Naturaleza familiar

casa de campo

A una hora de la gran ciudad esta casa llama al descanso y a reunirse. Celebra la elegancia de las clásicas casas de campo de la época colonial con toques franceses. Pensada en torno a la vida familiar, invita a desconectarse del mundo con su paisaje lleno de flores y árboles nativos.




Hace 15 años, la dueña de esta casa buscaba un lugar para relajarse y disfrutar del campo junto a sus hijos y nietos. Así llegó al diseño de esta casa, donde cada espacio está pensado para integrar y evocar un vivir tranquilo. Aquí la cocina es el centro de todo, de ella salen preparaciones y también buenos momentos.

Su aire cálido y acogedor se vive todo el año, en invierno y en verano con la chimenea encendida contemplando los olivos, frutas y laureles, con setos de boj que le dan forma al jardín, un lugar donde grandes y chicos pueden jugar y también conversar.

Emplazada centralmente, la vistas abarcan cerros con pinos y árboles nativos: peumos, quillayes, arrayanes y maitenes abrazan este gran refugio familiar.

Sencilla y acogedora, inspirada en las antiguas casas coloniales de Chile y perfectamente mezclada con un estilo campestre francés, cada uno de sus detalles habla armónicamente, como sus muros blancos pintados a la cal, opacos, dándole un aire rústico y el cerámico batuco del piso. Para la casa se buscaron terminaciones simples y de colores claros, que aportaran luminosidad y calidez y, para ello, se apoyaron en amarillos, blancos y celestes que combinan con lavandas, enredaderas de ampelopsis y flor de la pluma en los muros exteriores de ladrillo natural.

Al momento de decorar se eligió una línea suelta, inspirada en el campo del sur de Francia, provenzal, ya que la idea era usar los muebles heredados o algunos comprados en anticuarios, en general de aspecto sencillo y desgastado. Sofás con fundas blancas o estampados de flores y camas de fierro con simples plumones blancos completan el cuadro. El resultado es una casa acogedora, en armonía con su entorno y pensada para ser disfrutada por las varias generaciones que la visitan. Aprovechando la abundancia, en cada pasillo y mesa se asoman arreglos de flores del mismo jardín.

Una pieza que destaca dentro del interiorismo es el mural pintado por la artista Patricia Ossa, el que conduce a una galería pensada originalmente como parte de la entrada principal, pero que con el tiempo se transformó en un gran comedor vidriado, hoy el centro de reunión.

Las ventanas de madera celestes y blancas enmarcan las vistas a un parrón, ideado para sentarse a leer o tomar algo durante el verano. Hortensias y rosas completan el paisaje junto con una huerta casera, un horno de barro y una gruta.

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Ideas que inspiran. Un casa de campo con toques provenzales y rústicos.

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