Las jugarretas del loco

Sebastián Abreu


Y el loco Abreu abrió su mollera perdiendo el juicio. La mesa lanzada contra los hinchas no logró el objetivo que era la testa de los iracundos que le reprochaban su mal rendimiento. Hasta en esa acción al exgoleador le faltó fuerza en el golpe y finiquito.

Con 40 años esas promesas de gol sólo se admiten en el tolerable fútbol de Primera B. En otros países, con respeto lo aplauden por su merecido pasado y nada más. Nadie criticó su contratación a la Primera División. Muchos creían en su redención ante el inexorable paso del tiempo. Todos aplaudían la llegada de un loco más en esta desquiciada y mundanal locura santiaguina.

Hugo Vilches, el extécnico, nunca lo solicitó. Se lo impusieron junto a otros 12 jugadores. Este 60% del plantel y cuerpo técnico nuevo de Audax Italiano, colista del torneo, pertenecen a un solo representante que monopoliza la estructura del equipo. Una vergüenza.

Hace años, Eric Cantona fue golpeado por una botella de plástico jugando por el Manchester United, este reaccionó devolviéndola a la gradería. ¿Cuál fue la condena? Ese hincha no pudo entrar al estadio durante mucho tiempo y para el francés, una dura sanción de la federación inglesa. Ejemplar castigo.

Aquí el Tribunal suspende a Abreu por dos fechas, aduciendo buen comportamiento anterior. Y a los hinchas no les salió ni por curado. Con toda la tecnología del fracasado Estadio Seguro, esta medida es una pésima señal para las hordas flaiteras y sus estrellas cada vez más empoderadas. ¿Lanzar una mesa a la hinchada amerita aminorar una pena mayor por un comportamiento anterior?

El futbolista es siempre el núcleo no sólo en sus malabares en la cancha, sino además en su comportamiento ético y estético de la profesión. Falta rigor en las dirigencias y cuerpos técnicos. No es una locura ser educador ni aunque estés en un manicomio.

El loco no hizo goles ni fue negocio. Adelanta su retiro con medio melón en la cabeza, añorando una callecita de Puerto Montt. En el sur fue idolatrado e imponente, en Santiago denostado e impotente.

Para picardías y jugarretas no sigamos haciendo el loco.

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