Alberto Abarza: “En estos últimos tres meses me he cuestionado de qué manera seguir”

Alberto Abarza

Pese a ganar un oro y dos platas en Tokio, el nadador pone en duda su futuro por la falta de apoyo a su técnico. “Hay gerentes que ganan $ 4 millones y mi entrenador, solo $ 180 mil”, dice.


Alberto Abarza (11 de diciembre de 1984) hizo historia para Chile ganando tres medallas en los Juegos Paralímpicos de Tokio: un oro y dos platas. Fue reconocido por el Comité Olímpico que lo premió como el mejor en su categoría y por el Círculo de Periodistas Deportivos, que lo eligió como el Mejor de los Mejores paralímpico.

¿Este es el mejor año de su carrera?

Deportivamente sí, porque se logró la medalla más grande a la que un deportista puede aspirar. Pero para mí, 2017 y 2018 fueron muy buenos años, porque conseguí ser número uno del mundo de la World Series. Fue algo espectacular conseguirlo.

Mirando en perspectiva, ¿cómo asimiló lo vivido en Tokio?

Siempre digo que uno trabaja para ser la mejor versión de uno mismo y acá se logró algo más que eso: ser feliz en lo que buscaba. Soñaba con cantar el himno nacional y veía que en todos los deportes lo tocaban al principio o al final, pero acá solo lo tocaban en el ganador. Yo siempre soñaba con eso y me emocionó más que la medalla de oro.

Con el sueño cumplido, ¿cómo se hace para seguir teniendo más motivación?

Es una labor en conjunto de mi hermana, que me acompaña; de mi entrenador, que quiso estar en esta carrera, a pesar de no recibir sueldo. Entonces, ahí van las ganas de él. En estos últimos tres meses me he cuestionado de qué manera seguir. Deporte voy a tener que hacer toda mi vida, por mi discapacidad, pero en alto rendimiento estamos pensando a qué punto hacerlo. Hay muchas cosas para hacer deporte de alto rendimiento, no es solo Alberto Abarza.

¿Se proyecta para Santiago 2023?

Lo digo con mucho respeto, pero si no tengo para hacer un cumpleaños, para qué voy a hacer un matrimonio. Con suerte estoy pensando si sigo con mi entrenador, menos voy a pensar en que si continúo después. Mi carrera en Tokio dependió cien por ciento de nosotros, porque mi entrenador sin cobrar logró tres medallas. Entonces, pensamos que me iban a ayudar con él y al final no pasó. Entonces, mantener a un cuerpo técnico tiene un costo y él no va a estar dispuesto a entrenarme cinco horas al día por 180.000 pesos. Yo, sinceramente, no iría. Aunque yo lo respeto si decide otra cosa. Para tener un nivel hay que tener un cuerpo técnico adecuado...

¿Con las nuevas autoridades del Comité Paralímpico eso puede cambiar?

Puede sonar un poco agrandado, pero todos saben quién es Alberto Abarza en el Comité Paralímpico y cuáles son mis necesidades. A mí lo que no me gusta es tener que rogar. Yo trabajo en un banco y no tengo que ir a decirles a los chicos que tengo a cargo qué van a necesitar. No, yo hago una reunión y ahí me dicen qué van a necesitar. Llegamos de Tokio en septiembre y no ha habido ninguna reunión. Yo tampoco quiero andar peleando…

¿Entonces qué hará en 2022?

Hablé con mi entrenador y me dijo lo que necesitaba. Vamos a ver qué podemos conseguir, pero si mi entrenador me dice “vamos a pararnos al Paseo Ahumada a recolectar dinero”, yo voy. Aunque ahí después vendrían los dimes y diretes y también sería injusto, porque cada persona paga impuestos para que el dinero se vaya al Ministerio del Deporte y se puedan cumplir las necesidades de cada deportista.

¿El mensaje va entonces para el Copachi y el Ministerio del Deporte?

Tienen que tener un lineamiento de prioridades y ver qué deportista tiene prioridad en algunas cosas y eso es lo que le falta al Comité Paralímpico. El técnico nacional ni siquiera puede entrar al Estadio Nacional. Entonces, no entiendo el lineamiento. Lo junto con mi trabajo, donde veo el presupuesto anual de un banco, y de verdad que veo lo del Comité y no me juntan dos peras y una manzana. Veía las cifras: te dicen “tenemos 4 mil atletas”, pero no somos más de 200. Entonces, no entiendo cómo 1.500 millones de pesos no alcanzan para tan pocos deportistas que somos. No cuadra.

¿No ha hablado con el nuevo presidente del Comité Paralímpico?

No se ha dado la instancia, pero creo que debería haber un cambio de pensamiento; hacia qué apunta el Comité en sus próximos desafíos o en la manera de apoyar a los deportistas. Yo creo que son excelentes personas, pero uno va a juzgar por el trabajo. Uno tiene que aceptar las críticas constructivas. Yo me comería un asado con ellos, pero cómo gestionan no lo encuentro correcto. Me produce tristeza haber llegado a Tokio, fue como un charchazo a la cara. Me financié todo. Cuando digo que las medallas fueron más por una gestión propia, me da pena decirlo, porque a mí me hubiera gustado decir “sí, a mí se me ayudó ciento por ciento”, pero a mí no se me ayudó ciento por ciento... Por muchas cosas la medalla no tuvo ese sabor de alegría ciento por ciento. Me habría encantado celebrarla con todo, pero no fue así.

¿Le gustaría ser dirigente?

No. Yo tengo buenas ideas, pero creo que hay gente muy capaz y de bajo perfil que sumaría mucho. No lo haría, porque encuentro que el deporte está muy sucio en Chile. Es como cuando te enamoras de una chica y todo parte bien, pero después te vas dando cuenta de muchas cosas… Me tiene muy desilusionado el deporte de nuestro país; cómo se trabaja, el apoyo... Por ahí me dijeron que las empresas privadas no apoyan, pero yo creo que ni siquiera deberían estar. Es labor del Estado y por algo cada chileno paga su 19% cuando compra el pan, el azúcar. El dinero está, pero lo que falta es gestionarlo bien. Veo a un gerente que gana 4 millones y veo al entrenador de un medallista que gana 180 mil pesos y ahí empieza mi problema.

¿Qué sueños le quedan por cumplir?

Yo creo que la vida ya me lo dio todo, perro. Soy tan feliz con lo mío… Pucha, tengo una discapacidad que avanza día a día, que ya me debería haber dejado postrado en cama y Teletón hizo un trabajo maravilloso conmigo. Me dio las herramientas, junto con mi mamá, para salir adelante. Tengo dos hijas maravillosas. Y si bien mi discapacidad es hereditaria, ellas no la tienen. Estoy como en un partido de fútbol, en el tiempo extra, ganando 10-0. Me lo dieron todo. Siempre pedí ver a mis hijas y darles las herramientas necesarias, y creo que lo hice. Lo único que me queda es enseñarles a ser buenas personas, a ayudar si lo pueden hacer, ser honestas y felices.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.