En el nombre de Adriana

Adriana Palacios dio a luz a una niña sin vida en Iquique. Según ella, fue víctima de negligencias médicas. Su relato pasó desde las redes sociales hasta el Congreso. Hoy, a cuatro años del día en que cambió su vida, y mientras trata de sanar, su nombre bautiza a un proyecto de ley que busca que su historia no vuelva a repetirse.


La primera vez que Adriana Palacios sintió dolores fue el 17 de julio de 2017. Tenía 38 semanas de embarazo y asistió al Hospital de Iquique después de 12 horas de molestias en su vientre. El médico determinó que era un embarazo de alto riesgo, pronosticó el parto para el 30 de julio y la enviaron a su domicilio. La segunda vez fue el 24 del mismo mes, pero en esta ocasión fue al Servicio de Atención Primaria de Urgencia (Sapu) de Pozo Almonte, comuna donde vivía. El registro médico establece que a las 20.48 horas la mujer “no sentía al bebé” y sufría de calambres. Nuevamente, la instrucción fue devolverla a su casa. Adriana Palacios tenía 19 años y esperaba a su primera hija, que llamaría Trinidad. Hoy, cuando lo recuerda, dice que en ese momento “sabía que algo no estaba bien”.

Al día siguiente regresó al Hospital de Iquique, donde se dejó constancia que durante el embarazo la mujer había tenido solo una ecografía y, nuevamente, le dieron fecha de parto para el 30 de julio. Pero cuando llegó la fecha presupuestada, Palacios aún no entraba a trabajo de parto y, cuenta ella, los dolores iban en aumento. El 1 de agosto las molestias comenzaron a ser insoportables. Ese día llegó junto a madre, Jacqueline Palacios, nuevamente al Sapu. “Me dijeron exagerada y que tenía que seguir esperando”, recuerda Adriana. En vez de irse a su casa, fueron por cuenta propia al Hospital de Iquique. Allá le dijeron que la fecha sería para el 6 de agosto y que, si entonces no nacía, se induciría el parto de urgencia. Adriana Palacios, dice, ya no podía caminar. Solo lloraba.

Las siguientes 48 horas fueron decisivas. La noche del 3 de agosto la mujer de 19 años llegó por cuarta vez al Sapu de Pozo Almonte. Sufría sangrado y dolores, además de contracciones. La revisaron y se encontraba con 2 cm de dilatación, lo que no era suficiente para derivarla al hospital, le dijeron en el centro asistencial, según Palacios, así que volvieron a su casa. Esa noche su madre le preparó una tina con pétalos de rosas para calmar el dolor, mientras comía chocolate para acelerar la dilatación. Pero nada parecía hacer efecto. Tras pasar la noche en vela, a las 8.00 ya estaban de vuelta en el Sapu. Luego de realizarle tacto y chequear los latidos del feto, le indicaron que volviera a las 14 horas, pero ella no aguantó más de tres horas. Esa fue la última vez que entró al Sapu: era el 4 de agosto a las 11 de la mañana. No existen registros de que le hayan realizado algún control de latidos intrauterinos. Finalmente, sostiene Palacios, se solicitó una ambulancia para trasladarla al Hospital de Iquique. “Lo habíamos conseguido, pero solo siguió la tortura”, recuerda.

Adriana Palacios ingresó al recinto ya en trabajo de parto y con 40 semanas. Su madre no pudo entrar con ella a la sala donde le realizaron una ecografía para revisar el estado de salud de su hija. En ese momento la enfermera le dio la noticia. Le informó que Trinidad no tenía latidos. “Mi corazón se paró. Quedó todo en negro, se fueron mis dolores, no pensaba nada”, recuerda Adriana Palacios.

El proceso no terminaba ahí. Aún faltaba que diera a luz a su hija sin vida.

Palacios recuerda una sala oscura, con una camilla, ella con las piernas abiertas y en el suelo un charco de sangre. Dice que pedía sin fuerzas que llamaran a su madre y que, por favor, le sacaran a Trinidad. Según su relato, un trabajador del lugar se sentó sobre su vientre para hacer presión y ayudar la salida del bebé: “Me aplastó tan fuerte que me hizo vomitar. Ahí me pegó una cachetada y me dijo: ‘vomita para allá’”.

En su registro, el Hospital de Iquique no constata que se haya realizado esa acción, conocida como maniobra de Kristeller. Lo que sí consigna es que se utilizaron fórceps, que es un instrumento en forma de tenazas, pero que tampoco dio resultado. A las 22.20 se estableció el fracaso del trabajo de parto vaginal y se dio pie a una cesárea 40 minutos más tarde.

La causa de fallecimiento de Trinidad Palacios, según su certificado de defunción, es “hipoxia intrauterina, oligoamnios”, lo que significa asfixia al interior del útero y falta de líquido amniótico. El cordón umbilical estaba enredado en su cuello y su pie derecho.

Mientras su hija se recuperaba, Jacqueline Palacios pudo conocer a su nieta. “Entré, la toqué, la miré y lloré. Estuve en brazos con ella una hora. Le cantaba, le miraba sus labios, que estaban morados, sus manitos, sus uñitas negras”, dice.

En ese momento le tomaron una foto a la mano de Trinidad. Esa fotografía, más tarde, se convertiría en viral.

El duelo por Trinidad

Adriana Palacios volvió a su casa tres días más tarde. Mientras tanto, su madre creó en Facebook la página Justicia para Trinidad, donde denunció a ambos centros de salud. Las publicaciones se compartieron cientos de veces. Jacqueline Palacios, también, comenzó a recibir mensajes de mujeres que habían sufrido situaciones parecidas y organizaciones que les ofrecían su ayuda.

En medio de esta situación, el abogado Marco Antonio Quevedo llegó a la casa de ellas con ánimo de representarlas. Luego, levantaron dos causas judiciales a nombre de Adriana. La primera es una demanda civil al Servicio de Salud de Iquique y a la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Pozo Almonte (Cormudespa), en búsqueda de indemnización de perjuicios por falta de servicio, por un total de $ 150.000.000. La segunda es una causa penal por negligencia médica. Según el abogado, “se acusa el delito de homicidio culposo lex artis y está en la etapa de investigación desformalizada”.

Contactados para este reportaje, desde Cormudespa declaran no tener responsabilidad en la muerte de Trinidad. “Hemos impetrado nuestras defensas y argumentos, que en definitiva demostrarán que nuestro actuar fue el adecuado y dará tesón que su inestimable pérdida no se relaciona en ningún aspecto a las atenciones clínicas de Cormudespa”. Por su parte, desde el Hospital Regional de Iquique dicen lamentar lo sucedido, y agregan que “hemos colaborado y entregado toda la información requerida para el proceso de mediación y judicial iniciado por la paciente”.

Mientras se desarrollaban los procesos judiciales, Palacios enfrentaba el duelo de su hija. A Trinidad la sepultaron en Iquique. Dos meses después, Adriana se fue a Valparaíso a vivir con su abuelo, donde comenzó una terapia psicológica y psiquiátrica de manera particular. Dice que seguía en estado de shock, que tenía pena y lloraba al ver la cuna de su hija en su pieza, aunque en ese entonces aún no asimilaba la pérdida.

En 2019 quedó embarazada por segunda vez. “Ahí se me cayó el mundo”, dice Palacios. “Cuando me dijeron que era niñito, supe que no iba a volver a tenerla (a Trinidad) de vuelta, que la había perdido y fue horrible”, recuerda. Entonces, dejó de comer y de dormir. “Tenía miedo de que llegara el momento y no me atendieran, que pasara lo mismo que con la Trini y que muriera”, admite. Si cerraba los ojos, su imaginación la llevaba de vuelta a la sala del Hospital de Iquique donde parió. Así que prefería mantenerlos abiertos. Paralelamente, el abuelo con quien vivía fue diagnosticado con un cáncer terminal. Ese mismo octubre falleció. “Fueron dos duelos juntos”, cuenta. La salud física y psicológica de Adriana Palacios empeoró. Por complicaciones médicas, explica, se determinó que el suyo era un embarazo de alto riesgo.

Por lo mismo, estuvo un mes hospitalizada en el Hospital Carlos van Buren. Cuando llegó a las 36 semanas de gestación, el 27 de noviembre de 2019, Adriana dio a luz a su hijo Gaspar. Fue una cesárea programada y sin complicaciones, dice. El nacimiento, cree Jacqueline Palacios, ayudó a su hija en su proceso de sanación: “La Adriana nunca más volvió a ser la misma, pero con su hijo le brillan los ojitos”. Por eso, ese día Palacios lo recuerda con felicidad: “Necesitaba un momento de calma en mi vida, porque había sido todo muy malo en su momento. Eso, hasta que tuve al Gaspar en mis brazos”.

La cara de la ley

Claudia Mix no era diputada aún cuando escuchó la historia de Adriana Palacios: “Nosotros justo en ese tiempo estábamos trabajando mucho en la Región de Tarapacá, con compañeros del Partido Comunes y nos enteramos de este caso por comentarios”, recuerda. Dice que con su equipo estaban interesados en el tema de la violencia durante el parto, pero no fue hasta que llegó al Parlamento que contactó a Adriana. “Teníamos ese tema dando vueltas y quisimos contactarnos con ella”, recuerda.

Palacios dice que conoció a la diputada más o menos un año después de la muerte de Trinidad, en un conversatorio de violencia obstétrica. No la ubicaba, pero ella se le acercó. Le contó que estaba trabajando con algunas organizaciones sobre parto respetado y comenzaron a colaborar. “Leímos muchos casos y sentimos la necesidad de construir un proyecto de ley que se hiciera cargo de esta problemática, y conformamos una mesa de parto respetado”, cuenta Mix. Ninguna sabe bien cómo, pero terminaron generando una amistad que mantienen hasta el día de hoy.

Después de seis meses junto a la Coordinadora por los Derechos del Nacimiento (CDN), ParirNos Chile y el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO), entre otras organizaciones, Claudia Mix presentó el proyecto de ley parto respetado y fin a la violencia gineco-obstétrica. Aunque el texto legal popularmente fue conocido como Ley Adriana. Esto, porque tanto ella como distintas organizaciones de la sociedad civil la consideran víctima y ejemplo de la violencia obstétrica en Chile.

Según la directora y abogada del OVO, Carla Bravo, violencia obstétrica es “todo maltrato físico o psicológico y desconsideración hacia la mujer en el contexto del preparto, parto y posparto”. Lo que puede ser omisión de la mujer, abuso de medicación, entre otros. En 2019, la ONU reconoció la violencia obstétrica como una violación a los derechos humanos y un problema en la salud a nivel mundial.

En Chile no existen registros oficiales de este tipo de denuncias. En la Superintendencia de Salud, donde se pueden hacer reclamos contra prestadores de salud, no existe el desagregado de este tipo. La primera encuesta sobre nacimiento en Chile, publicada por OVO el 2018, señala que una de cada cuatro mujeres atendidas en el sector público fue víctima de violencia física al interior del hospital, mientras que un 56% señaló́ haber sido criticada o reprimida por expresar su dolor y emociones en el momento del parto.

Dentro del proyecto se proponen medidas como los planes de parto -que es que la gestante exprese antes qué condiciones quiere para su parto-, modificaciones en las mallas curriculares de profesionales de la salud y talleres de parto para informar a la población. En Chile, en 2015 y 2017 se habían propuesto iniciativas legislativas sobre parto humanizado y violencia gineco-obstétrica. Sin embargo, nunca fueron discutidas.

Según la diputada Mix, la Ley Adriana tiene un enfoque de prevención y educación. Carla Bravo agrega que el proyecto de ley no establece una sanción penal, porque no existe el delito de violencia obstétrica. “Lo que sí existe es una agravante penal. Eso significa que cuando hay un delito común, si hay violencia obstétrica, la pena puede ser más alta”, explica ella.

Palacios fue invitada a ser parte del proceso de redacción del texto, pero prefirió no hacerlo. “Para mí, repetir el caso de la Trini una y otra vez es heavy. Por eso yo no quiero”, dice. “Estoy pendiente del proyecto, me mandan lo que pasa, pero ir a conversatorios y esas cosas, yo ya no quiero más”. Por lo mismo, la invitación del 14 de junio de este año iba a ser una prueba para ella. Ese día, había sido invitada a la Comisión de Mujeres y Equidad de Género de la Cámara de Diputados. En el contexto de la discusión de la ley, las parlamentarias querían escuchar a la mujer que estaba dando origen a la iniciativa. Sentada frente a una cámara que la grababa, con su hijo Gaspar en brazos, Adriana Palacios relató una última vez las circunstancias que terminaron con la muerte de su hija.

Dos meses más tarde, y con ayuda de ese testimonio, la comisión aprobó de forma unánime la idea de legislar. “La persona que dice que en Chile no existe violencia ginecológica-obstetra no conoce su distrito, no ha conversado con nadie”, dijo en la sesión la diputada Ximena Ossandón (RN).

Luego de eso, Adriana Palacios tuvo que volver a su vida. Actualmente vive con su madre en Valparaíso y trabaja de reponedora en un supermercado de manera intermitente. A veces cuida a un adulto mayor, pero principalmente se encarga de Gaspar, que ya tiene un año y nueve meses. Sabe que si se aprueba la ley no habría modificaciones en su caso judicial. Pero no la afecta, porque no es lo que está buscando. El sueño de Adriana, ahora, es volver a ser madre de una hija. El nombre, al menos, ya lo tiene definido.

“Yo creo que le pondría igual, Trinidad”.

Cuando lo dice, Adriana Palacios se arrepiente.

“Quizás otro nombre al principio y de segundo, Trinidad”.

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