Columna de Iván Poduje: Las favelas de Alto Hospicio



Por Iván Poduje, arquitecto

Lo que está ocurriendo en la región de Tarapacá y, más específicamente en la conurbación Iquique-Alto Hospicio, solo puede ser calificado como un desastre social y urbano de grandes proporciones. La primera alarma apareció en 2020, cuando en Atisba detectamos un crecimiento anormal de los campamentos. En solo dos años, las familias que vivían en estos asentamientos prácticamente se duplicaron, pasando de 3.325 (2018) a 6.368 (2020).

Luego vinieron las protestas y agresiones de residentes contra inmigrantes que ocupaban plazas, playas y parques. Los matinales le dedicaron horas al drama humanitario de Iquique. Criticaron la xenofobia y exigieron medidas para resolver el problema. Y las medidas se tomaron, pero solo para esconder el drama subiendo a los inmigrantes a la meseta de Alto Hospicio. Por esta razón, entre 2020 y 2022 esta comuna sumó 3.000 familias adicionales en campamentos.

Actualmente, en la capital regional existen verdaderas ciudades informales parecidas a las favelas brasileñas. El campamento “La Mula” tiene 5.000 habitantes y 30 cuadras de largo y se levantó en apenas dos años. La Pampa, ubicada al sur del nuevo hospital de Alto Hospicio, es más impresionante aún. Nuestra estimación, basada en georeferenciación de fotos de Google Earth, es que viven 16.000 personas en 114 hectáreas, lo que lo transforma – por lejos- en el campamento más grande de Chile.

Pero la favelización, generada por el tamaño del asentamiento, también tiene asociada una organización delictual. Un negocio común es la venta o arriendo de terrenos robados para inmigrantes, por mafias que se coordinan con las personas que facilitan los ingresos irregulares desde la frontera. Con las mediciones que hicimos con Google Earth, contabilizamos 565 sitios vacíos y delimitados con cierres al interior de La Mula y La Pampa, lo que es un claro indicio de que este negocio ya está operando.

¿Qué ha hecho el Estado para resolver este problema? Llevar agua en camiones aljibes y organizar algunas atenciones médicas. Es decir, nada, lo que ya está generando un colapso en los servicios públicos. Para tener una idea del impacto, la comuna de Alto Hospicio tenía 108 mil habitantes, según el censo de 2017. Solo con los campamentos se han sumado 25 mil personas. Si replicamos la pirámide demográfica de Chile, cerca de 2.600 serían niños de 0 a 14 años. Para poder educarlos se necesitarían 15 establecimientos nuevos. ¿Dónde y cuándo se construirán? Nadie tiene idea.

Además, se requieren cuatro consultorios y dos nuevos cuarteles de Carabineros o la PDI, con brigadas especiales para resolver delitos de violencia intrafamiliar, narcotráfico o trata de personas. Tampoco nadie ha dicho cuándo y dónde se construirán, y la verdad es que este silencio sorprende e indigna. ¿Qué pasó con los promotores de la política de puertas abiertas? ¿Qué dicen los nazarenos ABC1 que facilitaron la migración irregular y se opusieron a las deportaciones? Entiendo que algunos son asesores del gobierno. Sería bueno ver cómo responden al desastre humanitario que ayudaron a generar.

Una de las pocas personas que ha sacado la voz para alertar el drama de Iquique Alto Hospicio, ha sido el fiscal de Tarapacá, Raúl Arancibia, que dijo – con todas sus letras- que la desregulación migratoria ha permitido que ingresen organizaciones criminales de enorme peligrosidad como el Tren de Aragua y dos carteles mexicanos. ¿Desde dónde operarán estas bandas? Si vemos la experiencia brasileña, será en las favelas de Alto Hospicio, como ocurrió con el Comando Vermhelo de Río de Janeiro o el PCC en Sao Paulo, y esto en Iquique tiene un doble riesgo por la proximidad del puerto y el completo descuido que existe en la ruta a Bolivia y el paso Colchane.

Las nuevas favelas abandonadas por el Estado e invisibilizadas desde la capital, les permitirán a estas mafias capturar niños como soldados y usar casas, sitios o bodegas para almacenar droga o productos de contrabando. Esto podría explicar, en parte, por qué los homicidios aumentaron un 183% entre 2021 y 2022, mientras el gobierno hace campaña por el plebiscito, y los nazarenos predican sobre el humanismo cristiano desde un café en el barrio cívico de Santiago.

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