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Influencers del hambre: cuando las redes promueven conductas peligrosas

Dietas extremas, consejos sin base científica y cuerpos inalcanzables se repiten a diario en redes sociales, con discursos que llegan especialmente a adolescentes. Psicólogos y nutricionistas advierten que estas narrativas, generalmente disfrazadas de bienestar, pueden derivar en trastornos alimentarios, ansiedad y culpa en quienes buscan encajar en un ideal que no existe.

La serie de Netflix “Vinagre de manzana”, retrata la historia una influencer que fingió tener un cáncer cerebral terminal mientras entregaba consejos de vida.

La imagen reflejada en el espejo no es la que desea. Antonia (16) se ha convencido, y es consciente de ello, de que su figura no es suficiente para sí misma. Pesa 45 kilos, y ni la ropa ni la comida son el problema. Pero cada notificación o vibración en su celular se siente como el siguiente paso de una pesadilla, o como una jaula de la que cree que es cada vez más difícil escapar.

Antonia es la segunda de tres hermanos, y su madre (42), que la ha visto interactuar con otros en línea, lo tiene claro: son las redes sociales. “Sigue a unos monos, subnormales que creen que, porque tienen vitrina, pueden decir lo que sea”, se desquita.

El caso de Antonia es solo uno entre miles. Jóvenes, tanto mujeres como hombres, se ven afectados o influidos por el creciente número de influencers que circulan en internet. Pseudo gurús que, en muchos casos sin acreditación alguna, difunden dietas, métodos o consejos que no solo comprometen la integridad física de sus seguidores, sino también su salud mental y emocional.

Antonia, de 16 años, siente que su cuerpo nunca es suficiente.

Frente a esto, no hay sanción alguna. En un mundo hiperconectado, las mentiras se asumen como verdades, y la responsabilidad de distinguir entre lo real, lo falso y lo potencialmente dañino recae únicamente en quienes consumen ese contenido.

Prueba de ello es la serie de Netflix “Vinagre de manzana”, estrenada a comienzos de este año y que retrata la historia de Belle Gibson, una influencer australiana que fingió tener un cáncer cerebral terminal mientras entregaba consejos de vida a través de las redes sociales. Específicamente, decía haber superado su enfermedad a través de una dieta compuesta por jugos verdes, alimentos naturales y recetas veganas. Además, aseguraba evitar la medicina convencional, la que reemplazaba por ejercicios y terapias alternativas.

Carolina Carrera Ferrer, directora Clínica de Atención Psicológica (CAPSI) UNAB

Como en internet cada usuario parece contar su propia verdad, su enfermedad no fue cuestionada y fue asumida como real, no sólo por sus seguidores, sino también por medios de comunicación y autoridades, hasta que fue finalmente desenmascarada.

Más allá del escándalo, su caso expuso un tipo de personalidad en redes que puede resultar silenciosamente nociva para la sociedad.

En el ojo del huracán

La adhesión a este tipo de influencers alimentarias en redes sociales, dice Carolina Carrera, directora Clínica de Atención Psicológica (CAPSI) de la Universidad Andrés Bello, se debe a necesidades emocionales que podrían estar relacionadas con una autoimagen corporal negativa, donde las o los influencers se presentan como “el yo ideal” en estética y estilo de vida, con los riesgos físicos y psíquicos que se podrían presentar.

Desde una perspectiva psicológica, estos discursos resultan persuasivos, incluso sin sustento científico, porque apelan a los estándares del cuerpo perfecto, asociado a un estilo de vida y salud que promete bienestar y se denomina “fit”. “Particularmente los adolescentes no se cuestionan el sustento científico; creen en los influencers, quienes pasan a ser autoridades en la materia porque lo que la pantalla les muestra es un cuerpo perfecto, añorado y promovido no sólo por las redes, sino también por la publicidad”, plantea Carrera.

Carolina Carrera, directora del CAPSI de la Universidad Andrés Bello, explica que muchos jóvenes ven en estos influencers una versión idealizada de sí mismos, sin medir los riesgos físicos y mentales que implica seguir sus consejos.

¿Cuál es el riesgo? Particularmente en mujeres jóvenes, sugiere, puede convertirse en un primer paso hacia trastornos de conducta alimentaria.

Con esto pueden generarse mayores niveles de ansiedad, culpa por no lograr ajustarse a los estándares que ofrecen estos personajes, alta cuota de frustración y angustia. “Existe cierta presión cultural a favor de la delgadez, y los cánones de belleza pueden traer como consecuencia autolesiones, trastornos alimentarios e incluso ideación o planificación suicida en casos extremos”, comenta la especialista.

Natalia Contreras, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética UNAB

Si bien en un principio proponen informar, así como también generar comunidades o proponer hábitos saludables, plantea, son también peligrosos cuando son tomados como única opinión válida. Hay quienes predican sobre dietas muy restrictivas y que contribuyen a generar un vínculo complejo con la comida, junto con estándares de belleza eurocéntricos, dice Carolina Carrera, muy lejanos a la realidad de la región.

“Lo importante, esencial en este y otros temas de información por redes sociales, es que se desarrolle un pensamiento crítico frente a los contenidos”, plantea, asegurando que los padres y el propio entorno son fundamentales para apoyar y ayudar a estos jóvenes a discernir sobre lo que es real y sano para su propia salud.

Sobre estas propias difusoras de información, la especialista comenta que la mayoría no son nutricionistas o nutriólogos, y que se han formado principalmente a través de las propias redes sociales. Además, se trata generalmente de personajes que lucran con sus mensajes e imagen en internet, y que son apoyadas o promovidas por las marcas de alimentos fit o bebidas energéticas.

Pandemonium alimentario

Es una historia que no tiene fin y que progresivamente suma más afectados. Varias veces, dice Natalia Contreras, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UNAB, le ha tocado ver pacientes que han realizado ayunos prolongados, dietas keto sin supervisión o que tomaron suplementos sin indicación profesional. También ha visto a quienes siguieron dietas “detox”, pero que terminaron con anemia, deshidratación o frustración por no obtener los resultados esperados o mantenerlos en el tiempo.

Los expertos advierten: este tipo de contenido puede derivar en ansiedad, trastornos alimentarios y culpa.

El factor más determinante en la popularidad de estas figuras de internet, plantea, es la estética corporal y la promesa de encajar. “Vivimos en una sociedad donde verse bien está asociado al éxito y aceptación social, y muchas veces se vende una idea de cuerpo ideal que no es realista ni saludable”, sugiere.

Estos coaches o influencers apuntan directamente a lo emocional y ocupan testimonios del tipo “antes y después” o el típico “esto me cambió la vida”. “Ellos prometen soluciones rápidas, eliminan alimentos sin justificación y desprecian la opinión profesional... Y es ahí, cuando un mensaje generaliza o desacredita a médicos profesionales, que hay que encender las alertas”, plantea.

“Ya no basta con atender en consulta. Hay que salir a las redes a combatir los mitos con evidencia”, dice Natalia Contreras, académica de Nutrición de la UNAB.

La académica recomienda no adoptar sin supervisión ninguna de estas prácticas, porque los usuarios se exponen al riesgo más importante: la falta de individualización. “Se entregan consejos generales sin considerar patologías, edad, estilo de vida u otras necesidades, lo que puede derivar en déficits nutricionales, trastornos de conducta alimentaria, efectos metabólicos, digestivos o pérdida de masa muscular”, asegura.

Ante este panorama, el rol de las nutricionistas también ha cambiado y se ha tenido que volver más activo. “Ya no solo debes atender en la consulta, sino que también debes estar educando, porque parte de nuestro rol es aclarar mitos y entregar información basada en evidencia”, plantea, sobre la contranarrativa que deben posicionar en la red como especialistas en el tema.

“Es una oportunidad para acercarnos más a la comunidad”, añade. Además, comenta que deberían existir estándares mínimos para realizar publicaciones en internet, al menos en temas delicados como la salud.

Testimonios del tipo “esto me cambió la vida” o “mira mi antes y después” son parte del arsenal emocional con el que influencers ganan seguidores… y credibilidad sin sustento profesional.
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