunca ejerció la profesión como tal. Entonces, era común encontrar en las páginas de sus diarios los bosquejos de un muro de piedra, la silueta de una montaña o, simplemente, una rutina de ejercicios retratada con un lápiz.

En la ruta se inspiraba. Era parte de su conexión con las alturas. En el mismo Dhaulagiri, de hecho, redondeó una idea que venía trabajando hace mucho: la construcción de un refugio para escaladores en cada una de las 16 cimas más emblemáticas por región. Sobre los 5 mil metros, pensaba en modelos y esquemas de construcción, que luego quería aplicar en Chile.

Un proyecto que no se desarma con la partida del escalador nacional. De hecho, ya se hizo oficial que estos refugios se levantarán como JP deseaba. CMPC, la Fundación Deporte Libre (fundada por Mohr) y el Club 14 ocho mil tomarán la posta. Y con plazos definidos. La idea es construir uno en 2021 y desde ahí concretar dos por año hasta llegar a los 16. “Es el mejor homenaje que podemos darle a Juan Pablo. Mantener su legado”, afirma Scheuch.

“Esta es una idea que vengo trabajando hace varios años. Siempre quise relacionar la arquitectura con la montaña. Al crear lafundación Deporte Libre, el objetivo el objetivo principal era traer la montaña a la ciudad y a la gente de la ciudad a la montaña”, afirmaba el propio Mohr a fines de 2019, sin sospechar que la pandemia iba a posponer sus planes.

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Día 18. 28 de septiembre. “Tercer día en el B.C.”

“Hoy nuevamente me desperté tarde, mis niños me habían escrito los 3!!! Deseándome buena suerte y diciéndome lo mucho que me echaban de menos. También que necesitaban plata, por lo que le pedí a Fede que les depositara (...) Sobre mi bolso de apoyo, se supone que llegaba en la noche, pero al final no llegó. Escribí mucho, hice muchos diseños y también salí a caminar a la pared este de la montaña, nunca había ido hasta el final, porque es una zona peligrosa por la caída (...) Esperemos que mañana llegue mi bolso, ya que ahí tengo mis calcetines con baterías y lo más importante: mis banderas. Si no tendré que irme con la ropa y el equipo prestado, sin banderas, calcetines y baterías”.

Al día siguiente, el 19° de la aventura, ese bolso extraviado finalmente apareció en el campamento base. Juan Pablo ya contaba con lo necesario para iniciar la etapa más importante de su ruta hacia el pico del Dhaulagiri. “Ya puedo salir tranquilo mañana, porque todo bien”, escribió en su cuadernillo el 29 de septiembre de 2019. Lo tenía todo: el mensaje de cariño de sus hijos, la tranquilidad de que sus problemas domésticos en Santiago ya estaban solucionados. Sus calcetines y sus banderas, incluyendo la chilena. El mismo emblema que cuatro días después exhibió en la cima del quinto ochomil que domó con apenas 32 años. El último (o penúltimo, porque solo el K2 sabe la verdad) que le permitió estar por arriba de las nubes, más cerca del cielo que de la tierra.

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